Una reflexión del sentir de la calle. Mi opinión y la fe.
Normalmente es fácil encontrarse amigos que nos dicen que creen pero a su manera. Se construyen la fe. Es una "fe para mí", mi saco de verdades en las que creo, de verdades que interpreto y creo a mi manera y de pufos que me trago sin rechistar.
Hasta hace poco creía uno por la autoridad de los maestros. También es cierto que el maestro no decía que los perros volasen, decía cosas razonables. Muchas de ellas las podíamos comprobar nosotros en nuestra casa. Abrir un grifo y ver que los remolinos siempre se forman de la misma manera era un arguemento sólido para constatar los efectos del giro del globo terráqueo. Pero hasta que se vieron las imágenes de los satélites, nadie ha visto girar a la tierra pero sí sentir los efectos.
Esas verdades que "de niño" creímos, de mayores las deducimos y se convirtieron en ciencia. Pero siempre hay muchas verdades "demostrables" que no podemos constatar. Y creemos a Einstein, a Boyle Mariot, y a tantos otros. Como creemos la existencia de Carlomagno, Alejandro, el Papa Borgia y Jesucristo.
Sí, nuestro conocimiento se basa en certezas, no en opiniones. Aunque nuestra vida pueda desarrollarse en una nebulosa en la que algunos de esos aspectos se confundan. No entraríamos a ducharnos "en pelotillas" debajo de una ducha si fuese sólo una opinión probable que lo que va a bajar de ahí es agua y no sulfúrico. Tenemos fe en los servicios municipales de agua, ¡que es tener fe!. Lo más que puede pasar es que no salga nada... o que salga un renacuajo de rana, pero si sale algo... será el agua que esperamos.
Sin divagar más. La fe humana es una certeza, basada en el que nos habla, en su autoridad. O le creemos o no, no es "razonable" creerle a medias. Sí es razonable creerle en lo que sabe. A un médico es razonable que le crea el paciente. A una artista, cuando habla de medicina o de moral es "irracional" creerle... y bien que se le cree. Pero es seguro que no nos dejamos operar por la Schiffer. ¿Pero de qué no tiene autoridad Dios? De Él sí que le creemos todo... e incluso sabemos que "no necesita operarnos" para curarnos... que le pregunten a los ciegos, cojos, paralíticos, lunáticos y leprosos... e incluso muertos, a los que "arregló" con sólo decirlo.
Por eso, es razonable que si hablamos de fe, de fe cristiana, no hablemos de nuestra cosecha de setas ni de cromos. Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo el Depósito que guarda la Iglesia. Si somos católicos sabemos que la Iglesia tiene ese encargo de Jesucristo: enseñar. Y cuenta con su asistencia.
No estamos ante una construcción personal, ni ante una elección arbitraria. El depósito es sólo para sacar, no para meter nuestras piedrecitas del camino.
Pero para eso se requiere una pequeña dosis de humildad, considerarse al menos "un poco inferior" a Dios, a Jesucristo. No enmendarle la plana y dejarle enseñar... y así cuando diga eso de Bienaventurados los humildes... nos haremos más receptivos y aprenderemos los contenidos de la fe, no los crearemos nosotros. ¿Es tan difícil no querer ser más que Dios?
Y es que la fe tanto humana como divina requiere la actitud del discípulo ante el maestro: deseos de aprender.
frid
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