domingo, septiembre 30, 2007

Artículo de interés: La dignidad de la familia.

Artículo de interés: La dignidad de la familia.

 

 

La familia es uno de los instrumentos naturales queridos por Dios para que los hombres cooperen en la Creación

 

26 de septiembre de 2007

 

Al finalizar la obra de la creación del universo, en el sexto día, «formó Yavé Dios al hombre del polvo de la tierra, y le inspiró en el rostro aliento de vida, y fue así el hombre ser animado» (1). Si en todas sus obras se había complacido, en la formación del género humano Dios se alegró sobremanera: vio que era "muy bueno" lo que había hecho, testimonia la Escritura (2), como si el autor inspirado quisiera reafirmar la peculiar acción divina en la creación del hombre, hecho a imagen y semejanza del Creador por su alma espiritual e inmortal. No contento con esto, el Señor le confirió gratuitamente una participación de su misma vida íntima: le hizo hijo suyo y lo llenó con los llamados dones preternaturales.

 

Para que los hombres alcancen el Reino de los Cielos, la Providencia divina ha querido contar con su libre colaboración. Y para que esta colaboración en la transmisión de la vida no quedara al vaivén de posibles caprichos, el Señor quiso protegerla mediante la institución natural del matrimonio (3), elevado luego por Cristo a la dignidad de sacramento.

 

La familia —la gran familia humana, y cada una de las familias que habrían de componerla— es uno de los instrumentos naturales queridos por Dios para que los hombres cooperen ordenadamente en su decreto Creador. La voluntad de Dios de contar con la familia en su plan salvador se confirmará, con el correr de los tiempos, a través de las distintas alianzas que Yavé fue estableciendo con los antiguos patriarcas: Noé, Abraham, Isaac, Jacob. Hasta que la promesa del Redentor recaiga en la casa de David.

 

Llegada la plenitud de los tiempos, un ángel del Señor anunció a los hombres el cumplimiento del plan divino: nace Jesús, en Nazaret, de María, por obra del Espíritu Santo. Y Dios provee para su Hijo una familia, con un padre adoptivo, José, y con María, la Madre virginal. Quiso el Señor que, también en esto, quedara reflejado el modo en que Él desea ver nacer y crecer a sus hijos los hombres: dentro de una institución establemente constituida.

 

Por su misión natural y sobrenatural, por su origen, por su naturaleza y por su fin, es grande la dignidad de la familia. Toda familia tiene una entidad sagrada, y merece la veneración y solicitud de sus miembros, de la sociedad civil y de la Iglesia. Por eso, resultaría una trágica corrupción de su esencia reducirla a las relaciones conyugales, o al vínculo de sangre entre padres e hijos, o a una especie de unidad social o de armonización de intereses particulares. San Josemaría insistía en que «debemos trabajar para que esas células cristianas de la sociedad nazcan y se desarrollen con afán de santidad» (6). 

 

El hogar ha de ser la escuela primera y principal donde los hijos aprendan y vivan las virtudes humanas y cristianas. El buen ejemplo de los padres, de los hermanos y de los demás componentes del ámbito familiar, se reflejan de manera inmediata en la configuración de las relaciones sociales que cada uno de los miembros de esa familia establece. No es casual, por tanto, el interés de la Iglesia por el adecuado desarrollo de esa escuela de virtudes que ha de ser el hogar. Pero no es éste el único interés: mediante la colaboración generosa de los padres cristianos con el designio divino, Dios mismo «aumenta y enriquece su propia familia» (7), se multiplica en número y virtud el Cuerpo Místico de Cristo sobre la tierra, y se ofrece desde los hogares cristianos una oblación especialmente grata al Señor (8).

 

La realidad familiar funda unos derechos y unos deberes. Antes que nada las obligaciones: todos sus miembros han de tener conciencia clara de la dignidad de esa comunidad que forman, y de la misión que está llamada a realizar. Cada uno ha de cumplir sus deberes con un vivo sentido de responsabilidad, a costa de los sacrificios que sean precisos. En cuanto a los derechos, la familia reclama el respeto y la atención del Estado por un doble título: es la familia la que le ha dado origen, y porque la sociedad será lo que sean las familias (9).

Para cumplir todos estos deberes, es indispensable que los miembros de la familia sobrenaturalicen su afecto, como sobrenaturalizada está la familia. De este amor —suave y exigente a la vez— brotan esas delicadezas que hacen de la vida de familia un anticipo del Cielo. «El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con un pueblo, y, viceversa, el modo de amor de Dios se convierte en la medida del amor humano» (10).

 

En los momentos actuales de la vida de la sociedad, se hace especialmente urgente volver a inculcar el sentido cristiano en el seno de tantos hogares. La tarea no es sencilla pero sí apasionante. Para contribuir a esta inmensa labor, que se identifica con la de volver a dar tono cristiano a la sociedad, cada uno ha de empezar por "barrer" la propia casa.

 

Adquiere entonces particular importancia en la consecución de este proyecto la educación de los hijos, aspecto fundamentalísimo de la vida familiar. Para responder a este gran reto —educar en una sociedad en buena medida descristianizada— conviene recordar dos verdades fundamentales: «La primera es que el hombre está llamado a vivir en la verdad y en el amor. La segunda es que cada hombre se realiza mediante la entrega sincera de sí mismo» (11). En la educación están coimplicados tanto los hijos como los padres, primeros educadores, de modo que sólo se puede dar en la «recíproca comunión de las personas»; el educador, de algún modo «engendra» en sentido espiritual, y según «esta perspectiva, la educación puede ser considerada un verdadero apostolado. Es una comunicación vital, que no sólo establece una relación profunda entre educador y educando, sino que hace participar a ambos en la verdad y en el amor, meta final a la que está llamado todo hombre por parte de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo» (12).

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1. Gn 2, 7.

2. Cfr. Gn 1, 31.

3. Cfr. Gn 1, 27.

4. SAN JOSEMARÍA, Es Cristo que pasa, n. 22.

5. Cfr. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 350.

6. SAN JOSEMARÍA, Conversaciones, n. 91.

7. CONCILIO VATICANO II, Const. past. Gaudium et spes, n. 50.

8. Cfr. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 188.

9. Cfr. Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 457-462.

10. BENEDICTO XVI, Enc. Deus caritas est, n. 11.

11. JUAN PABLO II, Carta a las familias (2-II-1994), n. 16.

12. Ibid.

 

miércoles, septiembre 26, 2007

JUAN CRISOSTOMO: GRAN PADRE DE LA DOCTRINA SOCIAL

JUAN CRISOSTOMO: GRAN PADRE DE LA DOCTRINA SOCIAL

 

CIUDAD DEL VATICANO, 26 SEP 2007 (VIS).-Benedicto XVI continuó en la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro y a la que asistieron más de 20.000 personas, la catequesis sobre San Juan Crisóstomo. 

 

  El Padre de la Iglesia fue nombrado obispo de Constantinopla, capital del imperio romano de Oriente, en el 397 y proyectó la reforma de su Iglesia. "La austeridad del palacio episcopal -dijo el Papa- debía ser un ejemplo para todos". Además, "por su solicitud con los pobres fue llamado "el Limosnero" (...) y creó instituciones caritativas muy apreciadas".

 

  "Como verdadero pastor, trataba a todos con cordialidad, (...) en particular nutría una ternura especial por la mujer y dedicaba una atención particular al matrimonio y a la familia" e "invitaba a los fieles a participar en la vida litúrgica, que hizo espléndida y atractiva con creatividad genial". Pero "a pesar de su bondad (...) se vio envuelto a menudo en intrigas políticas, por sus continuas relaciones con las autoridades y las instituciones civiles (...) y fue condenado al exilio", muriendo en el 407.

 

  "De Juan Crisóstomo se dice -explicó el Santo Padre- que Dios hizo ver en él un segundo Pablo, un doctor del Universo. (...) El horizonte ideal del Crisóstomo se delinea claramente en el comentario del Génesis" donde" meditando sobre las ocho obras cumplidas por Dios durante seis días, guía a los fieles de la creación al Creador" que es, además, "el Dios de la condescendencia (...) que envía al ser humano caído y ajeno una carta, las Sagradas Escrituras".

 

  El  obispo de Constantinopla llama también a Dios "padre tierno, médico de las almas, madre y amigo afectuoso". Al final, "es Dios mismo quien baja hacia nosotros, se encarna, (...) muere en la Cruz, (...) se transforma realmente en Dios con nosotros, en hermano nuestro".

  

  "A estos tres pasos: Dios visible en la creación, Dios nos escribe una carta y Dios baja y se convierte en uno de nosotros, se une al final un cuarto, dentro de la vida y la acción del cristiano, el principio vital y dinámico del Espíritu Santo, que transforma la realidad del mundo. Dios entra en nuestra existencia  (...) y nos transforma desde dentro".

 

  Comentando los Hechos de los Apóstoles, San Juan Crisóstomo propone "el modelo de la Iglesia primitiva, como modelo de la sociedad, desarrollando una "utopía social", la idea de una ciudad ideal, tratando de dar un alma y un rostro cristiano a la ciudad. En otras palabras, Crisóstomo entendió que no era suficiente dar limosnas, ayudar a los pobres, caso por caso, sino que era necesario crear una nueva estructura, un nuevo modelo de la sociedad (...) basado en la visión del Nuevo Testamento. Por eso, podemos considerarle uno de los grandes padres de la Doctrina Social de la Iglesia".

 

  Con Pablo "sostenía el primado de la persona, incluido el esclavo y el pobre", contrastando con la estructura de la polis griega donde "vastos sectores de la población estaban excluidos del derecho de ciudadanía", mientras "en la ciudad cristiana todos son hermanos y hermanas con los mismos derechos". 

 

  Al final de su vida, Juan Crisóstomo retoma el argumento del "plan perseguido por Dios para la humanidad", reafirmando que "Dios ama a cada uno de nosotros con un amor infinito y por eso quiere la salvación de todos".



VIS 070926 (560)

LA FUERZA DE LA POBREZA


LA FUERZA DE LA POBREZA


La pobreza no es algo deseable, ni un bien en sí misma. Es, sin embargo, el mejor de los instrumentos para la humanización de las realidades temporales. Una gran oportunidad para hacer un mundo mejor. La pobreza, además de una situación, es una actitud como ahora veremos.


El hombre sensato pedía a Dios lo justo para vivir: <<Ni mucho que haga que te olvide, ni poco que llegue a desesperar y te maldiga>>. La pobreza es disponer de lo estricto o de algo menos de lo necesario y no debe confundirse con la miseria, situaciones de hambre y desamparo que nadie debería sufrir. A algunos, los más, nos toca pedir al que tiene y ejercitar la humildad y la sinceridad, a otros les toca administrar bienes y ejercitarse en la justicia y en la generosidad.


Tanto si hablamos de bienes públicos, como de privados, no es admisible decir que no son de nadie, porque tienen un titular privado o público; siempre al servicio de la humanidad, respetando las leyes. Unas leyes justas que no pueden ser amañadas para amoldarse a los intereses de quien ostente el poder.


Recordemos a uno de los primeros israelitas, José; él era el hijo preferido de Jacob/Israel. Quién, primero sufrió las iras de unos envidiosos e irresponsables hermanos y, después, padeció la cautividad, la esclavitud y la pobreza. Pero, no se aprovechó de una coyuntura favorable, metiéndose en cama ajena, y fue víctima de la difamación de la ofendida. Su premio, finalmente, llegó y fue enorme. La fidelidad a su conciencia, le trajo honores no esperados y la administración de todos los bienes de Egipto. Administró bienes para todo el pueblo, con justicia y rectitud, y recuperó el cariño de su familia por el perdón y la paz.


Si el Hijo del Hombre no tenía donde reclinar su cabeza y ésta es la fe cristiana, no fue por falta de previsión, sino porque con Su vida orienta las nuestras y nos alerta en no poner el corazón en los bienes perdurables.


Los bienes están al servicio del hombre y no al contrario, así que debemos encontrar la manera de que todos alcancemos lo preciso para vivir. Ese "pan de cada día" que pedimos en el Padrenuestro, en especial para los más desfavorecidos. Un pan que no es, exclusivamente, el alimento corporal y que debemos administrar con nuestras mejores disposiciones y capacidades. Sin olvidar que "tiene más y es más dueño de sí, quién menos necesita", de tal modo que, un aparente mal, se convierte en "bienaventuranza".


Hay ya muchas organizaciones, creadas con este propósito, que precisan de tu ayuda y de la mía; personas que han entendido lo que es caridad y amor. Esta es la sabiduría y la fuerza de la pobreza.


Javier Peña Vázquez * Málaga



 

viernes, septiembre 21, 2007

Algunos escándalos y el misterio de la libertad humana

Algunos escándalos y el misterio de la libertad humana

Jorge Enrique Mújica

 

 

 

En los últimos años, aquí y allá se han multiplicado las denuncias pocas veces confirmadas por una sentencia jurídica hacia a algunos eclesiásticos de la Iglesia católica en materia sexual. A alimentar el fuego han contribuido enormemente algunos grupos de prensa que han dedicado sendos espacios alimentados con juicios a priori  ya no sólo contra la persona de los presuntos implicados sino contra la misma jerarquía eclesiástica, inclusive contra el Papa. Los reportajes televisivos de canales  estadounidenses, británicos, y uno que otro mexicano, español e italiano, no han hecho sino aprovechar la curiosidad morbosa que generan ese tipo de temáticas obteniendo cuantiosas remuneraciones económicas por concepto de publicidad (véase nuestro artículo en el siguiente enlace).

 

 

En todo este espectáculo mediático no dejan de sorprender tres cosas: la casi nula oportunidad de replica a los supuestos "culpables", la manera tan viciada como se da la información (en nuestro artículo "Espacios para católicos en mass media" abordamos anteriormente este tema e incluso fue materia de debate en el foro de comunicadores católicos en catholic.net. Véase el siguiente enlace) y una implícita acusación generalizada de la Iglesia católica como organización que fomenta la pedofilia y defiende a los pedófilos. Ciertamente este artículo no pretende defender a ningún "acusado" en particular pero sí fomentar la reflexión válida, justa y necesaria basada en el derecho a una información apegada a la verdad, en la máxima jurídica "todos son inocentes hasta que no se demuestre su culpabilidad" y en el derecho al respeto que merece toda institución y persona, independientemente de quien se trate.

 

La comunicación es un servicio, una misión. Pero para que sea éticamente buena y moralmente respetuosa habrá de apegarse a la verdad. Ofrecer datos adulterados, opiniones que sólo posibilitan conocer el parecer de una de las partes y lucrar con el escándalo no parecen reunir ninguna garantía ética ni moral. Presentar acusaciones masivas contra un grupo concreto (la Iglesia católica -¡qué casualidad!-) no se apega a la verdad y presenta todas las características de la difamación y el ataque gratuito y sectario. No está de más recordar aquel aforismo filosófico: toda afirmación universal en materia contingente es de suyo falsa.

 

Un repaso reposado por la historia de la Iglesia católica nos muestra una constante: la sombra del vituperio y la saña que a lo largo de los siglos se ha ceñido contra ella. Es ese mismo repaso el que nos deja ver errores puntuales ciertos y reprobables pero jamás extendidos como plaga en la totalidad de sus miembros. La falsa simplificación que acusa a la Iglesia de fallos en toda ella es ya no sólo injusta sino evidentemente viciada. Es triste mentir y atacar so pretexto de comunicar. Y es aún más penoso constatar la credibilidad que se le da a tal o cual artículo o programa sólo porque lo escribió, dijo o produjo una persona que tiene un medio masivo de comunicación a su alcance aunque sea incompetente  en el tema de lo que ha escrito o hablado.

 

 

Cuando se afirma, velada o explícitamente, sin temor ni temblor al hacerlo, que la Iglesia es la culpable de los pecados de algunos de sus miembros es que se de verdad se la ignora en su constitución y en su doctrina. Lamentablemente algunos lo creen. ¿Quién puede comprobar que el magisterio promueva actitudes de las que últimamente se viene acusando a varios sacerdotes? ¿Acaso alguno de los que de esto atacan a la Iglesia posee un documento donde esas prácticas se prescriban? Mas no sólo. ¿Cuántos pueden ofrecer los datos reales del número de los culpables sin que sean meras suposiciones? Que no se olvide que hace un año una conocida revista brasileña tuvo que desmentir la información que había publicado y que implicaba a un tercio del presbiterado carioca en casos de pedofilia.

La Iglesia católica siempre ha defendido el único sacerdocio posible en ella: el del hombre que tiende a la santidad y es constructor de puentes entre los hombres y Dios; el del hombre que imita a su fundador -Cristo- y edifica y conduce a las almas a Dios a través de la Iglesia con su testimonio de vida; el del hombre que vive lo que cree. En el discernimiento vocacional del candidato al sacerdocio  la Iglesia católica siempre se ha pronunciado sobre el tipo de hombres que pueden serlo. Ya lo dice el catecismo en el número 1029: <>.

 

 

Pero ni el Obispo, ni el superior; ni el formador ni el director espiritual pueden suplir la responsabilidad personal de un candidato al sacerdocio. Ellos conocen y orientan según la información que de sí mismo les ofrece el formando. De ahí que el candidato al sacerdocio deba "someterse confiadamente al discernimiento de la Iglesia, del Obispo que llama a las Órdenes, del rector del Seminario, del director espiritual y de los demás formadores a los que el Obispo o el Superior Mayor han confiado la tarea de educar a los futuros sacerdotes. Sería gravemente deshonesto que el candidato ocultara" impedimentos "para acceder, a pesar de todo, a la Ordenación. Disposición tan falta de rectitud no corresponde al espíritu de verdad, de lealtad y de disponibilidad que debe caracterizar la personalidad de quien cree que ha sido llamado a servir a Cristo y a su Iglesia en el ministerio sacerdotal".

 

 

¡Es aquí donde interviene la libertad humana! Una libertad que puede hacer el bien o el mal, que puede mentir o decir la verdad, que puede ayudar o estorbar, que puede servir u entorpecer, que puede colaborar o destruir, que puede edificar o ser piedra de escándalo.

 

Desde siempre la Iglesia ha ofrecido las pautas formativas y de discernimiento para el llamado al orden presbiteral. Entre los últimos documentos está el decreto conciliar "Optatam totius" (enlace) sobre la formación sacerdotal que promueve la adecuada formación integral de los futuros sacerdotes ofreciendo orientaciones y normas precisas acerca de varios de sus aspectos. Ahí está también la exhortación apostólica post-sinodal  "Pastores Dabo bobis" de 1990 (enlace) sobre la formación sacerdotal en las circunstancias actuales; ahí está la cuarta parte del "Documento final del Congreso Europeo sobre las vocaciones al Sacerdocio y a la Vida Consagrada en Europa" de 1997 (Pedagogía de las vocaciones en la sección dedicada al discernimiento; ver enlace); ahí está la "Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas" de noviembre del 2005 (enlace) emitido por la congregación para la educación católica. Y la lista podría seguir. Ante este panorama ¿se puede seguir hablando de que la Iglesia es culpable de los errores, suponiendo el yerro, de algunos de sus miembros?

 

La tarde del 5 de julio de 1902 María Goretti, hoy santa, recibe 14 puñaladas  ante la negativa a sucumbir a las propuestas sexuales de su joven vecino Alessandro Serenelli. Las heridas provocadas por el punzón habían alcanzado el pericardio, el corazón, el pulmón izquierdo, el diafragma y el intestino. No tenía posibilidad de sobrevivir. En el lecho de muerte, sin haber cumplido todavía los 12 años, el sacerdote se le acerca, antes de darle la comunión, y le pregunta: "María, ¿perdonas de corazón a tu asesino?". María responderá: "Sí, lo perdono por el amor de Jesús y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo perdone porque yo ya lo he perdonado".

 

Uno de los rasgos esenciales y menos comprendidos en la Iglesia es el perdón. Y es que hay una diferencia enorme entre defender y perdonar. Defender se puede interpretar como justificación de las malas acciones y eso no es lo que hace la Iglesia. Perdonar es ofrecer la posibilidad de arrepentimiento y conversión; es ayudar a la recuperación del culpable, "no dejarlo abandonado en el infierno", como declaró hace poco el cardenal Bertone, y eso sí es lo que busca la Iglesia. El perdón es misión de la Iglesia, uno de los sacramentos dejado por Jesucristo. La Iglesia es dispensadora del perdón a aquellos que quieren y necesitan ser perdonados. Aun más: está llamada a convertir al pecador, a fomentar su conversión. Bien lo expresa la Sagrada Escritura: "No quiero la muerte del pecador sino que se arrepienta y viva".

 

            El que algunos medios no difundan la acción de la Iglesia para prevenir y luchar contra todo tipo de escándalo no significa que no se dé. Durante el año 2004 Juan Pablo II  envió varios obispos visitadores para supervisar la formación de los seminaristas a buen número de diócesis en el mundo. Ante algunas dudas no le tembló la mano para cerrar el seminario de la diócesis de Sankt Poelten en Austria en agosto del mismo año.

 

            Es de valorar y reconocer la manera como la Iglesia ha estado afrontando todo este tipo de situaciones en los lugares donde se han presentado muy a pesar del negocio que ha acompañado los escándalos que no tiene nada que ver con el respeto a la persona humana. La respuesta de la Iglesia constituye un ejemplar modo de salir invicta a pesar de las maliciosas calumnias, de la información deformada y de las generalizaciones baratas.

 

            Con todo lo anterior no estaría de más preguntarse por qué los miles y miles de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos católicos que a diario lo dan todo por llevar una palabra de ánimo, un trozo de pan que sacie el hambre, una sonrisa, un medicamento, no son objeto de amplios titulares en la prensa del mundo. Después de todo ¿quiénes atienden a los enfermos de sida en los hospitales y centros especializados en la mayor parte del mundo? ¿No son acaso los profesionales contratados, las monjas y religiosos de esa Iglesia denigrada por tantos?; ¿no son las religiosas y sacerdotes católicos? Los que se acarrean contra la Iglesia católica pueden estar seguros de que si un día cayeran enfermos tendrían a su lado a alguna dulce y mínima Teresa de Calcuta de la Iglesia a la que escupen y zarandean.

 

            Aunque se pretenda, no hay que olvidar que uno de cada cuatro enfermos de sida en el mundo es atendido por la Iglesia: más de nueve millones y medio de personas reciben asistencia sanitaria de alguna congregación religiosa u ONG católica. Existen 38 millones de enfermos en el mundo y es la Iglesia la institución más útil y activa en la lucha contra el VIH. Más del ochenta por ciento de los enfermos terminales mueren amparados por el amor y el servicio desinteresado de miles de almas calladas, de corazones generosos, de caracteres fuertes, de consagrados convencidos de su llamado a evidenciar el rostro amante de Dios. Es la dádiva generosa de hombres y mujeres, religiosos y seglares, que un día  decidieron inmolarse en la salvación de otras vidas que se abatían en los suburbios paupérrimos de las grandes ciudades y en el olvido aberrante de los países abandonados, en aquellos lugares donde la guerra y la miseria son el pan diario. Hombres y mujeres que, como cualquier ser humano, hubiesen preferido envejecer entre los suyos, disfrutando de las ventajas de una vida más o menos estable, pero que respondieron sin contestar a su vocación de centinelas de la vida del prójimo. Y estos, que son la inmensa mayoría, los que han sabido responder coherentemente con su libertad a una misión sobrenatural, son los miembros de esa Iglesia a la que se quiere desprestigiar.

           

Dos son los aspectos inseparables en toda vocación sacerdotal, religiosa y consagrada: el don gratuito de Dios y la libertad responsable del hombre. La vocación es un don de la gracia divina, recibido a través de la Iglesia, en la Iglesia y para el servicio de la Iglesia. Respondiendo a la llamada de Dios, el hombre se ofrece libremente a Él en el amor. El solo deseo de llegar a ser sacerdote, religioso (a) o consagrado (a) no es suficiente y no existe un derecho a recibirlo. Compete a la Iglesia, responsable de establecer los requisitos necesarios para la recepción de los Sacramentos instituidos por Cristo, discernir la idoneidad de quien desea entrar en el Seminario, acompañarlo durante los años de la formación y llamarlo a las Órdenes Sagradas, si lo juzga dotado de las cualidades requeridas. Pero siempre dependerá de una respuesta libre, sincera y recta del candidato. Y esto no se puede olvidar.

jueves, septiembre 20, 2007

Gustavo Sánchez "Dios no ha creado el mal"

Gustavo Sánchez "Dios no ha creado el mal"

De Pensamiento Católico.

Hace cerca de un mes, la costa sur del Perú fue azotada por un fuerte terremoto que dejó centenares de muertos, heridos y miles de damnificados. Al poco tiempo, otro sismo aun más fuerte sacudió otra zona del Pacífico, esta vez en Asia. Ante situaciones como esta brotan innumerables cuestionamientos y reacciones: ¿por qué ocurren estas cosas?, ¿cuál es el sentido del sufrimiento?, ¿por qué parece que son los más pobres y débiles quienes más sufren? No es raro encontrar a quienes deciden alejarse de la fe en Dios sacudidos por estas preguntas.

Inaugurando una nueva sección, Pensamiento Católico entrevistó al teólogo peruano Gustavo Sánchez [1] y le consultó acerca de estos temas. A continuación reproducimos un extracto de la entrevista:



miércoles, septiembre 19, 2007

SAN JUAN CRISOSTOMO: EJEMPLO DE COHERENCIA DE VIDA

A mí San Juan Crisóstomo me parece muy actual, porque hay que utilizar el don de la palabra para convencer y llevar a las personas a la verdad, "mejor dicho" acompañarlas a la verdad. La coherencia de vida es un modo de diálogo mostrando la verdad de lo que uno predica.

Después vienen todas esas cosas humanas en las que "cariñosamente" discrepamos. Somos liberales pero amigos de los Santos. Y sin querernos jugar la vida eterna, nos gusta jugar con la vida terrena según los infinitos cauces posibles, todos ellos compatibles con el respeto al don de la vida, al creador de la vida y a las personas de carne y hueso. Construyamos para los hombres concretos un mundo más humano.

Y aprendamos de ese santo en época donde la palabra era diálogo y no dialéctica para confundir.


SAN JUAN CRISOSTOMO: EJEMPLO DE COHERENCIA DE VIDA

 

CIUDAD DEL VATICANO, 19 SEP 2007 (VIS).-Continuando con sus catequesis sobre los padres de la Iglesia, en la audiencia general de este miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro, Benedicto XVI habló sobre san Juan Crisóstomo.

 

  El Papa recordó que este año se cumple el decimosexto centenario de la muerte de san Juan Crisóstomo, nacido en el 349 en Antioquía de Siria, al sur de la actual Turquía. "Llamado Crisóstomo, es decir, "Boca de oro" por su elocuencia, se puede decir que vive todavía hoy a través de sus obras".

 

  "Ordenado diácono en el 381 y presbítero en el 386, se convirtió en un célebre predicador en las iglesias de su ciudad. (...) El 387 fue "el año heroico" de Juan, el de la llamada "revuelta de las estatuas". El pueblo abatió las estatuas imperiales en signo de protesta contra el aumento de los impuestos".

 

  El Santo Padre puso de relieve que el santo es "uno de los padres más prolíficos; de él se conservan 17 tratados, más de 700 homilías auténticas, los comentarios a Mateo y a Pablo y 241 cartas. No fue un teólogo especulativo. Transmitió la doctrina tradicional y segura de la Iglesia en una época de controversias teológicas suscitadas sobre todo por el arrianismo, es decir, la negación de la divinidad de Cristo".

 

  "Su teología -continuó- era exquisitamente pastoral. En ella era constante la preocupación por la coherencia entre el pensamiento expresado por la palabra y lo que se vive. Este es, en particular, el hilo conductor de las espléndidas catequesis, con las que preparaba a los catecúmenos a recibir el Bautismo".

 

  Benedicto XVI afirmó que "San Juan Crisóstomo se preocupó de acompañar con sus escritos el desarrollo integral de la persona, en las dimensiones física, intelectual y religiosa".

 

   En sus escritos, Crisóstomo destacaba la importancia de la infancia, "porque es cuando se manifiestan las inclinaciones al vicio y a la virtud y, por ello, es en esta edad cuando la ley de Dios tiene que ser grabada desde el inicio en el alma "como sobre una tabla de cera".

 

  "A la infancia -se lee en los escritos de san Juan Crisóstomo-, sigue el mar de la adolescencia, donde los vientos soplan violentos, porque es cuando crece la concupiscencia". Después se llega al noviazgo y al matrimonio. En este sentido, el santo afirma que "los esposos bien preparados cierran el camino al divorcio. Todo se desarrolla con alegría y se puede educar a los hijos en la virtud. Después, cuando nace el primer niño se forma un puente; los tres se convierten en una sola carne, porque el hijo une las dos partes y los tres constituyen "una familia, una pequeña iglesia"".

 

  Por último, el Papa recordó que el santo también se dirige en sus escritos a los fieles laicos, que "con el Bautismo asumen el oficio sacerdotal, real y profético. (...).Esta lección del Crisóstomo sobre la presencia auténticamente cristiana de los fieles laicos en la familia y en la sociedad sigue siendo todavía hoy más actual que nunca".



VIS 070919 (530)

 

Una reflexión del sentir de la calle. Mi opinión y la fe.

Una reflexión del sentir de la calle. Mi opinión y la fe.

 

Normalmente es fácil encontrarse amigos que nos dicen que creen pero a su manera. Se construyen la fe. Es una "fe para mí", mi saco de verdades en las que creo, de verdades que interpreto y creo a mi manera y de pufos que me trago sin rechistar.

 

Hasta hace poco creía uno por la autoridad de los maestros. También es cierto que el maestro no decía que los perros volasen, decía cosas razonables. Muchas de ellas las podíamos comprobar nosotros en nuestra casa. Abrir un grifo y ver que los remolinos siempre se forman de la misma manera era un arguemento sólido para constatar los efectos del giro del globo terráqueo. Pero hasta que se vieron las imágenes de los satélites, nadie ha visto girar a la tierra pero sí sentir los efectos.

 

Esas verdades que "de niño" creímos, de mayores las deducimos y se convirtieron en ciencia. Pero siempre hay muchas verdades "demostrables" que no podemos constatar. Y creemos a Einstein, a Boyle Mariot, y a tantos otros. Como creemos la existencia de Carlomagno, Alejandro, el Papa Borgia y Jesucristo.

 

Sí, nuestro conocimiento se basa en certezas, no en opiniones. Aunque nuestra vida pueda desarrollarse en una nebulosa en la que algunos de esos aspectos se confundan. No entraríamos a ducharnos "en pelotillas" debajo de una ducha si fuese sólo una opinión probable que lo que va a bajar de ahí es agua y no sulfúrico. Tenemos fe en los servicios municipales de agua, ¡que es tener fe!. Lo más que puede pasar es que no salga nada... o que salga un renacuajo de rana, pero si sale algo... será el agua que esperamos.

 

Sin divagar más. La fe humana es una certeza, basada en el que nos habla, en su autoridad. O le creemos o no, no es "razonable" creerle a medias. Sí es razonable creerle en lo que sabe. A un médico es razonable que le crea el paciente. A una artista, cuando habla de medicina o de moral es "irracional" creerle... y bien que se le cree. Pero es seguro que no nos dejamos operar por la Schiffer. ¿Pero de qué no tiene autoridad Dios? De Él sí que le creemos todo... e incluso sabemos que "no necesita operarnos" para curarnos... que le pregunten a los ciegos, cojos, paralíticos, lunáticos y leprosos... e incluso muertos, a los que "arregló" con sólo decirlo.

 

Por eso, es razonable que si hablamos de fe, de fe cristiana, no hablemos de nuestra cosecha de setas ni de cromos. Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo el Depósito que guarda la Iglesia. Si somos católicos sabemos que la Iglesia tiene ese encargo de Jesucristo: enseñar. Y cuenta con su asistencia.

 

No estamos ante una construcción personal, ni ante una elección arbitraria. El depósito es sólo para sacar, no para meter nuestras piedrecitas del camino.

 

Pero para eso se requiere una pequeña dosis de humildad, considerarse al menos "un poco inferior" a Dios, a Jesucristo. No enmendarle la plana y dejarle enseñar... y así cuando diga eso de Bienaventurados los humildes... nos haremos más receptivos y aprenderemos los contenidos de la fe, no los crearemos nosotros. ¿Es tan difícil no querer  ser más que Dios?

 

Y es que la fe tanto humana como divina requiere la actitud del discípulo ante el maestro: deseos de aprender.

 

frid

martes, septiembre 18, 2007

Un atrevimiento cariñoso: Mis comentarios a Jesús de Nazaret de Benedicto XVI.

Un atrevimiento cariñoso: Mis comentarios a Jesús de Nazaret de Benedicto XVI.

 

Normalmente suelo superar el respeto que me da un autor, aunque sea un magnífico autor, para hablar de él y se su obra. ¿Quien soy para juzgar a Cervantes o a Shakespeare? pero de ellos hablo en mis críticas de libros, y también de sus obras. Pero ¿Sobre el contenido del libro del Papa?

 

De Benedicto XVI diré que late un Joseph Ratzinger apoyando con su saber y altura intelectual personal el papel que desempeña como Vicario de Cristo.

 

Un Papa hablando de la vida de Jesús es algo maravilloso y, supongo, que para él, le habrá supuesto mucho respeto, meditación y oración, porque los católicos, cristianos y demás gentes lo leeremos con toda la carga de prestigio moral que tiene el Papa y el Teólogo.

 

Este libro leído es de la primera edición.

 

Autor: Joseph Ratzinguer. Benedicto XVI

 

Título: Jesús de Nazaret

 

Editorial: La Esfera de los Libros, S.L. Madrid 2007. Primera Edición.

 

 

 

Considero que este libro es un libro ecuménico, que entabla un diálogo respetuoso y constructivo tanto con los judíos como los teólogos y pastores protestantes. Muestra la figura del Jesús que vivió en Galilea, del Jesús Histórico y su manifestación paulatina como Mesías e Hijo de Dios. En los capítulos donde abunda sobre la figura humana y divina de Jesús incorpora todas las dudas de nuestro tiempo y plantea soluciones que deben dar el paso de la fe, pero como decía aquel honrado ateo francés "para ser una teoría, Jesús de Nazaret, está muy bien fundamentado en la Historia". Una frase similar fue la que llevó a la conversión al Catolicismo a su amigo que la escuchó. Ese camino hacia la fe es el camino que nos plantea Jesús de Nazaret a través del Papa.

 

Algo importante: ¿Por qué rechazó su pueblo al Mesías? El Papa profundiza sobre ese rechazo comprendiendo la dificultad de que aceptasen que Cristo fuese Dios. Recuerdo a la madre judía de Edith Stein cuando le preguntaba, admirando al Rabino Jesús ¿por qué tuvo que decir que era Hijo de Dios, que era Dios?

 

Otra parte de los capítulos del libro es más ascética y prepara para la vida cristiana, la identificación con Cristo a través de la exposición de los Mandamientos, las Bienaventuranzas y las Parábolas, que entronca con el modo de hablar y exponer de los rabinos, y con la culminación y "perfecto cumplimiento" de la Ley de Moisés.

 

A mí me encanta una exposición de la parábola del hijo pródigo, interpretados por el pueblo pagano, y del hijo que "está en casa", el judío. La parábola no está cerrada porque Jesús está esperando todavía la respuesta del hijo fiel para que se incorpore también al Banquete de la Reconciliación. Una llamada del Mesías a su pueblo que sigue ahí... abierta a su Misericordioso abrazo.

 

El libro desgrana también el papel de Jesús como el Hijo de Dios y el hijo del hombre. Cristo que asume nuestra condición pecadora, el valor de penitencia del Bautismo de Juan, y la prueba de las tentaciones... culminando con la muerte en la Cruz como "pecado" de todos los hombres.

 

Una gran obra que si bien en algunos debates es "erudita" en su conjunto está pensada para el hombre moderno, persona crítica, que ha oído mucho o casi todo, que está de vuelta... y que no quiere que se le hurte el debate de la calle, un debate en el que "todo vale" y tenemos que estar doctrinalmente muy bien preparados para que brille la Verdad entre tanta manipulación o "teología de la imaginación" como hacen algunos con sus "me parece".

 

frid

miércoles, septiembre 12, 2007

Aborto selectivo y la silente selección femenina en Estados Unidos.

 Aborto selectivo y la silente selección femenina en Estados Unidos.

 

Population Research

 

Los promotores del aborto nos acusan frecuentemente de odiar a las mujeres, pero en realidad son ellos los únicos promotores de este odio. El siguiente artículo explica cómo el sector más radical a favor del aborto encubre deliberadamente una agenda de violencia despersonalizante en contra de la mujer.

 

Steven W. Mosher

 

 La llegada de la tecnología del ultrasonido normalmente es considerada por el movimiento pro-vida como una bendición. Y con mucha razón. Desde que empezó a hacerse más común su uso, incontables vidas de niños por nacer han sido salvadas, pues la mujer pudo ver por fin una maravillosa y bella forma humana dentro de ella.

 

A su inicio la tecnología del ultrasonido era considerada por el movimiento pro-vida como una bendición. Ahora, su uso se ha impulsado tanto en los servicios de planificación familiar en todo el mundo para ayudar a los padres a saber el sexo de sus hijos, que como resultado las estadísticas de aborto señalan que la selección por sexo es la razón más común para que los bebés sean abortados.

 

Ahora, increíblemente, el poder del ultrasonido está siendo puesto en contra de la vida. ¿Cómo así? El ultrasonido ya no sólo puede presentar la fuerza y la belleza de la vida en el vientre materno, sino que la tecnología ha avanzado al punto en el que también puede dar un diagnóstico preciso del sexo del bebé. Como resultado, por increíble que pueda sonar, las estadísticas de aborto señalan que la selección por sexo es la razón más común para que los bebés sean abortados.

 

Este problema ya se ha hecho común en lugares como India y China, donde están vigentes políticas reproductivas restrictivas. Debido a la advertencia por parte del gobierno de tener pocos hijos, las familias en estos países están desesperadas por tener un hijo hombre que se encargue del trabajo duro de la granja y cuide de ellos cuando sean viejos. Como resultado, las niñas con frecuencia son abortadas o asesinadas durante el nacimiento, lo cual ha dejado como resultado un catastrófico desbalance de sexos en estas regiones.

 

De acuerdo a la División de Población de Naciones Unidas, la actual proporción de sexos es de 94 mujeres por cada 100 hombres, en comparación a las 103 mujeres por cada 100 hombres que hay en los Estados Unidos, o las 104 mujeres por cada 100 hombres en Inglaterra. Las estadísticas de India no son nada alentadoras. En el 2007, 93 niñas indias nacieron por cada 100 niños. De acuerdo a los reportes adicionales de las Naciones Unidas, los abortos por selección de sexo y el infanticidio han probado ser los responsables de la pérdida de al menos 60 millones de niñas en todo el mundo, o probablemente más.

 

 

Aún cuando China e India han implementado leyes que prohíben estas prácticas sexo-selectivas, éstas han tenido un impacto mínimo. Muchos medios de comunicación, incluyendo algunos de China e India, han culpado a la política de un solo hijo, imperante en China, de producir esta acelerada crisis en el equilibrio de sexos. Y ciertamente puede ser. Pero como quiera que fuere, aquí hay un problema más de fondo. Fundamentalmente se ha producido un cambio significativo en las actitudes de las personas, por eso existe un problema como éste. Y este problema no está restringido tan sólo a China o India, sino que se presenta incluso en Estados Unidos.  

   
Las niñas de Asia se están convirtiendo rápidamente en una especie en extinción. 
 
 

La mayoría de las personas en Estados Unidos ven al aborto por selección de sexos como un fenómeno lejano. Uno que sólo ocurre en los países tercermundistas. Allí donde las ideas obsoletas acerca de las mujeres y la sociedad aún continúan siendo normas culturales. De hecho, una encuesta publicada en las Noticias Presbiterianas Pro-Vida muestra que el 79% de los norteamericanos encuestados cree que el aborto no debe ser legal únicamente cuando la mujer no está de acuerdo con el sexo de su hija. El aborto por selección de sexos, visto correctamente, constituye para muchos como la más atroz de las misoginias, una horrible discriminación contra las mujeres incluso antes de que ellas hayan nacido.    

Entonces, ¿Dónde queda el reclamo feminista de que los derechos humanos han sido violados? ¿Dónde está el resentimiento liberal contra una práctica totalmente anti-mujer, tan audazmente opresiva? ¿Dónde están las activistas feministas que no se manifiestan contra una tragedia que incluso Naciones Unidas está lamentando?

 

Esto no significa que las feministas norteamericanas estén conformes con la idea del aborto sexo-selectivo Incluso algunas denuncian tímidamente esta práctica de cuando en cuando. Sin embargo, la inmensa mayoría de feministas mantiene un silencio imperturbable en un asunto que podría ser el caso más grande de "violencia contra la mujer" que las feministas tanto proclaman rechazar.

 

La cruda verdad acerca de las feministas y sus actuales prioridades es ésta: la doctrina del aborto a demanda es mucho más importante, tan fundamental en la mente de las feministas, que están dispuestas a sacrificar cualquier otra causa en agenda, por más significativa que sea, en aras de esta doctrina prioritaria.

 

Como resultado, las feministas con frecuencia volverán atrás para justificar o rechazar el aborto sexo-selectivo. En un documento titulado "¿El Aborto Sexo-Selectivo Puede ser Éticamente Tolerado?", B. M. Dickens argumenta que la selección por sexos es "claramente sexual, pero no necesariamente sexista... Se supone que cualquiera de las opciones es necesariamente sexista e injusta, y las leyes base introducen penas carcelarias en cada uno de los supuestos... en ambos casos es injusto y opresivo". Este documento está disponible en la base de datos de la página web del Journal Medical Ethics (Revista Medica de Ética).

 
La cruda verdad acerca de las feministas y sus actuales prioridades es ésta: la doctrina del aborto a demanda es mucho más importante, tan fundamental en la mente de las feministas, que están dispuestas a sacrificar cualquier otra causa en agenda. ¿Dónde están las activistas feministas que no se manifiestan contra una tragedia que incluso Naciones Unidas está lamentando?.
 
   B.M. Dickens también cita a Susan Sherwin, feminista y catedrática de Filosofía y Estudios de la Mujer de la Universidad de Dalhousie y autora del libro No Más Paciencia: Ética Feminista y Cuidado de la Salud. En el libro resume de forma ordenada el punto de vista del feminismo sobre ese asunto. "Independientemente de cuál sea la razón particular para abortar" afirma Sherwin, "la mayoría de las feministas creen que sólo la mujer que se encuentra en ese dilema puede juzgar mejor que nadie si el aborto es la respuesta apropiada al embarazo... la mayoría de las feministas están de acuerdo en que la mujer debe tener el control total sobre su propia vida reproductiva si ello la libera del dominio del hombre".
 

Es irónico que el escape del "dominio del hombre" deba incluir, como dañó colateral, la indiscriminada destrucción de casi una generación completa de mujeres por nacer. El compromiso frente al aborto está tan arraigado en las feministas que las ha convertido en opresoras de la misma mujer. Ellas mismas están perpetrando contra las mujeres una forma de violencia que es mucho más generalizada, mucho más siniestra que cualquier otra forma de violencia contra la que ellas dicen estar luchando activamente.

 

Esta es la discriminación contra la que los pro-vida norteamericanos estamos luchando. Entendemos que nunca habrá una oposición enérgica contra el aborto sexo-selectivo hasta que haya una oposición fuerte contra el aborto en general. La ley nunca debería permitir arrebatar una vida humana inocente por la conveniencia de otra persona. Sin embargo, una vez que esto ocurre, no debemos sorprendernos si, después de no mucho tiempo, nadie intente ni siquiera disimular este hecho. Simplemente, como van las cosas, nada impediría que una epidemia de aborto sexo-selectivo penetre a la sociedad norteamericana moderna debido a su propio capricho. Como Alexis de Tocqueville dijo hace muchos años, "la salud de una sociedad democrática puede medirse por la calidad de las acciones privadas que realizan los ciudadanos".     

 

Con la legalización del aborto a demanda, siento un profundo temor por el futuro de nuestra sociedad democrática.
 
Colin Mason es el Director para la Producción de Comunicaciones del PRI

 

Steve Mosher es el Presidente del Instituto de Investigación en Población (Population Research Institute), una organización sin fines de lucro dedicada a desmontar la falacia de la sobrepoblación en el mundo.


(c) 2007 Population Research Institute.

   
 
   
 
 
 
 
 Steve Mosher es el Presidente del Instituto de Investigación en Población (Population Research Institute), una organización sin fines de lucro dedicada a desmontar la falacia de la sobrepoblación en el mundo.
(c) 2007 Population Research Institute.

 
 

lunes, septiembre 10, 2007

Torreciudad. Jornada de las familias.

Torreciudad. Jornada mariana de las familias.

 

El sábado 8 de septiembre amaneció magnífico. Todo el día con sol y un viento fresco que hizo de la estancia en Torreciudad (Huesca) unos momentos agradabilísimos. Había sus motivos: los que nos acompañaron rezumaban alegría, la sombra de la Virgen nos acogía, era la fiesta de su Natividad, estuvimos con el Prelado del Opus Dei... todo ayudaba.

 

Si dar cifras de asistencia, con el dato de los 200 autobuses y los 3.000 automóviles, muchos de ellos furgonetas familiares, podríamos estar cerca de las 24.000 personas. ¿Diremos cercanos a los 30.000? No hace falta... la cifra del parque móvil es impresionante. Aunque no íbamos a estar ahí por la cantidad sino por la calidad del acto y de la compañía.

 

El ambiente era claramente familiar. Los niños estaban seguros de que era su fiesta y los mayores disfrutaban viendo tanto futuro, y un futuro cristiano. Se vió la fe hecha realidad en esas familias, muchas de ellas numerosas, que con dificultades y con generosidad, confiando en Dios, se han lanzado a la aventura maravillosa del amor sin oir las voces de sirena e infecundas de los alarmistas agoreros.

 

Tuvimos Santa Misa con la homilía del Prelado del Opus Dei, tertulia por la tarde y después acabamos el acto con el rezo del Santo Rosario en familia y la Bendición con el Santísimo Sacramento.

 

Tanto la ida como la vuelta fue organizada por un numeroso equipo de voluntarios y colaboró, de un modo ejemplar, la Guardia Civil. Estos últimos, de un modo discreto, sin ponerse medallas, hicieron que el tráfico se desarrollase con fluidez y "sin que se les notase" fueron unos ángeles custodios de los peregrinos.

 

El Prelado de la Obra habló de la familia cristiana... y hay contenido para llenar varios folios. No quiero aquí hacer un resumen pero sí señalar que nos animó a ser generosos con Dios y con los demás miembros de la familia, a vivir de fe, a hacer un apostolado familiar: que nos vean alegres, leales, buenos profesionales, que aceptemos el don de Dios de la vida; que los que no tienen hijos también han sido bendecidos por Dios y tienen como hijos los de sus amigos y familiares; que recemos por el Papa Benedicto XVI; que recemos por la expansión de toda la Iglesia por el mundo; que tomemos en serio la educación de los hijos, que les dediquemos tiempo, son el primer y principal negocio. Y, como colofón diré lo que más me impresionó: que tengamos fe en que podemos educar cristianamente a los hijos en el ambiente que nos ha tocado vivir. Optimismo y confianza en Dios y en su Madre. Poniendo los medios, dedicándoles el tiempo que podemos el Señor nos ayudará muchísimo.

 

frid

miércoles, septiembre 05, 2007

Resumen de la Carta Pastoral de los Obispos de la Diócesis de Aragón sobre la educación para la ciudadanía

CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DE ZARAGOZA Y DEL OBISPO DE LA DIÓCESIS DE JACA



A PROPÓSITO DE LA IMPLANTACIÓN DE LA NUEVA MATERIA DE ENSEÑANZA OBLIGATORIA Y EVALUABLE INTRODUCIDA EN NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO ESPAÑOL, EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA Y LOS DERECHOS HUMANOS



RESUMEN DE SU CONTENIDO



1.- El texto episcopal recuerda en su introducción que la educación ocupa un lugar decisivo en la vida del hombre, sobre todo en el caso de niños, adolescentes y jóvenes, por ser llamados éstos a desarrollar en plenitud todas las potencialidades de su ser personal. La educación afecta a todas las dimensiones de la persona. Debe respetar la libertad y el ritmo de crecimiento de cada uno, recae sobre los padres el deber y el derecho de educar a sus hijos, con la ayuda de la sociedad. Y corresponde al Estado tutelar los derechos y deberes en la educación de los ciudadanos. Los obispos aragoneses reconocen el trabajo que realiza el Estado por la consiguiente mejora de la educación y advierten, al mismo tiempo, que el Estado no puede erigirse en instancia educativa autónoma.

 

2.- En un primer capítulo de la Carta Pastoral se ponen en relación la dimensión social del hombre y la educación cívica. Se recuerda que la sociabilidad, dimensión constitutiva del ser humano, debe ser cuidada y educada, aunque la persona humana no se agota en su dimensión social.

Aunque la tarea de la educación cívica es hermosa y necesaria, no por ello se pueden minusvalorar otras dimensiones inalienables en el hombre, interpretándolas como fenómenos fruto de la historia y de la cultura.

 

Los obispos recuerdan los principios que, según el Consejo de Europa, deben presidir la 'Educación para la Ciudadanía Democrática': enseñar los derechos y deberes fundamentales que deben configurar la identidad del ciudadano, y señalar los límites que toda educación para la ciudadanía nunca debería sobrepasar.

 

3.- En un segundo momento se analiza la educación cívica en el actual sistema educativo español y sus presupuestos antropológicos y éticos. A partir del estudio de los Reales Decretos que desarrollan la Ley Orgánica de Educación (LOE), en los que aparecen las razones y la necesidad de introducir la Educación para la Ciudadanía, los obispos de Aragón describen la antropología que, a su juicio, subyace en los principios que inspiran dicha nueva materia de enseñanza y en los objetivos a conseguir con ella. Tal visión antropológica presenta un tipo de hombre ajeno a su Creador, sin trascendencia; un hombre en el que las facultades espirituales del alma son eclipsadas por el nivel del conocimiento sensible y por los afectos; un hombre que se construye a sí mismo, que no puede conocer la verdad y reconocer el bien; y un ser humano cuya sexualidad no es constitutiva, sino el resultado del deseo y de la elección.

 

4.- En otro capítulo se plantean las dificultades ético-jurídicas de la educación para la ciudadanía, a la luz de los derechos fundamentales recogidos en la Constitución Española, concluyendo que la imposición desde arriba de una materia curricular de esta índole no respetaría la secuencia constitucional: libertad de pensamiento libertad de enseñanza libertad de los padres a decidir la identidad de la educación integral de sus hijos. En consecuencia, no se podría imponer a los alumnos, con carácter obligatorio y evaluable, una materia de enseñanza con contenidos dirigidos a formar la conciencia.

 

5.- Finalmente, los obispos se preguntan por algunas salidas ético-jurídicas posibles. La Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos podría tener una salida fácil si se la descargara de su fuerte componente antropológico y ético o si aquélla perdiera su carácter obligatorio y evaluable.

 

Los obispos se hacen eco del sentir de muchos sectores de la población que se encuentran en una situación de confusión y malestar por este asunto. Llaman a todos, especialmente a los padres, a actuar de modo responsable y comprometido, en defensa de la libertad de conciencia y de la libertad de enseñanza, y en defensa de sus derechos inalienables de educar integralmente a sus hijos, con el deseo de encontrar cauces de entendimiento y horizontes de solución.



 

CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DE ZARAGOZA Y DEL OBISPO DE LA DIÓCESIS DE JACA

CARTA PASTORAL DE LOS OBISPOS DE LAS DIÓCESIS DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA DE ZARAGOZA Y DEL OBISPO DE LA DIÓCESIS DE JACA



A PROPÓSITO DE LA IMPLANTACIÓN DE LA NUEVA MATERIA DE ENSEÑANZA OBLIGATORIA Y EVALUABLE INTRODUCIDA EN NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO ESPAÑOL, EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA Y LOS DERECHOS HUMANOS



La educación ocupa un lugar decisivo en la vida del hombre, pues éste, a diferencia de los otros seres del mundo, no es un ser-en-sí cerrado, decidido y concluido a priori para siempre, sino un ser personal, inteligente y libre, vocado por naturaleza a llegar a la plenitud de sí mismo, pero con riesgo de perderse, habida cuenta de la fragilidad de sus facultades intelectuales y volitivas; y, por consiguiente, necesitado de ayuda para el cumplimiento de su propio ser.

 

La educación de la persona humana debe realizarse de un modo que corresponda al verdadero ser de ésta y que afecte a todas sus dimensiones: a su naturaleza, a su origen y a su fin último, a su inteligencia y a su libertad, a su sexualidad, a su conciencia moral y a su sociabilidad.

 

El respeto del ser de la persona debe, pues, presidir siempre el acto educativo. ¡Cuántas personas han sufrido y sufren el riesgo de malograrse, bien por la ausencia de educación, bien por haber recibido una educación sesgada o totalmente en contra de la verdadera esencia humana!

 

La educación es especialmente importante en los niños, adolescentes y jóvenes, ávidos de la verdad, pero todavía sin madurez suficiente para recibir críticamente lo que les viene del exterior e incluso lo que emerge de su mundo interior y, por tanto, susceptibles de ser orientados y de orientarse en una dirección opuesta a su ser.

 

El ejercicio de la educación exige necesariamente el celo por el bien del educando, el deseo de que éste se desarrolle y crezca según su verdadero ser, el respeto profundo de su libertad, el amor a su persona.

 

Pero no todos pueden erigirse sin más en educadores; no todos tienen derecho a educar.

 

Los padres son, en principio, los educadores natos de sus hijos. Por haberles amado antes incluso de su concepción, ellos son sus primeros educadores. Pues, ¿qué otros si no el padre y la madre son los que están llamados a amar verdaderamente a su prole? Concebidos en el seno materno desde un acto interpersonal de amor, los hijos son el fruto de ese amor. Pero hay más todavía. El hijo nace como persona, con derecho, por tanto, a recibir de los padres la protección necesaria, la alimentación, la educación. Consecuentemente, educar física, intelectual y moralmente a los hijos constituye un deber natural y un derecho natural de los padres.

La auténtica democracia supone respeto a los derechos humanos fundamentales, entre los cuales ocupa un lugar preeminente el derecho inalienable de los padres a decidir libremente el tipo de educación que quieren para sus hijos.

 

Ciertamente, el deber de la educación, que recae primariamente en los padres, necesita de la ayuda de toda la sociedad: de la ayuda de aquellos cuerpos sociales intermedios a los que los padres hacen partícipes del derecho de educar a sus hijos; y de la ayuda de la misma sociedad civil, que colabora con los padres en la tarea educativa, pero atendiendo siempre a los deseos de éstos.

 

Por consiguiente, es deber del Estado, en lo que concierne a la educación de las nuevas generaciones, tutelar los derechos y obligaciones de los padres y de todos los demás sujetos educativos, colaborando diligentemente con ellos; y completar la obra de la educación según el principio de subsidiariedad cuando no es suficiente el esfuerzo de los padres y de los otros cuerpos sociales educativos, pero siempre en estrecha relación con la voluntad de éstos.

 

En honor de la verdad, por fuerza hay que reconocer la inestimable ayuda que la sociedad civil y los cuerpos educativos intermedios vienen prestando desde hace muchos años a la labor educativa de los padres. Buena prueba de ello son la creación y el mantenimiento por el Estado de esa gran red de escuelas y de institutos propios distribuidos por todo el territorio nacional, la cuantiosa aportación económica prestada a los cuerpos sociales educativos mediante la fórmula de Concertación de Centros y las innumerables ayudas económicas otorgadas directamente a los alumnos a través de becas y de bolsas de estudio.

 

Ahora bien, la ayuda de la sociedad civil a la educación de los niños, adolescentes y jóvenes, siempre necesaria y exigible por los padres, no faculta al Estado para erigirse en instancia educativa autónoma. En esta tentación, no del todo infrecuente en la historia, pensamos haya incurrido nuestro actual sistema educativo con el establecimiento de una materia en el diseño curricular cuya finalidad primordial se dice estriba en preparar a las nuevas generaciones para vivir en democracia, pero que, en realidad, se sale de estos límites legítimos y acaba asumiendo una labor sagrada que no le corresponde: la de educar a la persona en profundidad y en todas las dimensiones de ésta.

 

La cuestión no deja de tener su gravedad y está siendo causa en muchas partes de un fuerte malestar, lo que se manifiesta en el importante debate social desatado al respecto, en el dolor y en la angustia de tantas familias con hijos en edad escolar y en la duda surgida en no pocas Comunidades Autónomas sobre la implantación inmediata de esta nueva materia, habida cuenta del notable número de casos presentados de recurso de inconstitucionalidad y de objeción de conciencia.

 

Conscientes de que los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres, son también los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de todos los hijos de la Iglesia, particularmente de los pastores, los obispos de las diócesis de Aragón nos vemos urgidos a seguir participando, desde la autonomía legítima de la razón, iluminada por la fe, en el debate social sobre este problema, para contribuir a su discernimiento y ayudar a encontrar soluciones justas. En realidad, se trata de insistir nuevamente en las enseñanzas ya ofrecidas al respecto por la Conferencia Episcopal Española y por todos y cada uno de los obispos en nuestras respectivas Iglesias locales.

 

No otro es el fin -con la mayor humildad lo decimos- de esta Carta Pastoral dirigida a los padres, a los profesores y a los Centros de Enseñanza, a los sacerdotes, religiosos y catequistas, a los niños, adolescentes y jóvenes, a los políticos y a los gobernantes, elegidos libremente por los ciudadanos para que trabajen por el logro del bien común, y a todos los hombres de buena voluntad.

I.- LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL HOMBRE Y LA EDUCACIÓN CÍVICA

El hombre no es sólo un ser social, pero es también un ser social. La sociabilidad es una dimensión constitutiva del ser humano. Bien lo advierte la sabiduría del libro del Génesis a propósito del matrimonio y de la familia, la más genuina y originaria expresión de la sociabilidad humana: "Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó" (Gn 1,27). La sociabilidad es, pues, constitutiva de la persona, la cual está y se percibe abierta a priori al ser de la otra persona. También por eso, Adán siente alegría inaudita al encontrarse con Eva (Gn 2,23). La utopía del solitario Emilio de Rousseau es, así, un sueño diurno de la razón carente de verdad.

 

Pues bien, si el hombre es un ser llamado por naturaleza al encuentro con los otros y a la vida con los otros, entonces esta dimensión social, aun no agotando la riqueza del ser humano, exige ser cuidada y educada. Como señala la Declaración Gravissimum educationis del Concilio Vaticano II, hay que preparar a los niños y a los adolescentes a que participen en la vida social, de forma que, bien instruidos en los medios necesarios y oportunos, puedan hacerse activamente presentes en los diversos grupos de la sociedad humana, estén dispuestos para el diálogo con los otros, se muestren abiertos a las relaciones fraternas con las personas venidas de otras latitudes, fomenten en la tierra la unidad y la paz, y presten con gusto su colaboración al logro del bien común1.

 

Pero la formación cívica, que ayuda al hombre a vivir en sociedad, no puede comprometer la esencia del hombre, la cual no se agota en la sociabilidad. El hombre es social, pero su misterio no queda desvelado plenamente en su apertura a los otros ni en su vida entre los otros. La persona humana no se agota en la sociedad, lo que determina que aquélla no sea reducible a un momento de ésta.

 

En virtud de su condición espiritual, el ser humano posee una interioridad y una profundidad cuyas exigencias no pueden ser colmadas solamente por la naturaleza y por la sociedad. Por su condición natural de espíritu-en-el-mundo, el hombre se percibe radicalmente ligado a la naturaleza y, al mismo tiempo, trascendiendo cualitativamente ésta. Y, lo que le ocurre al hombre respecto de la naturaleza, le ocurre también, aunque en otro sentido, respecto de la sociedad.

 

En efecto, ocupado en la naturaleza e inmerso en la sociedad, el hombre vuelve constantemente sobre sí y, en lo más profundo de su espíritu, se ve urgido a formularse preguntas que no puede soslayar y a las que el mundo no puede ofrecerle plena respuesta. Son las grandes preguntas acerca de la verdad de su ser y acerca del ser del mundo, sobre el sentido del dolor y de la muerte, sobre el bien y el mal, sobre su vocación y destino último, sobre el ser de su libertad, sobre la existencia y la esencia de Dios.

 

Por consiguiente, al no agotarse la persona humana en su dimensión social, esta dimensión no puede ser considerada como la única dimensión constitutiva del hombre y, por ende, no puede ser absolutizada. De ahí que una educación para la ciudadanía no pueda minusvalorar las otras dimensiones inalienables del hombre, juzgándolas secundarias, considerándolas tal vez impropias de la persona, subsumiéndolas en la dimensión social o interpretándolas como fenómenos advenidos al ser humano por causa de la historia y de la cultura. Esta pretensión reductora no consiste sino en la ilusión de crear un hombre social y sólo social.

 

Ciertamente, la tarea de la educación cívica es grande, hermosa y necesaria. Ella parte del hombre como ser social, reconoce los derechos naturales e inalienables de la persona humana en sí misma considerada y en su vida en sociedad, enuncia los deberes de la persona respecto de la sociedad en que ésta vive y pone de manifiesto los valores y las virtudes cívicas exigibles al hombre para vivir en sociedad. Y procede así dejando al margen el tipo de sociedad de que se trate y el signo político de quienes tienen a su cargo en un momento determinado el gobierno de la 'cosa pública'. Bien señaló el Papa Juan-Pablo II en reiteradas ocasiones que la democracia, para su justo funcionamiento, debe estar basada en valores objetivos y permanentes, pues, si no existe un punto firme de referencia, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder, hasta el punto de que una democracia sin valores objetivos y vinculantes podría convertirse con mucha probabilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia2.

 

Pero, aun teniendo tan necesario y tan alto cometido, la educación cívica es humilde y se detiene, reverente, ante el misterio del hombre oculto en el ciudadano.

Dicho en síntesis, la educación cívica no debe preterir la sentencia del sabio Aristóteles en el conocido paso de la Ética a Nicómaco: "Una cosa es ser hombre bueno y otra muy distinta, ser buen ciudadano de un régimen cualquiera"3. Cuando se confunden e identifican ambas cosas, el legislador sobrepasa los límites constitutivos de su función y pide al ciudadano lo que a la persona de éste sólo le pueden pedir Dios y su conciencia. Por tanto, dese al César lo que es del César y a Dios, lo que es de Dios. El César puede pedir legítimamente al ciudadano, a través de la educación cívica, que éste, en su comportamiento social, respete los derechos fundamentales de la persona y guarde las virtudes cívicas. Pero no puede pedirle que deconstruya su conciencia, su cosmovisión, su sistema de valores, ni que llene a continuación el espacio vacío que ha quedado en su alma con otra conciencia moral, propiciada y, al fin y al cabo, impuesta desde arriba por medio de la educación cívica. Y menos todavía puede argüirle que semejante sacrificio viene exigido por el ser mismo de la sociedad democrática. Este modo de razonar bien podría constituir un bello pretexto para imponer al ciudadano, como necesario y vinculante, un determinado pensamiento único, cuando, en realidad, la democracia excluye a priori la imposición de tal pensamiento. Como decía Pablo VI, "no pertenece al Estado, ni a los partidos políticos, que se cerrarían sobre sí mismos, el tratar de imponer una ideología por medios que desembocarían en la dictadura de los espíritus, la peor de todas. Incumbe a los grupos establecidos por vínculos culturales y religiosos -dentro de la libertad que a sus miembros corresponde- desarrollar en el cuerpo social, de manera desinteresada y por su propio camino, las convicciones últimas sobre la naturaleza, el origen y el fin de la persona humana y de la sociedad. En este campo conviene recordar el principio proclamado por el Concilio Vaticano II: <>"4.

 

Bien se ha percatado la Unión Europea de la esencia y de los límites de la verdadera educación cívica, denominada por el Consejo de Europa 'Educación para la Ciudadanía Democrática'.

 

Un examen conjunto de cuatro textos claves de la Unión Europea sobre esta cuestión, a saber, la Recomendación 1346, de 26 de octubre de 1997, la Recomendación 1401, de 30 de marzo de 1999, la Declaración formal del Comité de Ministros del Consejo de Europa, de 7 de mayo de 1999, y el nuevo programa Ciudadanos para Europa, presentado al Parlamento Europeo y al Consejo el 6 de abril de 2005, da como resultado el diseño de una 'Educación para la Ciudadanía Democrática', que estaría presidida por tres principios:

 

1. La 'Educación para la Ciudadanía Democrática' enseñará los derechos fundamentales del hombre y los valores comunes que deben configurar la identidad del ciudadano. Estos valores, considerados como cimiento de la sociedad democrática, son la libertad, la lealtad, la tolerancia y la solidaridad. Se evitará así que la introducción de tales estudios convierta la escuela en un ámbito de lucha ideológica o en una correa de transmisión de la ideología del grupo político dominante.

2. En cuanto a su finalidad, la 'Educación para la Ciudadanía Democrática' deberá enseñar los derechos fundamentales de todos y los derechos específicos inherentes a la ciudadanía, así como también los deberes que se deducen de las notas definitorias del concepto de ciudadano, pero siempre con el fin de orientar a todos a la acción, al compromiso personal y al esfuerzo en la tarea de promover los bienes cívicos.

3. Y, en cuanto a sus límites, la 'Educación para la Ciudadanía Democrática' no podrá nunca abrigar la ambición totalitaria de dar normas sobre todas las conductas humanas, en el soberbio y desmedido intento de construir un hombre nuevo, tarea muy alejada de lo que se espera de un gobierno democrático.

II.- LA EDUCACIÓN CÍVICA EN EL ACTUAL SISTEMA EDUCATIVO ESPAÑOL Y SUS PRESUPUESTOS ANTROPOLÓGICOS Y ÉTICOS

La Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, una de las novedades de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOE), consiste en una nueva materia obligatoria y evaluable introducida en los currículos de la Educación Primaria, Secundaria Obligatoria y Bachillerato.

Dicha materia, cuya implantación parcial comienza en el presente curso, abarca tres asignaturas materialmente distintas, pero formalmente conexas.

La primera se denomina Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos. Esta asignatura se impartirá en dos tiempos distintos del largo iter escolar: en uno de los dos cursos del tercer ciclo de Primaria (niños de entre 10 y 12 años) y en uno de los tres primeros cursos de la ESO (muchachos de entre 12 y 15 años).

 

La segunda asignatura recibe el nombre de Educación ético-cívica y se impartirá en el curso cuarto de la ESO. Afectará, pues, a adolescentes de entre 15 y 16 años.

 

Y la tercera asignatura, llamada Filosofía y Ciudadanía, se impartirá en uno de los dos cursos de Bachillerato, incidiendo, por tanto, en alumnos de entre 16 y 18 años.

 

La 'Exposición de motivos' de la LOE afirma la importancia de esta materia curricular en el conjunto de las actividades educativas, anuncia la introducción de nuevos contenidos referidos a esta educación, explica la triple finalidad de la misma y señala que no podrá ser una materia alternativa o sustitutoria de la enseñanza de la religión ni tampoco se confundirá con la educación en valores de carácter transversal.

 

Como fácilmente se advierte, llaman poderosamente la atención y suscitan interrogantes la gran importancia otorgada por la Ley a esta materia curricular, el hecho de que ésta presente nuevos contenidos, que tenga carácter obligatorio y evaluable, que no pueda ser transversal a otras disciplinas y que se excluya a priori el poder ser alternativa o sustitutoria de la enseñanza de la religión.

 

Sin embargo, las tres razones con que la LOE justifica la introducción de esta materia en el sistema escolar son, en principio, plausibles. Como leemos en la 'Exposición de motivos', la triple finalidad perseguida por la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos estriba en "ofrecer a todos los estudiantes un espacio de reflexión, análisis y estudio acerca de las características fundamentales y el funcionamiento de un régimen democrático, [acerca] de los principios y derechos establecidos en la Constitución española y en los tratados y las declaraciones universales de los derechos humanos, así como [también acerca] de los valores comunes que constituyen el sustrato de la ciudadanía democrática en un contexto global. (...) La nueva materia permitirá profundizar en algunos aspectos relativos a nuestra vida en común, contribuyendo a formar a los nuevos ciudadanos".

 

En efecto, ¿puede alguien dudar de la bondad de una materia curricular que persigue dar a conocer la textura interna y los mecanismos de funcionamiento de una sociedad democrática, así como también los principios y los derechos establecidos como permanentes e inalienables en nuestra Constitución y en los tratados y en las declaraciones de los derechos humanos? Más todavía: ¿qué duda cabe de que la vida en una sociedad democrática exige aceptar algunas reglas comunes apoyadas en valores para que aquélla sea posible? Por tanto, el conocimiento reflejo de la Constitución, de los derechos fundamentales del ser humano recogidos en las declaraciones universales y de los mínimos necesarios para la convivencia sin traumas en la sociedad democrática es algo bueno e incluso necesario.

Ahora bien, si la presentación formal de la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos ofrecida por la LOE, aun suscitando interrogantes, podía inducir a pensar en la posible bondad del legislador al introducir aquella materia, los Reales Decretos aparecidos ocho meses después, en los que se desarrolla la LOE, confirmaron las reservas habidas. Estos Reales Decretos son, como se sabe, el de 'Enseñanzas Mínimas para Educación Primaria', de 7 de diciembre de 2006, publicado en el BOE al día siguiente; y el de 'Enseñanzas Mínimas para Educación Secundaria Obligatoria', de 29 de diciembre de 2006, publicado en el BOE el 5 de enero de 2007.

 

Tales Reales Decretos desarrollan pormenorizadamente los principios, los objetivos y los contenidos de la Educación para la Ciudadanía, ponen de relieve la gran contribución de esta materia escolar a la así llamada 'adquisición de competencias básicas' y contemplan detenidamente los criterios para su evaluación.

Como vamos a ver enseguida, la configuración de esta nueva materia se presenta crípticamente en la Ley y de un modo explícito en los Reales Decretos, que la desarrollan y aplican, no sólo ni sobre todo como un instrumento pedagógico al servicio de una cultura o educación político-jurídica y propiamente cívica, sino, principal y fundamentalmente, como una asignatura independiente y obligatoria dirigida a inculcar una educación en actitudes y valores éticos tanto en el plano de las relaciones sociales como en el del propio comportamiento personal, basada en una explícita antropología fundamental.

 

En efecto, un análisis atento de dichos Reales Decretos revela la concepción sistemática de la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos como una materia que integra elementos teóricos y prácticos de antropología, ética general, individual y social, con elementos de educación político-jurídica y cívica.

Y este hecho se observa tanto en el ámbito de los contenidos y objetivos, de los que derivan los propósitos o fines, como también en la contribución de dicha materia al desarrollo de las competencias básicas y en la determinación del criterio de evaluación.

 

Haciendo abstracción metodológica de los elementos de educación político-jurídica y propiamente cívica contemplados en la Educación para la Ciudadanía, esta materia ofrece, entre otros, los siguientes presupuestos antropológicos, ético-personales y ético-sociales: la proclamación de la autonomía completa del hombre tanto en sí mismo como en su relación con los demás; la afirmación de la identidad absoluta del varón y de la mujer con la consiguiente negación de que aquél y ésta, iguales en naturaleza y dignidad, constituyen, en virtud de su distinta corporeidad, dos formas cardinalmente distintas de realización de la misma naturaleza humana; la afirmación de una libertad sin límites, a saber, de una libertad plenamente autónoma y creadora que no admite como vinculante referente objetivo alguno; la interpretación de la conciencia moral como plenamente autónoma y constructora de sus contenidos con el fin de que ésta se muestre acorde con las sociedades democráticas, plurales, complejas y cambiantes en las que vivimos, lo que implica la caída en el relativismo moral absoluto y, por ende, en la negación de la existencia del bien y del mal en sí; el olvido sistemático y pretendido de toda trascendencia; y la consideración de los derechos fundamentales del hombre como no emergentes a priori de la naturaleza de éste, sino como otorgados a posteriori por la sociedad civil y, por tanto, sometidos, en lo que se refiere a su contenido, al devenir histórico.

 

Como bien señala el Presidente de 'Profesionales por la Ética', el hombre que resulta de la antropología subyacente a la Educación para la Ciudadanía tendría el siguiente perfil: un ser inmanente, ajeno a su Creador, sin trascendencia y, por tanto, mutilado en su realidad (laicismo); un hombre en el que las facultades espirituales del alma son eclipsadas por el nivel del conocimiento sensible y por los afectos (empirismo); un ser autónomo que se construye a sí mismo y que no puede conocer la verdad ni objetivar el bien (relativismo moral); y un ser humano cuya sexualidad no es constitutiva, sino el resultado del deseo y de la elección (ideología de género).

 

En resumen, la Educación para la Ciudadanía implica, según la LOE y los mentados Reales Decretos, una teoría general sobre el hombre y sobre los principios éticos que deben modelar su existencia y regir su conducta individual y social. Ciertamente, esta teoría general no se desarrolla de forma sistemática ni exhaustiva, pero sí de un modo que condiciona fuertemente la educación integral de los alumnos. Y tal teoría se ofrece como una doctrina que, excluyendo sistemáticamente toda referencia a la dimensión trascendente del hombre y de la sociedad, mantiene una concepción laicista de la vida en la que no caben ni Dios ni verdad objetiva alguna. La verdad en sí de las cosas y la verdad en sí de Dios quedan relegadas a la esfera de lo privado.

 

Es como si, para ser un buen ciudadano en la sociedad democrática, se necesitase el asentimiento interior y exterior a un determinado credo, el laicista en este caso, el cual debe ser estudiado, comprendido, aprendido, interiorizado y vivido merced a la ayuda de la Educación para la Ciudadanía.

III.- DIFICULTADES ÉTICO-JURÍDICAS DE LA EDUCACIÓN PARA LA CIUDADANÍA

Los derechos de libertad de pensamiento y de religión, de libertad de enseñanza y de creación de centros docentes, por una parte, y, por otra, el derecho de todos a una educación integral y el derecho de los padres a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos, constituyen dos órdenes de derechos afirmados y puestos en perfecta relación por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por otros tratados y acuerdos internacionales, como el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, de 1966, y la Carta de los Derechos Fundamentales, proclamada por la Unión Europea, el 18 de diciembre de 2000.

La Constitución Española presta oído a estos dos órdenes de derechos fundamentales y los recoge en sus artículos 16,1 y 27,1.2.3.6.

 

En efecto, el derecho de libertad de pensamiento y de religión es afirmado en el art. 16,1: "Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley".

El derecho de la libertad de enseñanza es reconocido, en estrecha relación con el derecho de todos a la educación, en el art. 27,1: "Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza".

 

El derecho a la libertad de creación de centros docentes de iniciativa social queda asumido en el art. 27,6: "Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los principios constitucionales".

 

Por otra parte, el derecho de todos a una educación integral de sus personas queda afirmado en el art. 27,2: "La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales".

 

Y el derecho inalienable de los padres a pensar y decidir qué educación dar a sus hijos es garantizado por el Estado en el art. 27,3: "Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones".

Ahora bien, en nuestra Constitución también se da una conexión interna entre estos dos órdenes distintos de derechos.

 

Respecto del primer orden, si la Constitución reconoce el derecho de la libertad real a mantener y manifestar públicamente una ideología, una religión y un culto (art. 16,1), entonces quedan plenamente legitimados el derecho de la libertad de enseñanza (art. 27,1) y el derecho a la libertad de creación de centros docentes de iniciativa social (art. 27,6), los cuales pueden darse a sí mismos un ideario o carácter propio, marcado, en cada caso, por una determinada concepción y visión del hombre y de la vida. La lógica interna de estos tres derechos salta inmediatamente a la vista.

 

Pero este primer orden de derechos guarda, a su vez, una relación intrínseca con el segundo orden, a saber, con el derecho de que todos puedan acceder a la educación (art. 27,1), entendiendo ésta como educación integral (art. 27,2), y con el derecho que asiste a los padres de educar integralmente a sus hijos según sus convicciones religiosas y ético-morales (art. 27,3).

 

En efecto, el derecho a la libertad de pensamiento determina el derecho de la libertad de enseñanza y de creación de centros docentes (primer orden de derechos); y el derecho de la libertad de enseñanza constituye el principio de legitimación del derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones (segundo orden de derechos). Por consiguiente, tanto la escuela privada como la escuela pública deben educar teniendo en cuenta la voluntad educativa de los padres.

 

Así las cosas, la imposición legal de una materia de enseñanza obligatoria y evaluable de formación antropológica y moral con carácter general para todos los alumnos, como es el caso de la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos, podría significar el no cumplimiento del art. 27,3 de la Constitución Española en relación con sus artículos 27,1 y 16,1.

 

En efecto, la imposición desde arriba de una materia curricular de esta índole no respetaría la secuencia constitucional libertad de pensamiento libertad de enseñanza libertad de los padres a decidir la identidad de la educación integral de sus hijos. Con lo cual, el Estado, consciente o inconscientemente, se convertiría en la instancia última que define el ser y el obrar de la persona. Y todos sabemos que, si se pretendiese erigir tal postulado en supuesto doctrinal intrínseco del ordenamiento jurídico, quedaría completamente vacío de contenido el derecho de la libertad de enseñanza de los padres y de las instancias o instituciones sociales llamadas a intervenir en el proceso educativo, que entraría en contradicción con el derecho de libertad ideológica, religiosa y de culto que garantiza el artículo 16,1 de la Constitución.

 

Se incurriría así en una concepción ideológica del Estado, la cual, como decía hace meses el Cardenal Rouco Varela en una conferencia dictada en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, nos retrotraería a períodos de la historia política de la Europa del siglo XX que habríamos de dar ya por definitivamente superados, al tiempo que abriría paso a una realización injusta del orden político-constitucional5.

 

A este respecto, hay que tener en cuenta lo que sobre el derecho de los padres nos dicen los textos jurídicos internacionales: "Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España"6.

 

Volviendo al hilo conductor del tema que nos ocupa, la nueva materia de Educación para la Ciudadanía puede enfrentarse, a nuestro juicio, con obstáculos éticos y constitucionales muy serios, pues dicha materia, dada su verdadera identidad, al ser impuesta por el Estado como obligatoria para todos y como evaluable, infringe el derecho natural y positivo a la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y de las comunidades, el derecho de la libertad de enseñanza y el derecho de los padres a determinar la formación moral y religiosa que estimen en conciencia ser la buena para sus hijos, un derecho afirmado en el art. 27,3 de la Constitución, que, según sentencia del Tribunal Constitucional7, deriva inmediatamente del derecho de la libertad de enseñanza, hasta el punto de que no habría hecho falta que tal derecho, para ser jurídicamente vinculante, constara explícitamente en la Constitución.

 

Dicho de otra forma, el Estado no puede introducir como obligatoria una materia de enseñanza cuyos principios inspiradores, objetivos pedagógicos y contenidos, junto con los criterios correspondientes de evaluación, vayan dirigidos teórica y prácticamente a la formación moral de los alumnos. Y menos todavía puede el Estado permitirse introducir, a través de los presupuestos antropológicos explícitos e implícitos en dicha asignatura, una concepción del hombre, de la vida y del mundo elevada al rango de doctrina o de ideología obligatoria que venga de hecho a competir con la formación religiosa o con otra formación de carácter fundante y global queridas libremente por los padres. Esta conclusión sería válida tanto para la escuela pública como para la privada o de iniciativa social.

 

Huelga decir que no cabe argumentar recurriendo a una argucia hermenéutica presuntamente aplicable al art. 27,3 de la Constitución. Según esta argucia, la formación religiosa y moral, cuyo derecho corresponde a los padres, sería compatible con la formación ética e ideológica, pues una y otra tendrían contenido distinto. Semejante argumentación olvida por lo menos tres cosas. En primer lugar, que, histórica, etimológica y semánticamente, ética y moral acaban significando lo mismo. Olvida también que la moral derivada de la religión presupone y asume necesariamente la ética natural o moral natural. Y olvida, finalmente, que la formación religiosa y moral implica a priori la prosecución del pleno desarrollo de la personalidad humana en todas sus dimensiones, que es precisamente lo que también persigue la Educación para la Ciudadanía.

 

Por tanto, una y otra, la formación religioso-moral y la formación ético-ideológica, aun encerrando contenidos materiales distintos y opuestos, tienen ambas un carácter fundante y global, lo que hace se excluyan mutuamente. La afirmación de una supone la negación de la otra.

En resumen, la Educación para la Ciudadanía podría contradecir con razones bien fundadas el artículo 27,3 de la Constitución, considerado éste en relación con los artículos 16,1 y 27,1 de la misma.

 

Pero, aun en el caso de que no se diera esta contradicción, el problema seguiría abierto, pues la norma suprema del obrar humano no la da una ley positiva de rango inferior o superior, sino la justicia. Y ésta, en sí misma, trasciende todo ordenamiento jurídico positivo. Bien señala Benedicto XVI que "la justicia es de naturaleza ética"8, lo cual significa que el juicio sobre la justicia o no justicia de una ley positiva, independientemente del rango que ésta tenga, no lo dicta la ley positiva misma, sino la razón práctica a través de sus juicios y, concretamente, a través del juicio de la conciencia, que es la norma última del obrar humano, pues es ésta la que le dice imperativamente al hombre "haz esto, evita aquello"9.

IV.- ALGUNAS SALIDAS ÉTICO-JURÍDICAS POSIBLES

¿Qué soluciones ético-jurídicas fáciles podría tener la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos?

 

Esta materia de enseñanza podría tener una salida fácil si se la descarga de su fuerte componente antropológico y ético o si pierde su carácter obligatorio y evaluable. Pero no tendría salida fácil si conserva su fuerte componente antropológico y ético y, simultáneamente, se afirma su carácter obligatorio y evaluable.

En el primer caso, la Educación para la Ciudadanía podría seguir siendo obligatoria y evaluable, pues sus contenidos serían sólo los propios de una educación político-jurídica y cívica. Como dice la primera Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española10, una educación para la ciudadanía "que no hubiera invadido el campo de la formación de la conciencia y se hubiera atenido, por ejemplo, a la explicación del Ordenamiento constitucional y de las Declaraciones Universales de los Derechos Humanos, hubiera sido aceptable e incluso, tal vez, deseable"11.

 

Y en el caso de que se quisiera conservar su fuerte componente antropológico y ético, dicha materia podría ser propuesta como opcional.

 

Pero, si La Educación para la Ciudadanía sigue manteniendo su fuerte componente antropológico y ético y, al mismo tiempo, conserva su carácter obligatorio, entonces plantearía problemas muy difíciles de resolver. Como dice el Episcopado Español a través de la Comisión Permanente, "por un lado, los centros católicos o inspirados en la doctrina católica se verían obligados por la Ley a introducir en su programación una asignatura que no resulta coherente con su ideario, puesto que -según el actual currículo- no es conforme con la Doctrina Social de la Iglesia, tanto por su carácter de formación estatal obligatoria de las conciencias como por sus contenidos. Por otro lado, los centros educativos del Estado, perdiendo su obligada neutralidad ideológica, impondrán a quienes han optado por la Religión y Moral Católica otra formación moral no elegida por ellos, sin que éstos puedan gozar de la protección que el carácter propio otorga a quienes estudian en centros de iniciativa social católica. En los centros estatales estudian la mayor parte de los hijos de padres católicos. En cualquier caso, todos los alumnos, católicos o no, quedan afectados en sus derechos, ya que a ninguno se le puede imponer una formación moral no elegida por él o por sus padres: ni una supuestamente mayoritaria, ni la católica, ni ninguna otra"12.

 

El estado actual de esta nueva materia reclama, pues, una actitud responsable y comprometida.

 

Ciertamente, se han planteado muchos interrogantes acerca del modo adecuado de responder a tal desafío. La Conferencia Episcopal Española, de la que vuestros Obispos somos miembros, nos exhorta a todos a no adoptar una actitud pasiva ante una materia de enseñanza inaceptable tanto en la forma como en el fondo. Inaceptable en la forma, porque impone legalmente a todos una antropología que sólo algunos comparten; e inaceptable en el fondo, porque sus contenidos son perjudiciales para el desarrollo integral de la persona13.

 

Pues bien, la Comisión Permanente del Episcopado nos recuerda en su segunda Nota que "los medios concretos de actuación de los que disponen los padres y los centros educativos son diversos. (...) Se puede recurrir a todos los medios legítimos para defender la libertad de conciencia y de enseñanza, que es lo que está en juego. Los padres harán uso de unos medios y los centros, de otros. Ninguno de tales medios legítimos puede ser excluido justamente en ninguno de los centros en los que se plantea este nuevo desafío: ni en los centros estatales ni en los de iniciativa social"14.

 

Los padres, en concreto, "harán muy bien en defender con todos los medios legítimos a su alcance el derecho que les asiste de ser ellos quienes determinen la educación moral que desean para sus hijos"15.

 

En el variado panorama actual de tomas de posición respecto de esta materia de enseñanza de la LOE, existe una plataforma de organizaciones en la que están presentes, entre otras, la CONCAPA, la CECE, el 'Foro de la Familia' y 'Profesionales por la Ética'. Estas instituciones y otras muchas han realizado un gran esfuerzo en lo que concierne a la información sobre la vulneración del derecho de los padres que supone la implantación de la Educación para la Ciudadanía. Todas ellas proponen varios caminos democráticos, entre los que se encuentran el recurso de inconstitucionalidad, la objeción de conciencia, etc.

Corresponden a la legítima autonomía de la conciencia rectamente formada de los padres y de las personas de los Centros la reflexión sobre las implicaciones de esta nueva materia curricular, así como también el estudio detenido de los horizontes de solución.

 

Urgidos por la caridad pastoral hacia todos, hacia todos sin excepción, nosotros hemos creído que es nuestra obligación contribuir al conocimiento y a la difusión de la verdad, la única que hace libres a los hombres (cf. Jn 8,32), para que, viviendo la verdad desde la caridad, que es el amor perfecto, podamos alcanzar todos la verdadera medida de nuestro ser, Jesús, el Señor (cf. Ef 4,15).

 

Que María del Pilar, la Madre de todos, nos conduzca a su Hijo Jesucristo, luz de los pueblos que disipa toda oscuridad y nos abre a la verdad plena.

Recibid todos nuestro saludo más ferviente y nuestra bendición, que viene de Dios.

 

Dado en Zaragoza, a 28 de agosto, Fiesta de San Agustín, Obispo y Doctor de la Iglesia, del año de gracia de 2007.



+ Manuel, Arz. Metr. de Zaragoza

+ Alfonso, Ob. de Barbastro-Monzón

+ Jesús, Ob. de Huesca y Ob. de Jaca

+ José-Manuel, Ob. de Teruel y Albarracín

+ Demetrio, Ob. de Tarazona.

 

 

1 Cf. CONCILIO VATICANO II, Declaración Gravissimum educationis, 1.

2 C f. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Veritatis Splendor, 101.

3 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, V, 1130 b 29-30.

4 PABLO VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens, 25

5 Cf. ANTONIO MARÍA ROUCO VARELA, La Educación para la Ciudadanía. Reflexiones para la valoración jurídica y ética de una nueva asignatura en el sistema escolar español (Conferencia pronunciada en Madrid en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, el 29 de mayo de 2007), Edice, Madrid 2007, 26.

6 CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA, art. 10,2.

7 Cf. STC 5/1981, de 13 de febrero. Fundamento Jurídico 7º.

8 BENEDICTO XVI, Carta Encíclica Deus Caritas est, 28a.

9 Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, 16.

10 Nos referimos a la primera de las dos conocidas Notas sobre la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos publicadas por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española en febrero y junio respectivamente del presente año. Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, La Ley Orgánica de Educación (LOE), los Reales Decretos que la desarrollan y los derechos fundamentales de padres y escuelas, CCIV Comisión Permanente, Madrid, 28 de febrero de 2007, nº 8-14 (Nota primera); Cf. también CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Nueva declaración sobre la Ley Orgánica de Educación (LOE) y sus desarrollos: profesores de religión y "ciudadanía", CCV Comisión Permanente, Madrid, 20 de junio de 2007, nº 11-13 (Nota segunda).

11 Nota primera, nº 11.

12 Nota segunda, nº 12; cf. también Nota primera, nº 13.

13 Cf. Nota primera, nº 12.

14 Nota segunda, nº 13.

15 Nota primera, nº 13.

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