Por Jesús Martínez Madrid
Con frecuencia aparecen medios que atacan directamente las religiones, y es que hoy no bastan, desde luego, buenos estudios históricos para superar aversiones basadas en prejuicios muy difundidos.
Con frecuencia aparecen medios que atacan directamente las religiones, y es que hoy no bastan, desde luego, buenos estudios históricos para superar aversiones basadas en prejuicios muy difundidos. Especialmente difícil de superar es un prejuicio que genera odios profundos hacia las religiones: el relativismo. En el relativismo encontramos una segunda y profunda raíz del laicismo moderno.
Según el relativismo, no existe la posibilidad de alcanzar verdades absolutas. La pretensión de católicos o de miembros de otras religiones de poseer la verdad sería, por lo tanto falsa. Además, añaden los fautores de un laicismo relativista, tal pretensión sería peligrosa, porque genera una mentalidad de condena del error y de desprecio del errante, lo cual lleva a la intolerancia, al conflicto, a la lucha, al fracaso de la convivencia en los estados. Las guerras de religión, en el pasado, y el terrorismo, en el presente, serían dos ejemplos claros de violencias originadas por culpa de quienes creen ser poseedores de "la verdad".
El laicismo relativista tiene un atractivo enorme, pero esconde una contradicción de fondo que conviene denunciar abiertamente. Por un lado, considera que creer en verdades absolutas implica caer en actitudes de desprecio y de condena. Por otro, propone como verdad lo anterior, lo cual implica caer en lo mismo que se condena, pues así defiende algo "absoluto".
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