jueves, junio 01, 2006

La esterilidad del pensamiento débil:

Los políticos europeos, al menos una gran parte vinculada a los movimientos de izquierdas, han optado por un modo de decir y de hacer que puede definirse como lo "políticamente correcto". Un modo de decir que han impuesto como moda y que afecta y acompleja a políticos con una base racional y filosófica más sólida.

Uno podría pensar, en su ingenuidad, que lo políticamente correcto debería ser decir y defender la verdad, buscar y defender el bien común, favorecer las decisiones de más excelencia para la comunidad civil como son la estabilidad de la familia y el respeto a toda vida humana, o bien favorecer un régimen de libertad de expresión y educación fomentando la iniciativa privada en esos ámbitos.

Sin embargo, la posición de lo políticamente correcto va por otros derroteros. Su premisa fundamental es "todo es relativo", y cuando digo todo es todo. No hay, por tanto, verdades absolutas, no hay verdad, sólo hay opciones ante alternativas que se presentan igualmente válidas y legítimas, sin una razón de excelencia siquiera.

Todo este planteamiento proviene de un desengaño. El paraíso marxista de la Unión Soviética se ha derrumbado. El intento de construir el hombre nuevo desde la lucha del proletariado no ha sido eficaz. Y es preciso encontrar una nueva vía. Nadie piensa que aquel sistema fue desde el inicio un progreso infernal hacia el cielo en la tierra; un sacrificio de los individuos del presente en pro de un maravilloso futuro de las generaciones venideras. Quizá su conclusión sea que hay que buscar el mayor placer sensible en esta tierra para el individuo presente. Quizá parte del pensamiento débil sea una reacción efecto péndulo de la búsqueda de un paraíso terreno: la inmediatez del placer.

Sin divagar, diré que la filosofía que sustenta lo políticamente correcto está en el concepto de "pensamiento débil", que está perfectamente descrito en su propio nombre. Es un pensamiento que no avanza demasiado en la búsqueda de la verdad o de la excelencia. No se queda ni a medio camino porque no hace mas que plantearse elecciones de un modo meramente escotástico, elegir entre dos bolas blancas.

Cual es la razón de esa cobardía ante el ejercicio del pensamiento. Puede ser que si uno se preguntase al menos qué es lo mejor, descubriese que una de las bolas no es bola sino una bomba de relojería que acabará con su propia humanidad. Pero es mayor el miedo a encontrar la verdad que el miedo de elegir lo equivocado.

Los frutos de ese pensamiento débil son ya abundantes. La ciencia se sustituye por la creencia o por la poesía, mientras que las conclusiones científicas son tildadas de opiniones llenas de prejuicios religiosos. Y así se concluye que el embrión no es un ser humano para mí; que el sexo es una opción personal al margen de las tendencias biológicas, que deben ser superadas en aras al progreso; que los simios y los hombres somos de la misma familia por compartir el 98 % de la carga genética; que la familia tradicional ha de dejar paso a los nuevos modelos de familia fruto de la elección progresista; y otros muchos dislates por el estilo.

Conjuntamente a este relativismo surge dos enemigos: la ciencia en cuanto búsqueda objetiva de la verdad y la religión en cuanto signo de la dependencia del ser humano. Si las cosas son como son, el hombre también y -por tanto- tiene unas leyes internas de funcionamiento. Si Dios existe, yo soy una criatura y estoy sometido a un Ser superior al que debo acatamiento.

De ahí que el "pensamiento débil" sea fuertemente enemigo de la religión y tache de intransigentes y llenos de prejuicios religiosos a los "escépticos científicos" que no concluyan poesía de sus datos y no auguren un nuevo modelo de hombre, unas posibilidades infinitas en la manipulación genética, ofrezcan reparos al aborto, a la eutanasia, a las uniones de homosexuales, etcétera.

Ahí el pensamiento débil muestra su verdadera máscara: es un fuerte convencimiento del relativismo moral y científico y un constructor de la "verdad legal" y del "bien legal". Por eso insiste tanto en controlar la educación de la ciudadanía para instruir sobre la superación del concepto de Dios y la imposición de nuevos modelos de familia, al tiempo que pontifica sobre el momento en el que un ser humano merece vivir o pierde ese derecho. Su fortaleza es el germen de una nueva tiranía, la de las conciencias.

El remedio nos lo dió Juan Pablo II, para los cristianos y todos los hombres de buena voluntad: "¡no tengáis miedo!", ¡no tengáis miedo a la verdad!, la verdad os hará libres. Y, añade a los cristianos: "abrid las puertas a Cristo", porque Cristo es la Verdad y la vida.

En contraposición los frutos del pensamiento débil son la esterilidad, la falta de ideas, y de apertura intelectual por ese miedo a la verdad y al compromiso. Pero también, en una realidad inmediata: la esterilidad propia de su modelo familiar, sin familia, sin hijos, sin amor, sin entrega. En el fondo se convierten en unos seres que están continuamente mirándose al ombligo, y, a lo más, mirando el ombligo ajeno en cuanto origen del placer.

Y se da la paradoja que ese nuevo modelo de ser humano no es mas que un individuo gelatinoso, que no tiene ninguna aportación a la humanidad mas que decir que todas las bolas son blancas.

Federico R. de Rivera

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Colosal !!!!!
Me ha gustado mucho...
Esta frase es muy certera: es mayor el miedo a encontrar la verdad que el miedo de elegir lo equivocado.
Gracias y un abrazo: Quino

Anónimo dijo...

Me he preguntado muchas veces por los hilos conductores del moderno pensamiento de izquierdas en Europa, tan lejano del XIX utópico o de la Ilustración, que podríamos llamar la izquierda del XVIII, que acabaron desembocando en los totalitarismos del XX. Pero hasta ahora no se ha producido una ruptura, no ya con el pensamiento católico, que si existió, sino con el pensamiento y filosofía de los valores cristianos europeos.

frid dijo...

Tampoco hay ruptura en el pensamiento de izquierdas, ya que desde el marxismo es dialéctico y evolucionista, lo que pasa es que es más de la voluntad que de la razón. Oganizan su pensamiento según el deber ser, no el ser. Y ahora les toca aplicar a la sociología la teoría del caos.

Anónimo dijo...

eVuelvo a publicar el comentario pero sin los datos que me remitiste: no es cuestión de divulgar tu correo por ahí:

Frid, perdona porque este no es el lugar para dejarte este comentario, pero solo queria hacer referencia a una frase que me dejaste hoy en mi blog acerca de uno de mis articulos sobre el comunismo. No te puedo contestar en el blog porque, al deshabilitar la moderacion, los comentarios me llegan y, aunque sean antiguos, si no hacen referencia explicita al articulo en cuestion no se donde ubicarlos... por lo que te pido me disculpes si no te contesto en el blog.

Y por supuesto, puedes usar mis articulos para lo que quieras, si los usas en un blog te agradezco por favor un enlace directo al post, pero si es para convencer a un "iluminado" del comunismo... pues solo espero que me cuentes si mi post ha removido alguna conciencia enquistada. ;)

Un abrazo,

Maggie