Estados Unidos ha abierto colegios públicos masculinos en los que los docentes son principalmente hombres que comprenden las necesidades específicas de los niños. Necesitados de mayor movimiento, más independientes y curiosos que las niñas, prefieren un mundo de acción, exploración y objetos. Así, los docentes aprovechan la energía masculina y su constante necesidad de movimiento para enseñar, en lugar de interpretarlo como un mal comportamiento que debe ser anulado.
La lucha por la emancipación de la mujer ha originado un oscurecimiento de lo masculino, cierta indiferencia, cuando no desprecio hacia los varones y una inevitable relegación de éstos a un segundo plano. Así lo asegura la investigadora de la Universidad William and Mary (Virginia), María Calvo, en un trabajo publicado por la Asociación Europea de Educación Diferenciada (EASSE).
Calvo explica que el claro predominio de las mujeres entre los docentes, los estilos de aprendizaje y las formas de comportamiento, de afectividad y de socialización -que han experimentado una profunda feminización- están provocando frustración, incomprensión hacia las peculiaridades masculinas y fracaso escolar por parte de los varones.
Muchos chicos declaran abiertamente que estudiar no sirve de nada; protagonizan las tasas más altas de fracaso escolar, carecen de iniciativa y deseos de mejorar y se observan en ellos cifras preocupantes de depresiones.
En Secundaria, los niños están más de 10 puntos por debajo de las niñas en comprensión lectora y 24 puntos atrás en escritura, según datos del Departamento de Educación de Estados Unidos. Sólo en el área de Washington D.C., los chicos suspenden tres veces más que las chicas en Primaria. Además, protagonizan más casos de acoso escolar y episodios de violencia y consumo de drogas.
Pero hay más: mientras las niñas tienen muy claro a qué quieren dedicarse en la vida desde muy pequeñas, los niños están "desnortados, sin ambiciones ni ilusiones claras que determinen su comportamiento durante la juventud", explica la investigadora Judy Kleinfeld, de la Universidad de Alaska.
Gusto por el riesgo
Esta situación ha llevado a no pocas instituciones y grupos de trabajo del mundo educativo a preguntarse por qué. Fruto de esta cuestión han nacido publicaciones como Un hombre joven o El propósito de los chicos, de Michael Gurian, en las que se señala que "con la imposición del ideal femenino en las aulas se depositan en los chicos expectativas que nunca se verán cumplidas".
Porque los varones tienen otra forma de aprender y otra forma de comportarse; con frecuencia se quejan de ser castigados "por comportarse como chicos" y viven su etapa escolar desajustados.
Además de la feminización de las aulas, hay dos factores más que influyen negativamente en los niños. El primero, la dejación de funciones de los padres cuando los niños terminan el instituto. "A esta edad, las chicas tienen claras sus ambiciones, pero no los varones, que se encuentran en un nuevo mundo, con gente de su misma edad marcando sus pautas de comportamiento", explica el doctor Michael Kimmel, sociólogo de la Universidad de Nueva York.
El segundo motivo, la ausencia de modelos masculinos con los que identificarse en las familias sin padres, monoparentales o en las que los progenitores están todo el día fuera del hogar. Gurian ya anuncia en sus libros la sólida relación estadística existente entre los niños problemáticos y violentos y los niños 'sin padre'.
Para tratar de solucionar este problema, los expertos intentan desentrañar primero las especificidades del cerebro masculino. Una magnífica comprensión de las relaciones espaciales, competitividad, razonamiento abstracto, gusto por el riesgo, valentía, capacidad de abstracción y de focalizar la atención en un único asunto son características eminentemente propias del varón. Por contra, las niñas leen más deprisa, controlan mejor las emociones y prefieren el trabajo en equipo y la expresión de sentimientos.
No parece extraño pensar que, a diferentes comportamientos, convienen diferentes modelos educativos. Los niños necesitan más autoridad, disciplina, retos y tensión que las niñas, que tienden a sentirse más cómodas cuando las aulas son centros de socialización y de expresión. Lo mismo pasa con la lectura: mientras que al 72% de las niñas de 5 a 8 años les gusta leer, sólo el 63% de los niños encuentra placer en los libros.
Ante esta situación, Estados Unidos ha abierto colegios públicos masculinos en los que los docentes son principalmente hombres que comprenden las necesidades específicas de los niños. Necesitados de mayor movimiento, más independientes y curiosos que las niñas, prefieren un mundo de acción, exploración y objetos. Así, los docentes aprovechan la energía masculina y su constante necesidad de movimiento para enseñar, en lugar de interpretarlo como un mal comportamiento que debe ser anulado.
Estupendo artículo que aparece íntegro en el número 262 del semanario Alba
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