domingo, enero 21, 2007

La autonomía familiar en Chesterton

Chesterton defendía vehementemente, como todo lo que él defendía, que debería declararse como una carta de independencia del hogar. Veía el hogar como un reino de libertad, como una isla dentro de las Islas británicas, y una isla con sus leyes propias y sus peculiaridades.



Ahí el orden de las cosas, el horario, las costumbres, se rescribirían todos los días, aunque fuesen básicamente lo mismo. Y debería ser todo nuevo y viejo a la vez. Por eso soñaba, como también hace Tolkien en uno de sus cuentos en un viaje alrededor del mundo en busca de su hogar.

La diferencia es de tiempo. En el cuento tolkiano es toda una vida la búsqueda, en Chesterton apenas seis meses de vuelta al mundo y retorno al hogar para descubrir que su mujer es como la “otra” que dejó pero con el pelo más rojo; que la farola verde y el buzón rojo son como “los otros” pero más bonitos; y los hijos, como “los otros” pero más amados.

Los ritmos de Chesterton siempre son más trepidantes. No tiene la paciencia de la espera.

Dos paradojas que hablan del amor rescrito, pero rescrito no porque se cambie de objeto del amor, sino porque se reafirma en el amor. Es el verdadero romanticismo: un amor eterno que se hace nuevo cada día, cada minuto, cada aliento de vida.

Y para eso no hay que dar la vuelta al mundo, hay que cerrar y abrir los ojos.

Y para que ese sea un reino con todas las de la ley, se corona al rey o a la reina todos los días. Y los hijos son los más importantes de esa “Ínsula”, son los verdaderos príncipes.

Y eso que se llama sociedad es el lugar de las “relaciones internacionales”, importantes pero de un rango de relación entre estados soberanos. El hogar de los Pérez entabla relación diplomática con los Ramírez en el te de las cinco de la tarde.

En definitiva: la vida más importante ¡la más cercana! Y es su estabilidad y su felicidad ¡la razón de nuestra estancia en la tierra! Soy para Dios, soy creyente, pero Él puso para Adán su Eva, y para Eva su Adán. Y por eso no hay nada más importante.

Con ese modo de ver la vida: qué seguridad en la fortaleza de un vínculo que se remonta del primer Adán y de la primera Eva.

frid

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