domingo, noviembre 12, 2006

Clausura del Congreso "El comienzo de la vida: entre el amor humano y la tecnología"


No voy a describir el Congreso en su totalidad, más bien sólo el final del mismo, los comentarios que sirvieron de colofón al Congreso porque muestran la raiz del problema de la manipulación de la vida humana. Dos amenazas: el hombre soberano y la humanidad soberana. En el primer caso estamos ante la exaltación del Yo individual hasta el infinito. Es el non serviam de Satanás en dimensión humana. "Yo soy mi ley". En el segundo caso, se supera en intento individualista satánico, ya no soy yo sino la Humanidad la que impone la ley. Ese es no el acto de soberbia, sino el infierno en la tierra: la implantación del orden que des-humaniza al hombre. Todos somos cosas, pero lo único que lo diferencia de los abismos infernales es que es el "infierno de paso", hasta que con la muerte lo encontremos y digamos: "esta es mi casa, la conocí en la tierra".

Diré sólo que al final, al clausurar las intervenciones, Monseñor Martínez Camino (Portavoz de la Conferencia Episcopal española) dio en la raíz del problema de la manipulación genética de las nuevas leyes de la post-modernidad sobre reproducción asistida e ingeniería biomédica. El hombre se ha constituido como centro del universo, como medida de todas las cosas y ha pasado de definir lo que está bien o mal de la primera ilustración a intentar fabricarlo. El hombre ha recogido el mito del progreso contínuo que tanto desgarró el siglo XX con guerras y tormentos a los hombres y ha confiado el progreso no a la ciencia del conocimiento, ni al proletariado en un mundo materialista, sino a la técnica, al hacer, y más en concreto al hacerse a sí mismo. Y eso está en la raíz de las legislaciones "progresistas". De ahí que el hombre fabrique seres humanos, seres fabricados que pasan a ser objetos que se pueden manipular, transformar, modificar, experimentar con ellos. Porque lo que se engendra es vida por sí misma, pero lo que se fabrica es objeto y se hace por una utilidad.

Ahí parecía que acababa la intervención cuando Monseñor Ureña (Arzobispo de Zaragoza) terminó de dar la puntilla a la locura de un progreso que manipula al hombre al introducir un elemento correctivo. Los progresistas modernos han cedido el ser absoluto no al ser individual sino a la estructura social que fabrican. Antes era el Estado, para Hegel, un Estado absoluto gobernado por un Super-hombre. Ahora el super-hombre es el ser social y su conciencia colectiva se manifiesta en el Parlamento. Es el Parlamento el que define qué es el hombre, la ley, la moral. Y es ese Parlamento, la manifestación de la voluntad colectiva el que pasa a manipular al hombre individual. Ya no sólo fabrica al hombre, pone a todo hombre al servicio del Estado. Todos pasamos a ser objetos.

Por eso la Iglesia es incómoda y perseguida, porque no sólo habla de Dios, del Dios Verdadero, sino porque tiene un mensaje para el mundo, para el hombre. Y ese mensaje se basa en que Dios ama al hombre por sí mismo, le quiere irrepetible. Y ahí radica su libertad, como hijo de Dios, y su igualdad inalienable con todos los demás seres humanos.

Entre los cristianos no hay seres humanos objeto, ni pre-embriones que no sean embriones, ni embriones que no tengan derecho a la vida, ni niños nacidos que no tengan derecho a un padre y una madre.

frid

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