miércoles, junio 07, 2006

La descatalogación de la persona: camino de muerte

Comentaba un amigo que hay una serie de conceptos intuitivos que salvaguardan la vida.

Si nos referimos a un ser humano bajo el nombre de: bebé, niño, adolescente, joven, adulto, anciano, persona, ser humano, embrión humano, enseguida sabemos de qué estamos hablando y ese ser merece nuestra consideración instintiva. Late evidente la vida humana.

Sin embargo, cuando empezamos a adjetivar en unos casos, o en otros a quitar el adjetivo, la situación es muy diferente:

Embrión puede ser cualquier cosa, pero como todavía tiene reminiscencias de su origen, con el logro del pre-embrión pierde fuerza la vida que late en él. Si es un pre- ¿por qué protegerlo?

Vida sin el adjetivo es también contrapuesta a muerte, por lo que hay que adjetivarla con el concepto de vida digna, para pasar, a renglón seguido a preguntarse ¿y si la vida no es digna, por qué vivirla? O bien ¿si ese señor no lleva una vida digna, no será mejor que se le deje morir o que se le ayude a acabar con esa desgracia? Ahora quedará la definición en negativo. No es vida digna la que cumpla tales requisitos... luego está legitimado eliminarla.

En la línea del adjetivo antes se suele hablar del concepto más ambiguo de individuo que el de persona, pasando por el error de admitir sólo el concepto de persona legal. Si la ley no te define como persona es como si no fueses. Desde el punto de vista jurídico quedarías desprotegido. Sin adjetivo "legal" no hay persona "real".

Eliminado el concepto de persona en nuestro lenguaje, pasamos a la definición de individuo al que adjetivaremos para la vida: individuo útil, individuo solidario, individuo humano. O bien lo empezaremos a catalogar para la muerte: individuo inútil, insolidario o inhumano. En definitiva un individuo que no merece vivir por ser un elemento negativo.

Y eso es lo que se hizo en muchos sitios para justificar las matanzas de nuestros semejantes: los contrarevolucionarios son la oveja a inmolar legítimamente de comunistas actuales recostruidos que van por ahí patéticamente defendiendo el paraíso soviético.

Los enemigos de la república, meapilas y demás calaña eran los individuos sin derecho de protección en la II República tan alabada por Zapatero y que quiere, de modo acelerado, hacernos vivir en nuestras carnes.

Los fascistas son la bestia negra de las izquierdas, arma arrojadiza a todo el que no piensa como ellos. Ejemplo tenemos en el discurso de los "moderados" socialistas actuales ante la mitad de España que no les sigue el juego. Y también ante personas de izquierdas que en Cataluña quieren ser españoles.

Yo también fui fascista, le llevé la contraria a un comunista. Y tu, lector, tarde o temprano recibirás al menos el título de "no me seas fascista", en cuanto que te desvíes un ápice de la doctrina oficial del momento.

Pero al final no vale el adjetivar para la vergüenza o el eliminar adjetivos para trasladarte al anonimato. Es preciso que pases a la categoría de animal o cosa para dejar tranquilos a los exterminadores.

Serás rata si eres judío en la Alemania nazi. Serás cucaracha o cuervo si eres clérigo, fraile o católico practicante en la segunda república. Incluso serás parásito e instarán a exterminarte si eres un pobre borrachuzo para la junta de seguridad de la segunda república en Aragón.

Y, si el sistema de maldad sigue evolucionando pasarás a ser esclavo condenado a trabajos forzosos en los gulags y en las obras faraónicas soviéticas de desecación del mar de Aral, con una alimentación programada para el exterminio seguro. O bien serás sólo materia prima para la técnica de los hornos crematorios de los nazis.


Pero todavía hay algo más, puede ser que tú mismo, voluntariamente, te avengas a esas degradaciones en las máquinas para matar que algunos ya han fabricado: asistencia al suicidio automático. Con un poco más tú mismo te programarás como abono para los campos.

Piensa un poco y mira si no conviene parar la rueda antes de que tú mismo seas el que aplaudas al que te inmola. Ya pasó en la Unión Soviética y China en los ejercicios de autoinculpación de los miembros del Partido Comunista.

Hoy son los socialistas los que desde las gradas se escandalizan de ver a sus diputados defender la alianza con Batasuna y se preguntan si ahora, en el país Vasco, su papel va a ser el de víctima.

La raiz del problema: un intelectual marxista italiano, Gramsci cuando inició la revolución de las palabras.

Federico R. de Rivera

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