lunes, abril 10, 2006

¿Es la paz un valor absoluto?

Hoy estamos, coyunturalmente ante un hecho insólito pero posible... que ETA abandone el camino de la violencia. Como es lógico, ese cambio de actitud tiene contrapartidas políticas y sociales importantes.

Ante ese panorama, un amigo me comentaba que la paz no es un valor absoluto. Hay que entender que se refiere que no se puede sacrificar todo por la paz, no se puede claudicar hasta el extremo de convertir en vencidos a las víctimas de la violencia.

Ciertamente el camino de la paz es loable... Benedicto XVI pide a los españoles que no escatimemos esfuerzo por la paz, dándonos una seguridad: reza a Dios para que esa paz se logre, para que España arroje lejos de sí el fantasma de la violencia asesina del terrorismo.

Entiendo que estamos hablando de una paz humana, ya que sí que es un valor absoluto la paz de la conciencia, la del alma humana, que es compatible con sufrir violencia exterior hasta el extremo del martirio... ejemplo de paz interior la que le llevó a Tomás Moro a la Torre de Londres... no se puede violentar el santuario de la propia conciencia.

Paradoja... la paz de conciencia no se consigue sin lucha... de ahí que el adagio "si vis pacem para bellum" tenga también un sentido cristiano: tienes que pelear contra tus malas inclinaciones para tener la paz de conciencia, para no caer en la esclavitud del vicio... y, en esa lucha interior serás soberano de tí mismo (o mejor, dejarás que sea Dios quien reine en tu alma y te llene de paz).

Esa paz interior tiene una analogía en la sociedad... la paz social es fruto de la justicia, de la virtud vivida por personas concretas y que impregna instituciones, ordenamiento jurídico y costumbres sociales. Y esa paz tambíen requiere un ejercicio continuo de lucha, en este caso contra la injusticia, y para adecuar el orden social a un ideal en el que nadie se encuentre desamparado.

Los antiguos griegos entendían que la justicia requería reparación. No se logra la paz con el olvido... la injusticia requiere que se rehaga el orden destruido, las víctimas y sus familias requieren que la sociedad rehaga, en la medida que pueda, el orden que se alteró con los atentados terroristas.

Aquí la pregunta que se plantea es más delicada. ¿Las víctimas lo fueron por un orden democrático, que era un modelo de convivencia, y que valía la pena defender? Si eso es así, se entiende que los terroristas deben ser vencidos por la razón: deben aceptar el sistema al que han herido con sus atentados.

Además los actos realizados fueron contra personas concretas... son crímenes tipificados en el ordenamiento jurídico español. Y el restablecimiento de la justicia lleva también al juicio y condena de los asesinos por los crímenes cometidos... sin embargo... hay un orden superior, que es el de la caridad... pero ese orden no es el orden jurídico sino personal de los que han sufrido en sus carnes la mella dolorosa del terror.

Si nos dejásemos llevar por el planteamiento laicista de nuestros gobernantes... no tendría casi sentido plantear ese resquicio que abriría las puertas a la paz... no hay caridad sin cristianismo. Y, de hecho, sólo se perdona con planteamientos sacados de la predicación de Jesucristo: "Dios hace llover sobre justos e injustos", "pon la otra mejilla", "perdona hasta setenta veces siete"... pero ese orden no se puede imponer, tiene que salir voluntariamente tanto de las víctimas individuales como, a la vez, de toda la sociedad española.

Ahora bien... es sensato echar borrón y cuenta nueva ante personas que no se arrepienten de sus crímenes. ¿Qué gobierno amnistía a unos asesinos que no están arrepentidos?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que no queda suficientemente claro que el perdón es un don gratuito. El perdón es una “exigencia” para el cristiano, que no exime del “cumplimiento” de la justicia (justicia que no venganza, pues hasta hoy nadie ha salido a matar a las madres e hijos de los que mataron. Sólo “unos” han apretado el gatillo y sólo “otros” han puesto la nuca). Nadie tiene fuerza moral para exigir el perdón de las víctimas y ellas si tienen toda la fuerza moral para exigir justicia. No se me ocurre ninguna forma de hacer converger justicia y perdón que a través de un largo proceso que parta del reconocimiento del daño causado (este no es un juego de suma cero, sin vencedores ni vencidos. El perdón que “unos” no piden es el que a “otros” se impone, la injusticia que sobre unos se derrocha es la justicia que a los “otros” se niega). Si no se produce este “reconocimiento” estaremos aceptando la “inferioridad” del ser “individual” dotado de conciencia, frente al ser “grupal” dotado de ideología. Habremos abierto la puerta –entre otras cosas- a la IGNOMINIA.

Saludos: jmc

frid dijo...

Tienes razón en la necesidad de compaginar Justicia (obligación) con caridad (voluntaria) en el proceso de pacificación del país vasco.
Coincido contigo en considerar que no hay verdadera paz sin el ejercicio de la justicia, aunque individualmente haya perdón. La sociedad no sólo debe defender al agredido sino a todo el cuerpo social... a los "potenciales agredidos".
Por mucho que perdone una mujer a su violador... el violador es en sí un peligro social. Lo mismo pasa con el asesino... y, al margen del arrepentimiento (que no se ha dado todavía)... no puede ser que salga impune del crimen cometido.