jueves, junio 22, 2006

La razón de la Polis: el bien común

Dice Aristóteles en el primer libro de La Política:

Vemos que toda ciudad es una comunidad y que toda comunidad está constituida en vista de algún bien, porque los hombres siempre actúan mirando a lo que les parece bueno; y si todas tienden a algún bien, es evidente que más que ninguna, y al bien más principal, la principal entre todas y que comprende todas las demás, a saber, la llamada ciudad y comunidad civil (...)

La razón por la cual el hombre es, más que la abeja o cualquier animal gregario, un animal social es evidente: la naturaleza, como solemos decir, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. La voz es signo del dolor y del placer, y por eso la tienen también los demás animales, pues su naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer y significársela unos a otros; pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto, y es exclusivo del hombre, frente a los demás animales, el tener, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, etc., y la comunidad de estas cosas es lo que constituye la casa y la ciudad.

Es preciso fijarse que, si bien Aristóteles, desde su paganismo no capta la igualdad esencial de todos los hombres como criaturas de Dios, y justifica la esclavitud e, incluso la guerra para subyugar a otros pueblos, aunque nunca a los griegos, acierta en otras muchas cosas. Y, en general, lo que atribuye a los griegos es lo que hoy atribuimos a todos los seres humanos.

Sería larga la exposición de cómo el cristianismo ha sido el gran defensor de la igualdad de todos los hombres y el que ha aportado el razonamiento metafísico más fuerte que desmonta la licitud de la esclavitud; y cómo la vuelta al paganismo significa necesariamente la concepción del hombre como un animal más siendo más perfectos los depredadores que los gregarios, llevando así a la caza y esclavitud de unos pueblos por otros como justifica Aristóteles en su Política. Y esto es un aviso de navegantes a los que quieren construir un mundo sin Dios y quieren reducir al hombre a un animal evolucionado.

De esa manera los instintos y la simplificación del lenguaje para la expresión del dolor y placer llevan, directamente al pensamiento débil. Sin bien y mal, con sólo placer y dolor, se conduce al individualismo epicúreo en el que la agregación de los hombres sería equivalente a la situación de los canes, gregarios para cazar.

Pero Aristóteles, al menos para los griegos distingue un tipo de hombre que ha nacido para ser libre, aquel para el que el lenguaje se eleva a una escala superior, la de la expresión de lo conveniente y lo dañoso, lo justo y lo injusto, el sentido del bien y del mal. Y hay que entender que esas expresiones se presentan al margen del sentimiento.

El bien puede no apetecerme, ser arduo e, incluso, molesto; puede suponer el heroísmo de dar la vida en defensa de la Patria. Y no es agradable tamaño sacrificio.

De ahí que, para Aristóteles y para todos los constructores de un orden social avanzado, la justicia está en la raíz de las leyes que han de regir las ciudades. Luego, en Política, no todo es posible, pues todo se ha de subordinar al recto orden del hacer y del obrar. No puede ser el placer la norma ni legal ni de convivencia, sino la obligación ante el grupo social con el que constituimos la Ciudad, la Nación, o la Comunidad de Naciones.

Una luz sobre lo bueno y lo malo está en el decálogo de Moisés, donde junto el no matar, no mentir, no robar, está el honrar a Dios tu único Dios. Alguna razón habrá para incluir el culto a Dios como uno de los pilares del orden social.

Podemos decir que vivimos en un mundo en el que todo se ve de modo relativo, no se considera que haya verdades universales, sí, ciertamente, y ese es el drama del mundo ¿para qué crear estructuras sociales si no somos capaces de ponernos de acuerdo en que hay bien, y ,por tanto, una razón de organizarnos para alcanzarlo?

Algunos entendemos que la ley de mínimos ha de buscarse en admitir algo de sentido común: que hay acciones más buenas que otras, modos de vivir que aportan más al todo social que otros, actitudes ante la vida que generan más paz y bien que otras. Y, la clave de la convivencia es fomentar esos modos de vivir, como son el ejercicio de una vida virtuosa, la institución familiar, la referencia a valores transcendentes como la existencia de Dios.

Por eso entiendo que, como toda ciudad se ha de construir para el fomento del mayor bien del conjunto, se han de buscar estructuras y leyes sociales en las que las familias, el hombre creyente y el hom

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