domingo, julio 16, 2006

La Familia: institución natural.

Una institución eterna:

“Que el matrimonio es institución natural quiere decir que forma parte de lo que el hombre tiene recibido por su propio modo deser, lo cual implica:


a) que, en sus rasgos esenciales, no tiene su origen en la inventiva humana, sino en la naturaleza del hombre;


b) que no es una entre las posibles formas de unión sexual entre personas, sino la forma específicamente humana del desarrollo completo de la sexualidad:



c) que es de Derecho natural y, por eso, la recta razón puede descubrir su lógica intrínseca, sus exigencias jurídicas y morales en cuanto realización específicamente humana;


d) que, en consecuencia, no es una estructura impuesta por las leyes para organizar según determinados criterios las uniones entre personas: es una realidad, con su propia estructura jurídica y moral natural, previa a la intervención (legítima o ilegítima) de cualquier legislador que regule el matrimonio en atención a su dimensión social y a su incidencia en el bien público

(Hervada, Villadrich)

En otras palabras, el matrimonio es el designio de Dios en el principio al crear la persona humana sexualmente moralizada como varón y mujer: “El mismo Dios es el autor del matrimonio (Gaudium et Spes, nº 48). La vocación del matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes” (Catecismo de la Iglesia Católica nº 1.603).

Daniel Cenalmor y Jorge Miras, El Derecho de la Iglesia. Curso básico de Derecho canónico, EUNSA, Pamplona 2004, página 442

Siendo así el pensamiento de muchos cristianos o no, la normativa civil debe respetar y proteger esta concepción de matrimonio, ya que con ello premia la generosidad, la lealtad, la fortaleza en el compromiso;, facilita un ámbito de armonía para el nacimiento, crecimiento, desarrollo y educación de los hijos; proporciona un ámbito de protección al niño, al enfermo y al anciano; y fomenta la formación de ciudadanos estables, con un éxito personal en la elección del amor de su vida, que es la decisión más trascendental e importante que se puede tomar.

Toda equiparación de esta unión, amparada en la naturaleza de las cosas, con otro tipo de uniones, fruto de la invención humana, es violentar la naturaleza humana y una injusticia, fomenta la esterilidad y el egoísmo, y traslada al Estado la atención de los graves daños que acarrea como puedan ser la soledad, el desamparo, el aumento de las conductas delictivas, el desprecio y tráfico del sexo, las depresiones ante el fracaso afectivo y la desatención de los hijos.

Sólo se puede negar el daño que se introduce si uno mismo se saca los ojos para no ver; y, probablemente, como Edipo, tenga que hacerlo para no tener presentes los frutos de su desgobierno.

sábado, julio 15, 2006

La Familia remedio para los fracasos de nuestro tiempo

La Familia. Remedio para el individualismo. Escuela de felicidad.
De la homilía del Papa Benedicto en la Misa de las familias en Valencia (9/07/2006):

1. - En la cultura actual se exalta muy a menudo la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él sólo y se bastara a sí mismo, al margen de su relación con los demás y ajeno a su responsabilidad ante ellos. Se intenta organizar la vida social sólo a partir de deseos subjetivos y mudables, sin referencia alguna a una verdad objetiva previa como son la dignidad de cada ser humano y sus deberes y derechos inalienables a cuyo servicio debe ponerse todo grupo social.


2.- La Iglesia no cesa de recordar que la verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por ello, la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad. "Nosotros hacemos el bien no como esclavos, que no son libres de obrar de otra manera, sino que lo hacemos porque tenemos personalmente la responsabilidad con respecto al mundo; porque amamos la verdad y el bien, porque amamos a Dios mismo y, por tanto, también a sus criaturas. Ésta es la libertad verdadera, a la que el Espíritu Santo quiere llevarnos".


En la familia se vive, de modo práctico, la realidad del hombre como “un ser en relación”, un ser en todo momento o dependiente para recibir, o necesitado de darse como manifestación de su amor. El hombre se siente realizado cuando trabaja para los suyos, para los que le aman, cuando les atiende, juega con ellos, disfruta con ellos, vive con ellos. Ese es, a veces, el drama de los matrimonios jóvenes cuando ambos trabajan: dejan pasar la vida de sus hijos sin verlos crecer. Porque su realización es contemplar cómo crecen los frutos de su amor, los hijos. Y, luego, alimentarse del recuerdo gratificante de haber estado ahí, cuando era necesario.

Por eso, todo modelo social que se construya al margen o en contra de esa realidad, es un modelo condenado al fracaso. Del egoísmo, del individualismo, del fundar las relaciones en la apetencia, vienen los fracasos, la inestabilidad familiar y el drama de los hijos sin padres, de los esposos con el corazón roto y en soledad, los desengaños ante el amor.

Pero, si además, el modelo social se quiere basar en sistemas antinaturales, si se trivializa la opción segura, la relación más valiosa y estable, se atenta directamente contra los cimientos de la sociedad que se está construyendo. De la esterilidad no nacen hijos; del egoísmo y de la búsqueda del placer no salen hombres generosos; de la exaltación del hombre autónomo sólo surge la ambición de poder y de dominio, nunca la solidaridad y el apoyo mutuo.

El amor es solidaridad y es familia. El individualismo es esterilidad y genera soledad.

En definitiva: es más seguro apostar por la familia.

frid

La Familia un proyecto humano y divino:

La familia. Proyecto de Dios y del hombre.
Del discurso del Papa en la Misa para las familias en Valencia (9/07/2006):

1.- Ningún hombre se ha dado el ser a sí mismo ni ha adquirido por sí solo los conocimientos elementales para la vida. Todos hemos recibido de otros la vida y las verdades básicas para la misma, y estamos llamados a alcanzar la perfección en relación y comunión amorosa con los demás. La familia, fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria, y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de un modo integral.


2.- Cuando un niño nace, a través de la relación con sus padres empieza a formar parte de una tradición familiar, que tiene raíces aún más antiguas. Con el don de la vida recibe todo un patrimonio de experiencia. A este respecto, los padres tienen el derecho y el deber inalienable de transmitirlo a los hijos: educarlos en el descubrimiento de su identidad, iniciarlos en la vida social, en el ejercicio responsable de su libertad moral y de su capacidad de amar a través de la experiencia de ser amados y, sobre todo, en el encuentro con Dios. Los hijos crecen y maduran humanamente en la medida en que acogen con confianza ese patrimonio y esa educación que van asumiendo progresivamente. De este modo son capaces de elaborar una síntesis personal entre lo recibido y lo nuevo, y que cada uno y cada generación está llamado a realizar.


3.- En el origen de todo hombre y, por tanto, en toda paternidad y maternidad humana está presente Dios Creador. Por eso los esposos deben acoger al niño que les nace como hijo no sólo suyo, sino también de Dios, que lo ama por sí mismo y lo llama a la filiación divina. Más aún: toda generación, toda paternidad y maternidad, toda familia tiene su principio en Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Nacemos dependientes, necesitados de todo y, durante muchos años, necesitamos también de guía, afecto, ternura y protección. Esa especie de cobertura garantiza la formación de una persona equilibrada y feliz. Y ahí radica el núcleo de la familia natural.

Pero es que además, la familia es reflejo del amor providente de Dios. Los padres se dan totalmente a los hijos. Los hijos confían totalmente en los padres. Y así funciona la providencia divina, puesto que toda paternidad de Dios procede.

Y ese núcleo es escuela de virtudes, entidad donde se arraiga el afecto, donde el hombre recibe su primer sentido, donde es querido por sí mismo y no por lo que tiene. No sólo es puerto de refugio sino puerto de embarque y de salida para hacer su propio proyecto ilusionante y triunfador, que es el éxito en el amor: la familia estable.



frid

Diez puntos para la reflexión. Vigilia del Papa en Valencia. Sábado 9 de julio de 2006

Del discurso del Papa Benedicto en la Jornada Mundial de las Familias en el encuentro del sábado 8 de julio:

Algunas ideas:

1.- La familia es el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y recibir amor.

El hombre, hecho para amar, es un ser en relación, y aprende esa tarea y las virtudes que la hacen posible en la familia.

2.- Juan Pablo II, decía que "El hombre se ha convertido en ‘imagen y semejanza’ de Dios, no sólo a través de la propia humanidad, sino también a través de la comunión de las personas que el varón y la mujer forman desde el principio.

La familia muestra, de modo sencillo y natural, el modo del amor de Dios, de Dios como padre, como papá y mamá; por eso es el ámbito que mejor puede acoger a un ser humano al nacer y al dejar este mundo. Es el refugio del débil y del necesitado. Es la escuela del niño y del joven. Es el proyecto que da sentido a toda una vida.

3.- La familia es una institución intermedia entre el individuo y la sociedad, y nada la puede suplir totalmente.

Del mismo modo que la sociedad tiene la obligación de organizarse para el bien de los individuos que la componen, también debe organizarse para velar y fomentar las instituciones familiares que la hacen posible. La escuela del hogar es la escuela del buen ciudadano, distinta de las otras instituciones intermedias formadas para conseguir bienes parciales. En la familia el compromiso y entrega es total, y más fuerte aún que el existente con los Estados.

4.- La familia es un bien necesario para los pueblos, un fundamento indispensable para la sociedad y un gran tesoro de los esposos durante toda su vida. Es un bien insustituible para los hijos, que han de ser fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Proclamar la verdad integral de la familia, fundada en el matrimonio como Iglesia doméstica y santuario de la vida, es una gran responsabilidad de todos.

Este es el núcleo del discurso. También para los no cristianos la familia es todo eso. Si no se cuida, si se disuelve en falsos proyectos, si se sustituye la unión del amor generoso por la apetencia de los instintos, la misma inestabilidad del núcleo formado hará tambalearse al Estado. De la discordia, de la desunión y del egoísmo no surgen la concordia, la unión y la generosidad.

5.- Un pequeño núcleo familiar puede encontrar obstáculos difíciles de superar si se encuentra aislado del resto de sus parientes y amistades.

Las familias son escuelas de generosidad y de comunicación. Y deben abrirse a otras familias para reafirmarse en el esfuerzo, mostrar la solidaridad ante el cercano, abrirse a la entrega y al apoyo de otros núcleos. Y esa argamasa de solidaridad hará que el Estado que se forme sea más estable. Si ante una desgracia familiar, los vecinos y amigos acogen en familia al que lo necesite, esa persona será, de nuevo, importante, en singular, para alguien.

6.- Junto con la transmisión de la fe y del amor del Señor, una de las tareas más grandes de la familia es la de formar personas libres y responsables. Por ello los padres han de ir devolviendo a sus hijos la libertad, de la cual durante algún tiempo son tutores.

No hay padres propietarios, menos aún Estados propietarios. En un caso el amor sin freno lleva a la posesión, en el otro es el afán de dominio. Por eso es más fácil educar en libertad en los hogares cristianos. Paradoja: a los que llaman desde fuera fundamentalistas, son los verdaderos educadores en libertad.

7.- reafirmar su vigencia e identidad basada en el matrimonio abierto al don generoso de la vida, y donde se acompaña a los hijos en su crecimiento corporal y espiritual. De este modo se contrarresta un hedonismo muy difundido, que banaliza las relaciones humanas y las vacía de su genuino valor y belleza.

La familia es el lugar donde se orientan los afectos a la entrega racional, voluntaria, responsable y duradera. Por el amor viene el respeto a la persona amada. Y el control de las pasiones lleva a personas recias y capaces de grandes sacrificios por Dios, por su familia, por sus amigos y por la Patria. Es escuela de ciudadanos excelentes.

8.-Invito, pues, a los gobernantes y legisladores a reflexionar sobre el bien evidente que los hogares en paz y en armonía aseguran al hombre, a la familia, centro neurálgico de la sociedad, como recuerda la Santa Sede en la Carta de los Derechos de la Familia. El objeto de las leyes es el bien integral del hombre, la respuesta a sus necesidades y aspiraciones.

Objetivo del buen gobierno, no cambiar la realidad, no progresar hacia modelos nunca vividos, sino lograr la felicidad y el bienestar de sus súbditos. Y, por eso, vivir la “ecología de la naturaleza humana”, que pasa por la institución familiar y su protección.


9.- La criatura concebida ha de ser educada en la fe, amada y protegida. Los hijos, con el fundamental derecho a nacer y ser educados en la fe, tienen derecho a un hogar que tenga como modelo el de Nazaret y sean preservados de toda clase de insidias y amenazas.

No más Herodes, ni infanticidios vestidos de nombres falaces como la “interrupción voluntaria del embarazo”, ni experimentos contrarios a la naturaleza humana y su dignidad como el experimentar con embriones humanos, ni políticas eugenésicas para los nacimientos. Todo ser humano tiene derecho a nacer y a nacer en un hogar que lo proteja y prepare para la vida.

10.-Deseo referirme ahora a los abuelos, tan importantes en las familias. Ellos pueden ser —y son tantas veces— los garantes del afecto y la ternura que todo ser humano necesita dar y recibir. Ellos dan a los pequeños la perspectiva del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Ojalá que, bajo ningún concepto, sean excluidos del círculo familiar.

Recordemos que los abuelos son “los libros vivientes”, la tradición viva, los ancestros, aquellos de los que provenimos. La piedad lleva a cuidar de ellos. Y por la piedad filial a los padres ancianos, Dios promete todo tipo de bendiciones. Se debe procurar no desarraigar al abuelo del núcleo familiar. Es el primer prójimo necesitado en su vejez, pero también él debe saber (mientras le ayuden las fuerzas), que el sentido de su vida está en seguir donándose a los hijos y nietos de una manera diferente, la de la paciencia, comprensión, oración y prudencia.

frid

lunes, julio 10, 2006

DECLARACIÓN DE VALENCIA ."La familia clave del desarrollo"

DECLARACIÓN DE VALENCIA

Reunidos en la ciudad de Valencia en el XII Congreso Internacional Ciencia y Vida con el fin de reflexionar sobre "La familia clave del desarrollo" y uniéndonos al espíritu de las declaraciones de Cancún, Montevideo, Querétaro, Buenos Aires, San José, México, Cartagena y Guadalajara, con ánimo de contribuir a la comprensión científica del ser humano y preocupados por el dirigismo que ejercen los poderes constituidos al proponer a la sociedad diversas maneras de entender lo humano,

PROCLAMAMOS:

1.- La urgencia de reconocer la familia como sujeto de derechos capaz de ejercer su soberanía ante los poderes públicos. La familia es lo que define nuestra humanidad de modo que su supresión o el recorte de sus libertades supone, de alguna forma, disminuir nuestra capacidad de realizarnos como humanos. La familia debe tener plena libertad para decidir sobre los servicios públicos que le atañen y sirven, y para ello, deben arbitrarse formas para que el estado devuelva poderes a la familia en todos los ámbitos de la función pública. La ambición de circunscribir el marco de acción de la familia a los entornos privados exclusivamente debe denunciarse como una ambición totalitaria.

2.- La necesidad de capacitar a las familias para el desempeño de sus funciones y a los individuos para la vida familiar debe de ser uno de los puntos básicos del sistema educativo en todos los países. En este sentido enriquecedor de la familia entendemos la ciudadanía familiar como la manera más plena de participación social. Una sociedad mejor es una sociedad con mejores familias y, de forma análoga, un país que quiere progresar y desarrollarse deberá capacitar a sus ciudadanos para ser mejores familiarmente hablando proponiendo las virtudes familiares y desincentivando las conductas antifamiliares.

3.- La conveniencia de que toda la sociedad apueste sin fisuras por la unidad familiar. Entre otras medidas, ello puede conseguirse, por un lado, a través de que las familias puedan ejercer con un amplio margen de libertad el derecho al voto según lo propuesto en la Declaración de San José y la objeción fiscal, y por otro lado, asegurando que los gobiernos centren todas las políticas de ayuda social a través de la familia. Existe una estrecha relación entre desunión y disfunción familiar y la proliferación de conductas antisociales. De igual modo existe una estrecha relación entre familias saludables y unidas, y la paz y el bienestar de la sociedad.

4.- La reforma del estado del bienestar de modo que las seguridades y prestaciones sociales sean ofrecidas a través de las familias y no directamente por parte del estado a los individuos. En la medida en que ello supone un ahorro considerable en prestaciones individuales, supone asimismo asegurar que ninguna familia pueda ver perjudicado su bienestar ni por su tamaño ni por la asistencia debida que presta a sus miembros dependientes. Una práctica concreta que se deriva de esta política es la prestación de servicio doméstico gratuito a las familias que lo necesiten.

5.- Por último, abogamos, porque el fomento del asociacionismo familiar sea una de las preocupaciones prioritarias de los gobiernos tanto en su política interna como en su política exterior. En cualquier caso será conveniente que las asociaciones familiares puedan desempeñar un protagonismo similar al que desempeñan las asociaciones laborales y sindicales en el diseño de políticas y acuerdos relevantes para su marco propio de acción.

En Valencia a 4 de Julio de 2006.

Además de mi adhesión a esta declaración, yo haría un comentario oído al Santo Padre Benedicto XVI en Valencia: "donde hay familia hay futuro"; invertir en la familia tradicional es invertir en el futuro, en la paz, en el progreso armónico de la sociedad, en la formación de personas solidarias y felices, en la formación de ciudadanos generosos y ejemplares. Otro planteamiento es, además de estéril, engañoso, disgregador y generador de conflictos.

El hombre no es un ser autónomo, sin familia (y sin Dios) es un náufrago en humanidad. Con familia y con Dios, tiene una misión importante en el mundo. Cada uno es una criatura irrepetible de Dios a la que, a modo de Bilbo o de Frodo, se les ha encargado la gran aventura de llegar al cielo con otros muchos y de destruir el anillo del mal.

frid.

lunes, julio 03, 2006

Bases para la relación armónica entre Iglesia y Estado:

Si bien la comunidad política y la Iglesia tienen fines distintos, son complementarios. Esa premisa permite analizar cómo pueden armonizarse sus esfuerzos con mayor o menor perfección.

El único aviso que doy es que cuando chirrían las relaciones entre Estado e Iglesia, que puede ser normalmente de esa manera, es cuando los Estados asumen competencias ajenas a sus fines o violentan la libertad individual de las personas en mayor o menor grado.

La razón de la armonía: el hombre es más rico que lo que pueda desarrollar en la esfera pública de gobierno. Hay ámbitos exclusivos de su personalidad cuyo referente último es la conciencia y el creador de ella. Además de que la consecución de los fines personales o de grupo incluye la pertenencia a otras organizaciones solapadas con la pertenencia a una nación determinada.

La razón de los desencuentros: el Estado tiene tendencias simplificadoras, y tiende normalmente a la regulación en exceso, limitando la libertad individual. Y, en el caso de la libertad de los católicos, se encuentra frente a una institución milenaria, que nunca ha cedido en el ámbito de sus competencias: proporcionar al fiel cristiano los medios para su salvación y difundir el reino de Dios en la tierra.

Unos principios de buena armonía:

a) Principio de autonomía y la legítima laicidad del Estado.

La exageración del principio de autonomía del Estado en materia religiosa ha llevado, en España, a sustituir la legítima laicidad del Estado por un combativo planteamiento de laicismo militante, con la consiguiente imposición del modelo ateo de sociedad, lo que provoca una violencia inadmisible sobre las conciencias.

"Este último planteamiento, en el fondo, constituye una suerte de "confesionalismo" agnóstico o ateo del Estado, ya que presupone una toma de postura del Estado en cuanto tal (en este caso, negativa) sobre la religión, y acaba por imponer a todos los ciudadanos -mediante actuaciones legislativas, culturales, educativas, etc.- una organización social inspirada por el laicismo (que no es neutralidad en materia religiosa, sino una ideología bien determinada)"

b) Libertad de la Iglesia y libertad religiosa.

La libertad de la Iglesia exige también la disposición de los medios adecuados para ella, como por ejemplo los templos sagrados, los hospitales, los centros educativos y asistenciales que promueva para la atención y formación de sus fieles. Por eso el debate sobre los bienes de la Iglesia es un debate injusto, encaminado a expoliar a una Institución para que no pueda cumplir sus propios fines.

Además el derecho de practicar una religión es un derecho natural, y por tanto, debe ser fomentado y es irrenunciable. Lo que significa también la necesidad de templos donde dar culto a Dios, pero también el derecho legítimo de formar instituciones formativas, sanitarias y asistenciales por católicos o por la propia Iglesia es un derecho natural que asiste a todo grupo humano, y el Estado debe, no solo respetarlo sino garantizarlo del mismo modo que a otro tipo de organizaciones para ese mismo fin, sean pública o privadas.

No hay que olvidar que esos ciudadanos, que son católicos, forman parte de ese Estado y tienen derecho a exigirle que participe con sus presupuestos económicos en la financiación de las entidades que cubren una labor de servicio público, aunque no sean de propiedad pública, que ni falta hace.

c) Principio de cooperación Iglesia-Estado.

Para atender esa necesidad, la Iglesia y el Estado han suscrito acuerdos o convenios de distinto rango, muchas veces "dejando pelos en la gatera", porque la atención de los cristianos ha llevado a pactos imperfectos, como todo obrar en el que intervienen los hombres. Esos acuerdos van de lo "posible según las circunstancias", lo meramente oportuno, lo más eficaz, o lo más o menos respetuoso con las posiciones del otro.

Lo ideal es que la cooperación se lleve a cabo en armonía, respeto mutuo, comprensión y reconocimiento. Sólo así los acuerdos alcanzarán la mayor eficacia para el bien común de los fieles y, en consecuencia de la nación que los alberga.

d) Derecho de la Iglesia a emitir su juicio moral sobre cuestiones temporales.

Ese derecho no se refiere sólo a la posibilidad de predicar su propia doctrina, íntimamente legada a la libertad de culto en un Estado moderno. Implica también dar su criterio en materias que afecten a la moral y costumbres de los pueblos, como garante que es de los derechos y obligaciones naturales de los hombres.

Y si uno no fuese creyente, el sentido común le llevaría a escuchar con atención lo que la Iglesia tiene que decir e los temas que afectan a la moral, pues tiene ya veinte siglos de experiencia y guiar a las personas por caminos que han dado abundantes frutos de vidas ejemplares.

Ref. Daniel Cenalmor y Jorge Miras en "El Derecho de la Iglesia", curso básico de Derecho canónico, de EUNSA, Pamplona 2004