CIUDAD DEL VATICANO, 26 SEP 2007 (VIS).-Benedicto XVI continuó en la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro y a la que asistieron más de 20.000 personas, la catequesis sobre San Juan Crisóstomo.
El Padre de la Iglesia fue nombrado obispo de Constantinopla, capital del imperio romano de Oriente, en el 397 y proyectó la reforma de su Iglesia. "La austeridad del palacio episcopal -dijo el Papa- debía ser un ejemplo para todos". Además, "por su solicitud con los pobres fue llamado "el Limosnero" (...) y creó instituciones caritativas muy apreciadas".
"Como verdadero pastor, trataba a todos con cordialidad, (...) en particular nutría una ternura especial por la mujer y dedicaba una atención particular al matrimonio y a la familia" e "invitaba a los fieles a participar en la vida litúrgica, que hizo espléndida y atractiva con creatividad genial". Pero "a pesar de su bondad (...) se vio envuelto a menudo en intrigas políticas, por sus continuas relaciones con las autoridades y las instituciones civiles (...) y fue condenado al exilio", muriendo en el 407.
"De Juan Crisóstomo se dice -explicó el Santo Padre- que Dios hizo ver en él un segundo Pablo, un doctor del Universo. (...) El horizonte ideal del Crisóstomo se delinea claramente en el comentario del Génesis" donde" meditando sobre las ocho obras cumplidas por Dios durante seis días, guía a los fieles de la creación al Creador" que es, además, "el Dios de la condescendencia (...) que envía al ser humano caído y ajeno una carta, las Sagradas Escrituras".
El obispo de Constantinopla llama también a Dios "padre tierno, médico de las almas, madre y amigo afectuoso". Al final, "es Dios mismo quien baja hacia nosotros, se encarna, (...) muere en la Cruz, (...) se transforma realmente en Dios con nosotros, en hermano nuestro".
"A estos tres pasos: Dios visible en la creación, Dios nos escribe una carta y Dios baja y se convierte en uno de nosotros, se une al final un cuarto, dentro de la vida y la acción del cristiano, el principio vital y dinámico del Espíritu Santo, que transforma la realidad del mundo. Dios entra en nuestra existencia (...) y nos transforma desde dentro".
Comentando los Hechos de los Apóstoles, San Juan Crisóstomo propone "el modelo de la Iglesia primitiva, como modelo de la sociedad, desarrollando una "utopía social", la idea de una ciudad ideal, tratando de dar un alma y un rostro cristiano a la ciudad. En otras palabras, Crisóstomo entendió que no era suficiente dar limosnas, ayudar a los pobres, caso por caso, sino que era necesario crear una nueva estructura, un nuevo modelo de la sociedad (...) basado en la visión del Nuevo Testamento. Por eso, podemos considerarle uno de los grandes padres de la Doctrina Social de la Iglesia".
Con Pablo "sostenía el primado de la persona, incluido el esclavo y el pobre", contrastando con la estructura de la polis griega donde "vastos sectores de la población estaban excluidos del derecho de ciudadanía", mientras "en la ciudad cristiana todos son hermanos y hermanas con los mismos derechos".
Al final de su vida, Juan Crisóstomo retoma el argumento del "plan perseguido por Dios para la humanidad", reafirmando que "Dios ama a cada uno de nosotros con un amor infinito y por eso quiere la salvación de todos".
VIS 070926 (560)
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