Una reflexión algo transgresora proponiendo compensar la "ley de igualdad" por la "ley de fomento de la pluralidad"; porque salvo el hecho de tener todos la misma dignidad como hombres, nuestras vidas son cada día más nuestras y más distintas. La uniformidad es, verdaderamente, una barbaridad.
Dios en la creación no ha sido avaro, sino que se ha manifestado de modo exhuberante.
Los hombres al "crear" somos muy limitados, incluso un gran artista suele quedar agotado después de desarrollar su obra maestra. Leonardo no fue muy prolijo en sus cuadros, y desarrolló una gran cantidad de apuntes. El artista tiende a la exhuberancia, porque es un ser humano con una especial sensibilidad que le acerca a Dios: traslada al arte su propia vitalidad, su propia sensibilidad ante la riqueza de su mundo interior. Mejor artista será hacia fuera cuando mejores capacidades tenga para plasmar externamente su riqueza interior. Pero hay artistas de una obra sola.
Los técnicos son menos exhuberantes, tienden a uniformar, a simplificar, a hacer un modelo "repetitivo", casi todo lo contrario de cómo actúa Dios. No hay dos cervatillos iguales, ni dos niños idénticos, ni dos caracteres idénticos. El reino del hombre, el de "la igualdad" es una empobrecida confusión entre la igualdad de naturaleza y la identidad de persona. No hay igualdad ni identidad de personas. Todos somos diferentes. ¿Ley de igualdad? eso es sólo ingeniería social.
Los políticos desean controlar a los seres humanos y son peores que los técnicos. Los técnicos cumplen una función necesaria, simplifican la realidad para poder ofrecer a todos los hombres artículos necesarios desde utensilios, carreteras, autobuses... son elementos simplificados, packs, al servicio del hombre. Pero ¿hay alguna razón para simplificar al propio hombre?
Debería legislarse a favor de la ley ce la pluralidad, es más acorde a la realidad humana, dejando claro lo que es la común dignidad de los seres humanos, como criaturas de Dios, pero después desde que es concebido hasta que muere, cada hombre, irrepetible, va diferenciándose, siendo él mismo para bien o para mal, según se camine hacia el Creador o se encierre en sí mismo.
frid
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