viernes, febrero 26, 2010

Tiempo hostil

TIEMPO HOSTIL
por Javier Peña
Los verdaderos problemas de la gente.


Esta mañana llovía otra vez en Málaga y no sé si nosotros hemos cambiando de emplazamiento, el clima suspendió la geografía o sólo está en rebeldía. Lo cierto es que, hasta el tiempo, se revuelve contra todos los pronósticos. Algo o mucho, está desencajado aquí.



El tiempo se revela contra la arrogancia humana y pone las cosas en su sitio. Ni la ciencia ni cualquiera de las ideologías que ahora se propalan, llegan a ser algo más que una burda aprendiz de bruja. Lo que tan certeramente escenifica Fantasía, famosa y muy lograda película de W Disney.





Las plantas de nuestros parques y jardines, las de nuestras terrazas, se desmelenan con la fuerza de un clima temperamental, como el de nuestra inmortal Lola. La Lola de España. Los pueblos y las barriadas más humildes se sumergen como en una nueva Atlántida y hasta los animalitos, que llamamos domésticos, se han de valer por sí mismos o convertirse en anfibios…



En Andalucía, están llorando los cielos y han puesto de manifiesto la precariedad de sus embalses. Unos embalses diseñados para surtir a un clima seco del elemento primordial para la vida, de esa agua que suele ser fuente de conflictos. Nuestra verdadera deuda histórica es la que tenemos con quienes hicieron los pantanos que todavía subsisten. La llamada deuda histórica con Andalucía es, sin duda, una deuda por abandonar esa política de aguas o por carecer de tantas infraestructuras, siempre tardías e insuficientes. Una deuda por no habernos sacado de esta aparente indolencia en la que vivimos, sin afrontar los retos de una comunidad moderna. Por no haber apostado por la calidad de la enseñanza en lugar de por su masificación.





Por descuidar la investigación, así como el desarrollo industrial, agropecuario y pesquero. Deuda con los usuarios de un sistema sanitario que presume de equipos humanos y quirúrgicos, pero que está lejos del paciente y su necesidad. Aquí no hay indolencia, sino una gran desconfianza y un aburrimiento mortal. Un vivir de la paguita y de la chapuza, para ir saliendo, porque en nuestro horizonte no está la rentabilidad del esfuerzo.



Las aguas no vuelven a sus fuentes sin antes transformar y transformarse. Por ello, importa mucho, no dejarlas marchar sin más. Importa acompañarlas en su proceso y pedirles cuanto contienen.




En cuanto al otro tiempo; al discurrir de los días; ése es el que, tarde o temprano, pone cada cosa en su sitio. Ése es el que pasará factura al administrador infiel, por muchas artimañas que ponga en juego, junto a los aprovechados de turno. Llega la hora de rendir cuentas, es más, ya ha llegado. ¿Cambiamos?

Javier Peña Vázquez * Málaga

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