Tomás Moro y la ética de la política.
Hoy celebramos la fiesta de Tomás Moro, patrono de los políticos y persona ejemplar en su vida privada y pública. Un modelo a imitar, salvo que fue ajusticiado por el Rey al que servía...
Y ahí está el dilema ¿Es posible ser católico coherente, ser persona de criterio, ser honrado y seguir los dictados de la conciencia y sobrevivir como político?
Considerando el relativismo impuesto a la fuerza por el presidente del gobierno español e inculturizado a través de la Educación para la ciudadanía, concluimos que, al menos, va siendo más difícil vivir como cristiano en una sociedad donde el relativismo se impone. Porque, no lo neguemos, el modelo actual no es "todo es relativo y haz lo que quieras, enseña a tus hijos lo que te parezca, piensa como te de la gana". El modelo relativista actual es impositivo: "como todo es relativo y hay que convivir: haz lo que te dicte el Estado, educa a tus hijos según la doctrina definida por el Estado y piensa según indican las leyes del Estado.
Estamos en un sistema en el que Tomás Moro no duraría ni un minuto con la cabeza encima de su hombro. Al menor atisbo de "matización" o de "duda" sería eliminado de su cargo público.
¿No sería bueno una reacción general ante tanta imposición en nombre de la democracia? Se ha corrompido el sentido de lo "demócrata" pasando de un "lugar de convivencia de lo distinto" a un "lugar de uniformidad según el voto de una mayoría"; además sin un respaldo social siquiera mayoritario. Hay un "secuestro de la libertad" por el Estado.
Por eso, desde una visión liberal, consideramos que se respeta más un sistema de libertades con personas con fuertes convicciones que definen un "ámbito" de convivencia, un ámbito en el que el pensamiento y su expresión no se juzguen por lo "políticamente correcto" o por "la moda", por esa ambigua y suave tiranía de "ahora todos piensan así". Se requiere que los políticos defiendan sus posturas desde la verdad, lo justo, lo bueno, lo conveniente, lo más oportuno... según una gradación que lleva a una paz no sólo social sino personal y familiar al descansar sobre el pilar fuerte y estable de la justicia.
En ese sentido, Tomás Moro es un modelo si no hubiese tenido el problema de tener que ofrecer su cuello al verdugo. O mejor, sería un modelo si el gobernante de turno no se inventase una verdad, una religión y una ley en orden de su propio poder personal antes que en orden de su propia función de gobierno. Enrique VIII ante una vida no conforme con la ley cambió la ley para adecuarla a su vida e impuso cargas onerosas en las conciencias de sus súbditos.
Nuestro Presidente, Rodríguez Zapatero, quizá por tener unos cuantos desviados en su Gobierno, cambió por ley la naturaleza humana, impuso por ley ese modo de ver la realidad y guía sus pasos según su Voluntad, no según la Verdad a la que disfraza y engaña. Su modelo renacentista: el rey Enrique VIII, su modelo materialista: una conjunción entre el marxismo y el voluntarismo nietzschiano. Su resultado: una tiranía con formas democráticas.
La opción verdaderamente demócrata: retomar el modelo democrático no para imponer "verdades construidas por el Estado" sino para definir espacios de convivencia donde cada uno sea libre de buscar y adherirse a la verdad.