España del seiscientos... salió adelante.
La España que se enfrentó a Napoleón a costa de la vida de los mejores y que concibió a “La Pepa” (Constitución de 1812) bajo las balas de los fanfarrones. Una nación con muchos defectos, pero que avanzó por su fe en la Divina Providencia y en sí misma, tras superar los desmanes de la II República y los desafueros de la Guerra Civil. Y que, ahora, se enfrenta a una grave crisis por otra insolvencia de la izquierda. Crisis que pone en peligro lo mucho que le debemos al gran valor y a la entrega de nuestros padres porque todos lucharon para mejorar. Fue la España del 600, del botijo y de la sandía… La España que es nuestro mayor orgullo.
España del botijo, se encerró en sí misma.
Pues bien, ¿estamos viendo las consecuencias de un diabólico plan y no vamos a reaccionar? Porque, ahora, liquidamos a nuestros descendientes sin ningún rubor y cuestionamos la vida de nuestros mayores. Abandonamos el futuro de nuestros hijos en manos de corrientes hedonistas que valen sólo para destruir al ser humano... No es suficiente con pedirle cuentas al Gobierno, también deben darlas aquellos que se aprovecharon de tanta ineptitud, tan enfermos como él.
Alternativa ¿sandía?
Declaremos, pues, cuarentena para un sindicalismo que abandonó a los obreros por dinero, por mucho dinero. Para unos Medios de Comunicación que cambiaron nuestros valores mediante un constante machaqueo a nuestros apetitos; corrompiendo a los más jóvenes con un mundo de sexo y violencia, y logrando que deseemos lo que es inalcanzable de forma honrada. Ese éxito a cualquier precio, pisando al vecino o a la parienta; propiciando un ambiente de permanente confrontación, sin conciliación; más un Sistema Educativo, mediocre, que no logra de nuestros hijos el comportamiento de unos seres libres y responsables. Y una Seguridad Social que te abandona en los momentos más difíciles como a un número. Agravado, todo ello, por permitir que la vejez esté desatendida; válida sólo para el voto del engaño, como con los inmigrantes.
España está muy enferma, carece de salud moral. Pero, aún podemos. Bastaría con recuperar cuanto de bueno abandonamos por el camino, mientras nos robaban los sueños de democracia.
Málaga
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