lunes, marzo 15, 2010

¿Ayunamos?

Por Javier Peña
Sí, por supuesto. Unos porque quieren y muchos porque no les cabe otra alternativa. En todo caso, el ayuno, se convierte en un protagonista de nuestra sociedad que invade nuestra intimidad y coacciona nuestra libertad. Una buena práctica depurativa que se está haciendo sin rectitud de intención, esto es, sin buscar ese buen fin que debe presidir nuestro comportamiento. Meta para la realización personal. Siempre, como fase de preparación corporal y espiritual; no como un fin.

Controlar lo que comemos, forma ya parte de nuestro modo de vida. Comemos con moderación y prescindimos de muchas cosas. Pero, si vamos cambiando nuestras costumbres dietéticas es, prioritariamente, por salud o estética. Un esfuerzo, al empezar, que hacemos para mejorar de los malos hábitos alimenticios adquiridos o para corregir los desvíos de las sanas costumbres ya logradas. Sólo, quienes adelgazan por la tremenda, se ven sometidos a un tormento; aunque sean muchos los que secunden esta forma, poco ortodoxa, de estoicismo.

El ayuno, en sentido estricto, es entendido como un no comer. Por eso, a la primera comida, tras la vigilia de la noche, la llamamos des-ayuno. Pero, en un sentido amplio, ayunar es prescindir. Un privarse, física o anímicamente, de lo que puedo y me conviene moderar desde un punto de vista ascético o social. El ayuno cristiano es, ante todo, un signo de amor. Un sacrificio orientado hacia un fin superior. Una forma de alcanzar, en primer lugar, una oblación ante Dios de quién procede todo bien. Una señal de compromiso por la que nos identificamos con el hermano que sufre. Y, una entrega de cuanto tengo y soy. Desligarse para darse; el único camino para la liberación.

Se puede y debe ayunar para compartir. Pues, el ayuno que más agrada a Dios, es el que libera al hombre. El que consigue romper las cadenas injustas; el que nos prepara para acompañar al solitario; el que nos dispone para estar y dar esperanzas al que flaquea; el que me lleva a aceptar al que no me comprende, sin desfallecer. Porque, cada desprendimiento, me facilitará el hacer la señal de cristiano: Abriendo el corazón a todos, como Jesús hizo desde la cruz.

Sin embargo, hoy por hoy, el motivo primordial del ayuno es el culto al cuerpo. Lograr ese glamour que, actualmente, equivale a la belleza o encanto sensual que fascina y apasiona. Un ayuno que debilita el cuerpo y seca al espíritu, de modo que uno queda esclavizado. Un placer que se hace droga y un desenfreno que se convierte en ley de vida. Manifestación hedonista del materialismo.

En cambio, vivir como Cristo, es servir a un solo Señor, al Dios vivo y verdadero. Verdad y Bien. En este sentido, ayunar es el modo de entregarse al servicio de los demás, con mayor empeño al más necesitado. Un reconocer que nada me pertenece y que me fío de Aquél que todo lo puede. Él dijo: “Amad como Yo os he amado”. Y añadió: “en esto conocerán que sois mis discípulos”.

Javier Peña Vázquez * Málaga



Ayuno y amor


Ayuno y dieta

Ayuno y estética

Ayuno y hambre

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