miércoles, junio 02, 2010

Mitos nacionalistas

Por C. Lynx



En el libro de Pío Moa, Una historia chocante (1), se indican los mitos sobre los que se basan los nacionalismos catalán y vasco. Sabino Arana (1865-1903), fundador del Partido Nacionalista Vasco (PNV), echa mano de la mitología racial y lingüística, y de leyendas, no exentas de romanticismo pueril, que sitúan los orígenes del pueblo vasco en el gran Túbal. Mientras, Prat de la Riba (1870-1917), el gran arquitecto del nacionalismo catalán y autor de La nacionalitat catalana, considerada la obra más importante del catalanismo político, refunda el espíritu nacional de Cataluña sobre la base de unos pretendidos rasgos de identidad que trató de infundir en el alma de la sociedad catalana mediante una labor reeducadora. Rasgos, que denunciaba Ernest Renan (1823-1892), y, que falsean la verdadera esencia de la nación, que emana de la soberanía popular y se sedimenta a lo largo de generaciones sobre la voluntad de convivencia en común.


Sabino Arana

Prat de la Riva

El proyecto de Estatuto de Cataluña viene al mundo así como reflejo de la expresión constructivista de una clase política que desea dar forma a una sociedad sobre la base de falsos mitos. Raza, lengua, cultura, ritos tribales y reinvención mítica de la historia; todo ello surge de una tramoya prodigiosa ideada para intervenir el futuro de los hombres. Es la sempiterna rebelión de la tribu contra la libertad. Rebelión hija del miedo a la libertad y al progreso de una civilización, que se empeña en sortear los vientos de proa hacia una futura Confederación de Europa, a la que ya demandaba Renan para exorcizar el maleficio del nacionalismo romántico de moda, que terminaría alumbrando los peores fantasmas de la humanidad.


Una nación, según Renan, es un alma, un principio espiritual. Dos cosas que no forman sino una, a decir verdad, constituyen esta alma, este principio espiritual. Una está en el pasado, la otra en el presente. Una es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; la otra es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad de continuar haciendo valer la herencia que se ha recibido indivisa. El hombre, señores, no se improvisa. La nación, como el individuo, es el resultado de un largo pasado de esfuerzos, de sacrificios y de desvelos. Una nación es una gran solidaridad, un sentimiento común, forjado por los sacrificios pasados y los que se están dispuestos a arrostrar en el futuro. La existencia de una nación es un plebiscito de todos los días, producto, a su vez, de un largo devenir histórico que hace difícil su cuestionamiento por los actores políticos coyunturales. La nación no se planifica, ni se improvisa.


Para Renan, Nación es la gente de un territorio que posee una cultura y un pasado común -Pueblo-; mientras Patria es el lugar en que se ha nacido o la tierra del padre.



Renan advertía que se confunde la raza con la nación y se atribuye a grupos etnográficos o lingüísticos, una soberanía análoga a la de los pueblos. Por el contrario, los Estados son el producto de una fusión de poblaciones; no existe la raza pura, las naciones de Europa son naciones de sangre mezclada.


Como ha señalado Karl Popper (1902-1994), son los pueblos o naciones los creados por los Estados.



La idea de Renan de la nación como un acto voluntarista, como un plebiscito todos los días, expresada en su ensayo ¿Qué es una Nación?, puede, en nuestra opinión, ser sostenida solamente gracias a la identidad que se logre con instituciones democráticas (2). Pensamos que éste puede ser uno de los pocos fundamentos permanentes que logre sostener un nacionalismo basado en el Jus Solis (Fundamentaría la nacionalidad en el compartir un territorio común).


Popper, el filósofo de la ciencia más influyente del siglo XX, definirá al nacionalismo fundado en el mito como la terrible herejía de la civilización occidental.


NOTAS:

(1) Ediciones Encuentro, Madrid, 2004, 679 páginas.


(2) Ernesto Renan, ¿Qué es una nación?, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1983.

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