martes, junio 13, 2006

La ciencia voluntarista (I):

Quisiera introducir con este apunte tres artículos para la reflexión dedicados a la ciencia experimental, a las ciencias humanas y a la historia como ciencia, todas ellas hoy contaminadas por el voluntarismo científico.

1.- El voluntarismo en las ciencias experimentales:

Probablemente la ciencia sea otra cosa, porque lo que llega al gran público es la divulgación de la ciencia, y así se entiende que -en esa labor- se hayan erigido portavoces los ideólogos más que los científicos, aunque también cae algún científico en ese papel, probablemente por un exceso de vanidad, afirmando ideas peregrinas, no constatadas con su experiencia y, normalmente de la rama del saber que no domina.

Ejemplos tengo y también testigos de cómo a todo un catedrático de la Escuela de Ingenieros de Agrónomos le tuve que corregir cuando pontificaba a que a su paisano Miguel Servet lo quemó la inquisición católica. Y es que el sectarismo no es exclusivo de los ignorantes.

De todos modos, el hueso más difícil de roer en la moda de la ciencia voluntarista es la ciencia experimental, contra la que se enfrentan dos tendencias filosóficas contemporáneas: el ecologismo radical y el evolucionismo radical. Dos posturas que deberían estar en contraposición pero que están defendidas con la misma pasión y a la vez por personas con cierta formación, que deberían empezar a hablar con el "yo creo", pues sostienen sus tesis sin ninguna matización.

El ecologismo radical es pesimista, sostiene que la tierra está avocada al desastre irremediablemente, todo va de mal en peor y además ese curso de los hechos se debe exclusivamente al hombre y a su intervención en la naturaleza. De ahí concluyen que sobramos todos los demás porque somos muchos, que el progreso es retroceso, que detrás está la explotación capitalista de los recursos y de los pueblos. Son milenaristas. Y lo podrán seguir siendo muchos años, porque la sociedad va corrigiendo los excesos del progreso y avanzando técnicamente para dar soluciones a los problemas antiguos y nuevos planteados.

El evolucionismo radical debería ser positivo, ya que se convierte en un determinismo del progreso de la evolución de las especies. Y el hombre, el ser que está en la cúspide de esa evolución, necesariamente debería hacerlo todo bien y conducir el mundo a una situación idílica.

Ambas concepciones están presentes hoy en el modo de hacer ciencia, de conseguir presupuestos para la investigación y en los criterios de selección para ser publicado en algunas revistas científicas. Así, por ejemplo, un escepticismo en las posibilidades científicas de la investigación con células madre embrionarias tiene repercusión directa para aparecer o no en revistas del nivel de "Sciencie" y el escepticismo sobre el catastrofismo del ecologismo radical lleva a una especie de persecución ideológica por los "verdes" daneses.

Además de problemas éticos y prácticos, detrás de ciertas investigaciones sobre embriones hay un deseo de manipular y acelerar el progreso para la construcción del nuevo hombre, que como decía la revista Quo, de divulgación, será más inteligente, más longevo y más equilibrado afectivamente. Lo que le falta es añadir que ya no tendrá las inclinaciones de la concupiscencia en su constitución. ¿Unos hombres tan perfectos que no requieran redención porque no estarán inclinados al mal?

Como se observa la ideología voluntarista impregna revistas de divulgación pero también revistas científicas.

El caso de Woo-Suk Hwang en Seúl amañando los resultados de sus investigaciones para probar la bondad de la investigación con células embrionarias, remueve un momento a la comunidad científica, pero enseguida viene el silencio culpable de los ideólogos que promueven leyes y dotan presupuestos para seguir trabajando en esa dirección tan poco recomendable.

Vuelven los antiguos ejemplos del marxismo científico como el de Lyssenko en la Unión Soviética, que fracasó estrepitosamente y produzco sus hambrunas.

En ese voluntarismo chocan la fe en el progreso de la ciencia con la fe en el desastre al que vamos avocados por el propio desarrollo. Pero en la voluntad caben ambas creencias, produciendo una brecha en la razón con terribles consecuencias. Quizá porque son como los dualistas primitivos que creían en la fuerza del dios del bien y del mal en perpetua contienda. Aquí el dios del bien sería la ciega evolución, y el del mal la consciente razón.

Conclusión terrible: el hombre sería el mal a erradicar del mundo. Y conclusión más razonable: esa visión del mundo es un engaño "diabólico" para que el hombre pierda la esperanza.

Federico R. de Rivera

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