miércoles, junio 04, 2008

Naturalidad o mala educación.


La cultura de hoy es la cultura del "me apetece", de "me siento cómodo", del "por qué no"... y esa cultura, relativista, debería definirse como la cultura de la mala educación.

Nadie quiere sentirse coaccionado. Pero, curiosamente, la ley de los pensadores relativistas es más dura y más coactiva que la propia conciencia. La ley, entendida como manifestación de la mayoría y obligatoria imposición en aras a la convivencia, puede definir, y lo está haciendo, que determinados seres humanos no tienen la categoría de persona y son prescindibles. Por su "relativista actitud" llegan a conclusiones ¡hominicidas!

Entonces los "maleducados" son "represariados" por el Estado en vez de interpelados por la conciencia.

Pero esos tres demonios que son como las tres nuevas banderas de la libertad, son falsos como Judas. Si lo que me apetece es la norma de mi conducta... sólo habrá un freno... la apetencia más fuerte del contrario, o su resistencia a que le despoje de aquello que es objeto de mi pasión.

Es claro que la buena educación cambia los términos. La apetencia se subordina a la conveniencia, al gusto del otro, a la donación. Mi mayor gusto: "ver felices a los que quiero".

El demonio del "me siento cómodo" se traduce fácilmente en ir sucio, desarreglado, provocador... "oliendo mal", "dejando la habitación llena de porquería y desorden"... Es el "demonio de la leonera". ¿Piensa alguno cómo se siente de cómodo el que convive con personajes tan dejados? Es la comodidad como norma de conducta. Es el esperar que sea otro el que piense, obre y decida por mí. Es el camino de la desidia.
Es clara que la buena educación no es ni la hipocresía de aparecer como no se es, ni la dejadez del "sucio". La naturalidad nos lleva al aseo, al cuidado del porte personal, al cuidado de la salud, al orden en la habitación y en el despacho.

El más irracional de los demonios, el "por qué no" debería refrenarse por y el "por qué sí" ¿obras por impulsos o por cabeza? ¿No es propio del ser humano preguntarse de las razones de su obrar?

Es claro que el demonio relativista del "por qué no" es sencillamente el más puro de todos. No hay razón en el obrar, el impulso es ley. Y si es así ¿por qué regular el caos? El caos, la probabilidad se estudian, no se castigan. La irracionalidad no es culpable, es sencillamente la ley de la selva en "humanos".

Frente a la irracionalidad, su superación es obrar siempre por una razón, pensar las razones del obrar, pedir consejo, analizar las consecuencias de nuestros actos. En definitiva, comportarse como seres superiores porque lo somos.

Un contraste claro entre lo que nos venden los políticos relativistas y lo que la naturaleza manifiesta casi de modo evidente como mejor.

Es cuestión de elegir lo más sensato.

frid

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