El hombre, una chispa de Dios.
Somos la cúspide de la creación material, elevados en una especie de escalera hacia lo sobrenatural, con una chispa de inteligencia divina. Nuestra manera de ser incluye todo lo propio del mundo material, somos un microcosmos completo, y a la vez nos elevamos sobre la materia. Somos algo más.
Sobre la forma que informa al ser humano.
Me traslada mi amiga Macris un texto de José Ferrater Mora, del Diccionario de Filosofía, Alianza Editorial, Madrid 1979, ante una duda que le planteaba sobre la forma de los animales y las plantas. La vida de esos seres ¿es algo más que la mera organización de la materia?
En el artículo citado se recuerda una polémica del siglo XII sobre si el hombre tenía una o varias formas. Algunos filósofos sostenían que el hombre tenía tantas formas como modos de operación: forma material, vegetal, animal e intelectual. Cuatro operaciones, cuatro formas. Santo Tomás vió que eso es un "absurdo", realmente si hay cuatro formas tendría que haber "tantas formas como operaciones", y podríamos desglosar operaciones y no acabar. Es propio de la "forma" dar unidad al ente tanto en su ser como en su obrar. Es una sola forma la que opera en todas sus potencias. De hecho un ser vivo se diferencia de otro que no lo es en su "unidad". Cuatro formas darían lugar a cuatro seres que "estarían sincronizados" por el creador.
Pero, donde Macris me ha hecho ver la luz es en lo siguiente: si el hombre tiene distintos modos de obrar puede "entender interiormente" el modo de obrar de los demás seres, puede "comprender" las diferencias que existen entre la forma animal y humana analizando determinadas operaciones en sí mismo, que enriquecerá con la experiencia de la observación de esos otros seres.
Por ejemplo. Las pasiones son reacciones involuntarias ante el bien o el mal presente, ausente, o probable. El hombre "las padece" y puede fomentarlas o frenarlas. Eso explica lo que nosotros llamamos el "instinto animal". Ante el rumor de la hojarasca la gacela se pone tensa (el mal probable acecha), ante el olor del tigre se pone en movimiento, ante su ruido cunde el pánico (el mal se hace presente y huye para mantenerse viva); el cachorro acude a su madre con placer (el bien presente está ahí). Es algo descriptivo de cómo viven y sobreviven los animales. En la parte animal del ser humano estos aspectos se dan pero se "añade consciencia" y voluntariedad.
El crecimiento vegetativo, el funcionamiento de los órganos vitales ni se siente ni se controla. Se puede hacer una reflexión y se es consciente. Si pensamos en respirar a veces sentimos asfixia, lo que sale de modo "irracional" al racionalizarlo se dificulta en algunos casos. En otros, tenemos que dejar que la "naturaleza" obre, como para remontar un catarro. Poco podemos hacer para que crezca un dedo nuestra estatura, pero no creceríamos si no nos alimentáramos.
Además encontramos en nuestro cuerpo millones de "seres vivos" que en simbiosis perfecta "sin ser nosotros" trabajan para ellos en nuestro beneficio como algunas bacterias. Y otros no tanto en nuestro beneficio sino en el beneficio propio como pueden ser algunos hongos, virus, bacterias, gusanillos, etcétera. En definitiva: para esos "diminutos seres" somos incluso como el planeta tierra.
El cuerpo está sometido a una serie de leyes físicas y químicas complejas. La gravedad de la tierra y los astros, la bioquímica de las moléculas es fundamental para mantener "el calor vital", los elementos químicos de los que dispone el cuerpo son necesarios para su propia salud, su exceso puede ser un envenenamiento. Pero somos más que un laboratorio bioquímico o que unos elementos materiales.
Y si analizamos nuestro cuerpo a nivel molecular nos encontramos con "planetas en miniatura", tensiones electromagnéticas, y todo tipo de partículas.
Todo ese aparente caos muestra una forma sustancial humana en múltiples operaciones. Unas operaciones que no requerirían un alma espiritual pero unidas al "alma espiritual" que rige todo ello. Algunas de esas operaciones pueden ser alteradas por el "alma que las rige" y las otras pueden serlo a través de acciones físicas conscientes por la voluntad humana (comer, dormir, mutilarse, envenenarse...) dentro de los límites propios de la capacidad física.
Pero la pasión, acción relacionada con el instinto, es una reacción no ante el "universal bien o mal" sino ante el "particular bien": la madre; o el "particular mal": el tigre.
frid
domingo, abril 29, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario