Por: Jorge Enrique Mújica / Aragón Liberal
Intención general de Benedicto XVI para el mes de enero de 2010 "sale" un poco del tipo ordinario de peticiones. Es "Para que los jóvenes sepan utilizar los modernos medios de comunicación social para su crecimiento personal y para prepararse mejor para servir a la sociedad" (cf. L´Osservatore Romano, edición en lengua española n. 1, 2010, p. 2).
Blog personal en http://actualidadyanalisis.blogspot.com Todos los meses, el Papa ofrece a los católicos del mundo dos intenciones de oración muy concretas: una general y otra misional. La general para el mes de enero de 2010 "sale" un poco del tipo ordinario de peticiones. Es "Para que los jóvenes sepan utilizar los modernos medios de comunicación social para su crecimiento personal y para prepararse mejor para servir a la sociedad" (cf. L´Osservatore Romano, edición en lengua española n. 1, 2010, p. 2). Un artículo publicado por el diario argentino La Nación (cf. 21.11.2008) hacía eco de un estudio de la marca Telefónica titulado "Generaciones interactivas en Iberoamérica. Niños y adolescentes ante las pantallas", en colaboración con la universidad de Navarra. El estudio analiza los hábitos "digitales" en siete países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela). Según ese informe, el 95% de los chicos entre 10 y 18 años usa internet –uno de los modernos medios de comunicación– de modo habitual, mientras que el 83% usa teléfono móvil y el 67% utiliza videojuegos. La pregunta que viene casi como corolario es: ¿y qué hacen en internet? "Sus preferencias de uso aparecen polarizadas: el 70% lo usa para comunicarse (Messenger, chat, mensajes de texto); el 59% para conocer e informarse; el 43% para compartir fotos y videos; igual cantidad para divertirse, y sólo un 6% para comprar on line", recogía el artículo de La Nación. Más recientemente, el diario Il Corriere della Sera (cf. 09.09.2009) recogía en un artículo los aspectos de la vida diaria que la web ha cambiado en la existencia de tantas personas, según un análisis inicialmente publicado en The Telegraph: desde objetos (álbumes fotográficos, directorios telefónicos, cartas, etc.), pasando por hábitos (ir a la tienda de discos, de compras, etc.), la manera de informarnos (reflejada en la cada vez más baja venta de periódicos impresos), hasta la privacidad (las redes sociales disponen hoy día de información sobre miles de ciudadanos proporcionada por ellos mismos). ¿Y todo eso es algo positivo o negativo? Un estudio del Instituto Vanier para la familia de Otawwa, Canadá (Good servant, Bad master: electronic media and the family), del 15 de octubre de 2007, ponía de manifiesto la aportación positiva de los medios de comunicación como fuente de educación y entretenimiento, pero también alertaba sobre las consecuencias negativas. ¿Cuáles? 1) Quien los usa más interactúa menos con la pareja, los hijos y los amigos. 2) Quien los usa más tienen mayor riesgo de caer en comportamientos agresivos y desarrollo cognitivo pobre. 3) Problemas de salud relacionados con los hábitos alimenticios de quien está expuesto a la publicidad de alimentos que circulan por los medios de comunicación. Un estudio de Optenet refiere que el 35% de las páginas web existentes, al menos hasta diciembre de 2008, son pornográficas. Un artículo publicado en la versión digital de Diario Uno, Argentina, reportaba 95,6 millones de páginas web dedicadas a la pornografía (cf. Cibersexo en 95,6 millones de páginas web, 01.09.2009). Hasta antes de internet la pornografía tenía más difícil la entrada a los hogares. Además costaba. Ahora basta una conexión a la red. Según un estudio de la Universidad de New Hampshire, del año 2007, en Estados Unidos cada mes hay más de 35 millones de visitas a páginas pornográficas. A inicios de diciembre de 2008, LibertadDigital.com reportó que la palabra "sexo", en los buscadores de Yahoo.com, había sido uno de los tres términos más buscados durante ese año. La facilidad para acceder a portales con esos contenidos supera la mera consideración teórica de cuestiones éticas; al constatar las consecuencias emocionales, psicológicas, físicas y relacionales de quienes caen en las redes de la pornografía, no se puede permanecer indiferente. Esto se acentúa todavía más en el caso concreto del ambiente familiar, y todo lo que ese ambiente supone y representa. En septiembre de 2009, el Morality in Media, de Robert Peters, publicó un estudio titulado How Adult Pornography Contributes To Sexual Exploitation of Children (Cómo contribuye la pornografía adulta a la explotación sexual de niños). El informe ponía de manifiesto la amenaza que la pornografía suponía para los niños. ¿Por qué específicamente? John Flynn, L.C., resumía los puntos en un artículo publicado por la agencia zenit (cf. La amenaza a los niños de la pornografía, 25.11.2009): "1. Los delincuentes utilizan pornografía adulta para preparar a sus víctimas. 2. Para muchos delincuentes hay una progresión desde ver pornografía adulta hasta ver pornografía infantil. 3. Los hombres actúan con las niñas prostitutas como ven en la pornografía adulta, y los chulos usan pornografía adulta para instruir a las niñas prostitutas. 4. Los niños imitan con otros niños el comportamiento que ven en la pornografía adulta. 5. La adicción a la pornografía de adultos destruye matrimonios, y los hijos en los hogares con un solo progenitor corren más riesgo de sufrir explotación sexual". Las redes sociales La interactividad de internet ha cambiado de modo sustancial la cultura y los comportamientos al modificar las relaciones personales, sobre todo entre los jóvenes. Un ejemplo es la limitación de las redes sociales que reducen la amistad a un "estar" o "no estar" en la lista de contactos de la red social en la que se navega. Está latente la deriva de olvidar el nombre de las personas que se tienen al lado todos los días y reducir todo a un "tener" "amigos" en el ciberespacio. En una entrevista concedida al Sunday Telegraph, el arzobispo católico de Westminster, monseñor Vicent Nichols, advertía sobre los efectos deshumanizantes de internet en los siguientes términos: "Estamos perdiendo capacidades, habilidades de interacción humana, cómo leer el ánimo de una persona, ver su lenguaje corporal, cómo ser pacientes hasta el momento de precisar algo o ejercer presión". Más o menos en la misa línea iba un artículo titulado Cómo Facebook puede arruinar amistades, publicado en The Wall Street Journal, en agosto de 2009. En un testimonio recogido en el artículo se decía: "Estoy cansada de amigos que aseguran que están demasiado ocupados para llamar por teléfono, o incluso para escribir un e-mail aceptable, sin embargo pasan horas en las redes sociales, colgando fotos de sus hijos o de sus fiestas, reenviando adivinanzas estúpidas, colocando dichos extravagantes y absurdos, o utilizando Twitter para comunicar sus últimas andanzas". Como declaró monseñor Nichols, la comunicación escrita es imperfecta. O en palabras del Wall Street Journal, "se pierden los matices que pueden ser expresados en lenguaje corporal y las inflexiones de voz". Pero la banalización de las relaciones interpersonales no es el único aspecto. También está el pocas veces valorado factor "uso del tiempo" que, en el mejor de los casos, llega a repercutir en las calificaciones y en los estudios. ¿Sólo es internet? Ciertamente no es sólo internet. La televisión sigue teniendo un impacto que no se puede minusvalorar. La programación y cada uno de sus contenidos inciden también negativamente en los comportamientos de los televidentes, sobre todo cuando son menores. Quizá el primer daño sea precisamente la sobredosis de televisión. En sintonía con un análisis del Instituto Vanier, un estudio titulado "Medios y salud infantil y adolescente", de finales de 2008, Common Sense Media daba a conocer los efectos negativos de la relación salud-medios de comunicación. ¿Cuáles eran? Obesidad, tabaco, alcohol, entre otros, a mayor cantidad de tiempo frente al televisor. El estudio estaba respaldado por investigadores del Departamento de Bioética Clínica de los National Institutes of Health, la facultad de medicina de la universidad de Yale y el California Pacific Medical Center. Según James P. Steyer, presidente de Common Sense Media, el estudio debe centrar la atención no nada más en la cantidad de horas sino también en la calidad de los contenidos, algo que muchas veces se pasa de largo. De ahí precisamente la propuesta para que en los colegios se enseñe cómo ser "consumidores inteligentes de contenidos audiovisuales" y no descuidar la puesta en marcha de actividades físicas. En Italia, a finales de julio-principios de agosto de 2009, estuvo en el ojo del huracán el lanzamiento del primer canal para niños menores de tres años, Baby TV, impulsado por SKY y según el modelo del canal homónimo lanzado previamente en Gran Bretaña. Inmediatamente asociaciones de padres como la Moige manifestaron su inconformidad. Elisabetta Sacla, directora nacional de Moige, puso el dedo sobre "los graves riesgos para el crecimiento físico y psicológico de los neo-nacidos y de los niños hasta los 36 meses". Y añadió: "Numerosos y prestigiosos estudios demuestran los daños que puede provocar en niños tan pequeños la exposición a la televisión, de hecho el problema no es el mensaje que se transmite, sino la utilización misma del medio" (cf. Il Tempo, 29.07.2009). Las declaraciones de Elisabetta están en sintonía con la exhortación de la Academia Norteamericana de Pediatría, quien recomienda que los niños menores de dos años no pasen ningún tiempo expuesto a la televisión. Paradójicamente, un reporte del The Boston Globe (cf. 27.05.2007) informaba que cerca del 40% de bebés de tres meses veía entre media hora y cuarenta y cinco minutos diarios de televisión. Efectos en el rendimiento escolar y comportamientos agresivos Norberto González Gaitano, antiguo decano de la facultad de comunicación institucional de la universidad de la Santa Cruz, en Roma, evidenciaba en una conferencia durante el VI Encuentro Mundial de las Familias en México, cómo los contenidos violentos que promueven comportamientos violentos tienen efectos negativos reales. Al respecto, citó los 17 homicidios -14 en 1993 y 3 en 1994- que provocó la película Natural Born Killer, de Oliver Stone. En la misma ponencia reveló que un niño europeo ve, en promedio, 25 horas de televisión a la semana, mientras que uno estadounidense ve 8 horas diarias. ¿Efectos? En 1970 había 150 mil niños diagnosticados con desorden de déficit de atención (ADD). Para 1985 la cifra se había triplicado mientras que para el año 2000 ascendía ya a 6 millones. Una investigación de la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid, establece un vínculo negativo entre uso de teléfonos móviles e internet. Según ese estudio, al menos un 10% de los menores usa el móvil para grabar escenas violentas y subirlas luego a portales de videos en internet. Tener un móvil aumenta hasta diez veces más la probabilidad de que un profesor sea el objeto de la violencia en su propio salón de clases. En otros países los datos no son más alentadores. Un estudio del profesor James Flynn, de la universidad neozelandesa de Otago, publicado en la revista Economics and Human Biology, ponía de manifiesto que el coeficiente intelectual de los adolescentes británicos es menor que hace 30 años. ¿El motivo? Los videojuegos, la televisión e internet. El estudio añade que una comunicación basada en mensajes de texto y e-mail produce una reducción temporal de la capacidad intelectual. Vista con pausa y profundidad, la intención del Papa no sólo es actual sino necesaria. Y desde luego nos invita a recordar el poder de la oración en particular y de la fe en general para prevenir, orientar y corregir concretamente en este campo.
Jorge Enrique Mújica | jem@arcol.org
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