miércoles, enero 03, 2007
Laicismo y laicidad, dos realidades diferentes.
Pongamos un ejemplo, nacionalismo y nacionalidad no son lo mismo. Yo soy de la nación española, pero no soy nacionalista. Soy laico y gozo de una propiedad, la laicidad, pero no soy laicista.
¿Donde la diferencia? Laico es contrapuesto a religioso pero no en el sentido de práctica religiosa sino de estado. Se vive en el mundo y se participa de todas las preocupaciones mundanas pero no se es mundano. Se puede ser fiel de la Iglesia católica, o fiel de otra confesión religiosa y ser laico. Más bien, lo normal de todo fiel de una confesión religiosa es su carácter de laico. Es lo propio de la mayoría de los ciudadanos.
Lo propio del ser humano es confesar al creador, adorarle y reconocerle como Dios. Pero el mundo de aquí abajo perdería su encanto y su armonía si quisiéramos construirlo como réplica del cielo o del paraíso. La tierra no es ni debe ser un paraíso. Es un lugar de paso, con necesidades corrientes e "irrepetibles", que dejarán de ser necesidades en los mundos celestiales.
Ahora tenemos que preocuparnos, vivir el afán de la búsqueda del alimento, la novia, los hijos, las pensiones, el vehículo utilitario, la vivienda, el veraneo, el descanso, las diversiones. Son todas preocupaciones del tiempo presente y ocupan una parte muy importante de nuestro tiempo y nuestra cabeza. Ahí todos podemos ponernos de acuerdo para encontrar el modo de satisfacer mejor y con más calidad las necesidades terrenas. Eso es ser laico, eso es estar impregnado de la "laicidad". Pero, en absoluto eso es ser laicista.
Laicista es aquel que convierte lo terreno en celestial y que centra "toda su vida" en satisfacer las necesidades terrenas, materiales principalmente y, curiosamente, con el afán del máximo disfrute. El laicista suele ser hedonista porque mira la realidad sólo desde la "carnalidad", y después no tiene ni quiere dar explicación del más allá.
Con ese laicista aún se podría convivir. Unos viviríamos en el mundo atendiendo nuestras necesidades terrenas, comunes a todos los hombres, y tendríamos la amplitud de mira de saber que esta vida terrenal es un paso para la eterna. Procuraríamos vivir, gozar, amar, sonreír y trabajar procurando hacer el bien, procurando ser mejores, y todo por el Dios en el que creyésemos agradar. Otros harían lo mismo, o casi lo mismo, aunque sólo por el "sentimiento de estar a gusto consigo mismo", con esa voz de su conciencia que les dice lo que está bien o mal. Vivirían una vida chata pero estarían cerca, muy cerca, de los creyentes: y esa cercanía estaría en el fomento de lo bueno.
Pero el laicismo habitual no es de un individuo, sino de todo un sistema social. Es un laicismo impositivo. Lo que pretende es que "toda la vida de los hombres" se viviese como si Dios no existiera. No admite que algunos tengan profundidad en su punto de vista. Se molestan con la mera mención de la palabra: "eternidad". Además pretenden eliminar esa voz de su conciencia y quieren construir un mundo "como si las virtudes humanas no existieran", lo que es lo mismo a decir que "el alma, donde se asientan los principios morales" no existiera. Es un mundo sin Dios y sin hombre el que propugnan,
Entonces ¿qué sistema propugna el laicismo actual? el del dominio de la voluntad, que es lo mismo que el dominio de la fuerza, donde la humanidad es, simplemente, una especie animal más, donde el individuo se subordina a la colectividad. Han avanzado en culto a la humanidad y han alineado al hombre. Y entonces los esquemas que propugnan ya no son compatibles con los de la mayoría de los hombres, por eso son "líderes", "ilustrados", "educadores en asignaturas de laicidad". Su meta no es el amor, el bien ni la verdad. Sus metas son el placer, lo políticamente admitido y el consenso. Y en eso son una "secta", porque sus prácticas llevan a sacrificar al individuo por la colectividad.
Y para formar ese nuevo hombre necesitan ser agresivos. Signos evidentes de su mal son muchos, todos manifiestamente agresivos contra el sentir religioso natural en los hombres: belenes, crucifijos, cultos cristianos, enseñanza de la religión, y todo signo religioso cristiano han se ser eliminados. Pero también el mismo nombre de Dios, la concepción de bien y de verdad, todo sentido transcendente. Y en especial la primera composición social natural: la familia que ha de ser reinterpretada para que se imponga el Yo sobre la naturaleza de las cosas.
Ese laicismo no es que sea anti-cristiano, es que es anti-humano.
frid
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