domingo, febrero 05, 2006

A modo de conclusión: es ineludible la acción de los laicos en la vida pública para lograr un orden social más justo (III)

Distinguiendo la acción de los católicos en la vida pública de la acción de la Iglesia como institución, hemos de señalar que, por parte de los cristianos, es un deber y un derecho irrenunciable.

Como ciudadanos del Estado no pueden eludir esa responsabilidad de influir en el ambiente para lograr que sea un remanso de paz y de alegría, donde se potencien las relaciones de justicia, influyendo en la promulgación de las leyes, en el rechazo de la arbitrariedad, en el fomento de iniciativas sociales, culturales y deportivas impregnadas del espíritu cristiano, en el fomento de la paz, en la reducción de las tensiones entre grupos, razas y pueblos, en la integración de todos los hombres en la tarea común de construcción de la sociedad, etcétera.

Por otra parte, las Organizaciones caritativas de la Iglesia, conjuntamente con otras, tienen un lugar de pleno derecho en la sociedad por el bien que hacen. Y, en cuanto eso mismo, tienen el derecho de ser favorecidas por los Estados ya que contribuyen eficazmente al bien común.

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Continuando la cita del texto de la Encíclica "Deus Charitas est":

29. De este modo podemos ahora determinar con mayor precisión la relación que existe en la vida de la Iglesia entre el empeño por el orden justo del Estado y la sociedad, por un lado y, por otro, la actividad caritativa organizada. Ya se ha dicho que el establecimiento de estructuras justas no es un cometido inmediato de la Iglesia, sino que pertenece a la esfera de la política, es decir, de la razón autorresponsable. En esto, la tarea de la Iglesia es mediata, ya que le corresponde contribuir a la purificación de la razón y reavivar las fuerzas morales, sin lo cual no se instauran estructuras justas, ni éstas pueden ser operativas a largo plazo.

El deber inmediato de actuar en favor de un orden justo en la sociedad es más bien propio de los fieles laicos. Como ciudadanos del Estado, están llamados a participar en primera persona en la vida pública. Por tanto, no pueden eximirse de la « multiforme y variada acción económica, social, legislativa, administrativa y cultural, destinada a promover orgánica e institucionalmente el bien común ». La misión de los fieles es, por tanto, configurar rectamente la vida social, respetando su legítima autonomía y cooperando con los otros ciudadanos según las respectivas competencias y bajo su propia responsabilidad. Aunque las manifestaciones de la caridad eclesial nunca pueden confundirse con la actividad del Estado, sigue siendo verdad que la caridad debe animar toda la existencia de los fieles laicos y, por tanto, su actividad política, vivida como « caridad social ».

Las organizaciones caritativas de la Iglesia, sin embargo, son un opus proprium suyo, un cometido que le es congenial, en el que ella no coopera colateralmente, sino que actúa como sujeto directamente responsable, haciendo algo que corresponde a su naturaleza. La Iglesia nunca puede sentirse dispensada del ejercicio de la caridad como actividad organizada de los creyentes y, por otro lado, nunca habrá situaciones en las que no haga falta la caridad de cada cristiano individualmente, porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor.
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Enlazar con "Participación de los cristianos en la vida pública": http://fondodelbaul.blogspot.com/2006/02/apuntes-sobre-la-participacin-de-los.html
Enlazar con "Buscar la justicia y bálsamo de la caridad":
http://fondodelbaul.blogspot.com/2006/02/bsqueda-de-la-justicia-y-blsamo-de-la.html

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