Por Carlos Polo
El pasado 16 de agosto el Presidente de Ecuador, Rafael Correa, pensó llenarse de gloria en la Universidad Católica de la ciudad de Guayaquil. Fue invitado por un dirigente estudiantil entusiasta seguidor de su gobierno y promotor del SI para el referéndum de fines de setiembre. Esta invitación, gesto atípico e incongruente con la estirpe crítica de esa federación estudiantil, fue más impopular de lo que se pensaba entre los universitarios y se ha convertido en un grueso error para la campaña de Correa.
A pesar que su equipo publicitario había llenado el auditorio con gente extraña a la universidad traída en buses pagados, las cosas no salieron como lo esperaba Correa. El verdadero espíritu rebelde universitario se quedó fuera del auditorio pues fue impedido de participar en el evento por un fuerte contingente policial. A la represión policial le siguieron lemas contra el totalitarismo y a favor de la democracia a la par de insultos contra Correa. Los ánimos empezaron a caldearse. A estas alturas ya era evidente la inutilidad del servilismo alquilado para esa oportunidad. Correa no tuvo mejor idea que mencionar que los “majaderos” de afuera ofendían la “majestad” presidencial (algunos consideran que el término “majestad” fue un acto fallido). “Ustedes son 400 y ellos son 50” continuó diciendo y les sugirió que vayan a “arreglar las cosas” fuera del auditorio.
Lo que siguió no es difícil de imaginar. Sus domados universitarios, miembros de su partido, policías, fuerzas especiales y algunos empleados del gobierno vestidos de civil masacraron a golpes a unos universitarios indefensos.
Documentación posterior ha demostrado que los policías no llevaron consigo gas lacrimógeno que normalmente tiene las características adecuadas para disuadir un incidente violento sin consecuencias posteriores para la salud (más allá de irritar los ojos no produce otro efecto significativo). En su reemplazo tenían pistolas de gas pimienta que es capaz de matar a una persona que tenga una enfermedad cardíaca.
Recuperada la lucidez y reunido con su staff de asesores, Correa debe haber entendido que no controlar su impulsividad fue un grave error. Inmediatamente “armaron” una campaña mediática para “informar” lo sucedido ese día. Total, tenían todo el equipo de filmación que originariamente fue pensado en la adulación y que en estas circunstancias bien podía ser utilizado en su defensa, por supuesto, convenientemente editado.
Sin embargo, no calcularon que los universitarios de la protesta podrían tener celulares con cámara que desvirtuaron la “versión oficial del gobierno”. Lamentablemente, lo más probable es que la mayoría de ecuatorianos no tenga la oportunidad de verlas. Más allá de algunos reportajes en programas de TV donde se vieron unas pocas veces estas imágenes, los universitarios no tienen la capacidad económica para equiparar lo que viene publicitando el gobierno con el dinero de todos los contribuyentes. Los asesores publicitarios de Correa deben saber muy bien que para lograr más votos, no interesa la verdad de los hechos sino la constante repetición de “tu versión”. Saben también que ningún programa o canal se animará a competir con la campaña de desinformación de Correa, so riesgo de ser atacados por las huestes correístas de organizaciones particulares o acusados de hacer propaganda política por aquellos otros correístas nombrados a dedo por el gobierno y que ahora se desempeñan como autoridades electorales.
Las imágenes que ha ocultado el gobierno muestran la violencia insensata desatada contra jóvenes desarmados. Varios de los agresores, hasta ahora impunes, son funcionarios de gobierno totalmente identificados que ayudados por policías golpearon brutal e indistintamente a hombres y mujeres. Carol Solórzano, una de las alumnas agredidas, puede atestiguar con imágenes que en esa ocasión ni su protesta pacífica, ni su condición femenina, ni estar desarmada, impidió que policías “armados hasta los dientes” la mandaran al hospital molida a golpes y con el rostro ensangrentado.
Y aunque la Universidad en representación de los alumnos agredidos ha planteado las acciones judiciales, éstas transcurrirán fuera de cámaras y después del referéndum.
Atemorizar y golpear opositores es una de las tácticas del gobierno para ganar el referéndum, lamentablemente, no la única.
Solorzano, herida por la policía ecuatoriana
Espionaje, acoso y represión
La gente que defiende la vida en Ecuador no tiene en frente a sus tradicionales opositores sino al formidable poder que ha desarrollado Correa. Tampoco se trata de un debate ni siquiera un asunto de lobby. Se trata de persecución y terrorismo ejercido por el Estado contra aquellos que no piensan de la manera “oficial”. Y ante eso, los promotores del aborto y del lobby gay guardan un conveniente silencio. Ellos que siempre se llenan la boca de protestas contra la inequidad, se callan en todos los idiomas cuando esta inequidad juega a su favor.
La represión que viene ejerciendo Correa ha perdido todas las formas y modales. Mientras una de sus organizaciones creadas para destruir a sus opositores enjuició al Arzobispo de Guayaquil acusándolo de involucrarse en asuntos políticos, el gobierno viene difundiendo un spot televisivo donde tergiversa la opinión del Arzobispo sobre la homosexualidad e incita a los católicos a discrepar con la Iglesia. El spot termina con la frase “no jueguen con nuestros valores religiosos” en alusión directa al Arzobispo.
Diversos funcionarios de gobierno han manifestado que no es lícito para los sacerdotes enseñar a los feligreses a votar por el NO. Sin embargo, algunos simpatizantes de Correa recorren las parroquias y se infiltran en las misas. Apenas escuchan alguna crítica al Proyecto de Constitución (que siempre son los aspectos que atentan a lo doctrina de la Iglesia, como el aborto o la promoción de la homosexualidad), alzan la voz repitiendo un estribillo: “eso es política, no queremos que nos hablen de política”.
Correa sabe que la única oposición orgánica que podría impedirle el triunfo en el referendum es la Iglesia. La única que podría competir con su credibilidad. Por esa razón, primero quiso engañarla durante el debate de la Asamblea Constituyente, cuando no pudo sostener su mentira en el texto final del proyecto de Constitución la atacó abiertamente y ahora busca por todos los medios de amordazarla y neutralizarla.
Correa quiere a todos sus opositores no sólo amordazados sino atados de pies y manos. Ha manipulado todas las reglas de juego a su favor. Por ejemplo, no cualquiera puede hacer propaganda política. Para hacerlo, una persona u organización debe registrarse informando de su opción frente al referendum y obtener un permiso del Tribunal Supremo Electoral controlado por el gobierno. El propósito es obviamente saber quiénes son los enemigos del gobierno para luego perseguirlos con el aparato estatal. En el peor de los casos le ponen un sin número de trabas. Incluso cada una de estas instituciones tiene un tope de 295.000 dólares que puede gastar. De esta manera, no habría forma de constituirse en un rival de envergadura para los millones que está invirtiendo el gobierno.
Ningún Obispos o laico reconocidos puede hablar libremente por sus teléfonos fijos o celulares. Todos tienen todos los indicios de interceptación como ruidos extraños o eco. También hay sospechas de las comunicaciones de correos electrónicos y en general todos son cautos para comunicarse.
Terror y amenazas de muerte
Correa sabe que el terror funciona en la mayoría de los casos. Ya durante los debates de la Asamblea, a Rossana Queirolo y Diana Acosta miembros de su partido, las mandó humillar y expulsar por su defensa de la vida desde la concepción y la defensa de la integridad de la familia. En ese momento Correa no dio la cara y culpó a los miembros de su partido. Ahora les ajustó las tuercas a todos sus seguidores y las deserciones se detuvieron. Incluso otros católicos reconocidos fueron obligados a manifestar públicamente su opción por Correa después de su ataque abierto a la Iglesia. Correa sabe muy bien la frase bíblica que dice que “nadie puede servir a dos señores”.
Las amenazas se fueron incrementando en número e intensidad. Acoso e insultos llegaron por diversos medios como cartas anónimas, correos electrónicos o llamadas telefónicas a las líderes más visibles del movimiento pro vida en el Ecuador. Muy pronto se convirtieron en amenazas de muerte. Entre ellos el primero fue por supuesto el Arzobispo de Guayaquil. También Amparo Medina, miembro de la Red Nacional de Organizaciones Provida y Profamilia de Ecuador, que recibió una carta del autodenominado “Comité Salvador Allende” en los siguientes términos: “Recuerda que los accidentes existen. Estos suceden a diario en el Ecuador. Detén tu campaña anti mujer y homofóbica”. También algunos miembros de la “Fundación Familia y Futuro” y otras organizaciones de defensa de la vida que prefirieron no hacer públicas estas denuncias y hacer oídos sordos a este tipo de bravatas para seguir trabajando eficazmente.
Sin embargo, la persecución y la intimidación no son lo peor. En algunas iglesias dejaron perros y ratas muertas con una hostia en la boca. Este tipo de sacrilegios y ofensas cometidas en los peores momentos de persecución en México y España han producido un fuerte rechazo y una mayor cohesión en las filas de católicos militantes. Max Loayza, Presidente del Consejo Ecuatoriano de Laicos Católicos (CELCA) emplazó al Presidente Correa para que detenga sus ataques verbales a la Iglesia Católica. Durante una conferencia de prensa dijo que su retórica hiriente y ofensiva contra sacerdotes y Obispos, anima a otros a cometer ese tipo de sacrilegios y amenazas en contra de los miembros de la Iglesia.
Population Research Institute felicita a todos estos valientes ecuatorianos y se siente honrado de haber compartido unos días y colaborado con los principales los defensores de la vida y la familia en el Ecuador.
Carlos Polo es Director de la Oficina para América Latina del Population Research Institute
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