No podemos negar una realidad cotidiana: "el hombre porque nace, muere". Podemos alargar la existencia, gozar de buena salud, pero... al final por ahí pasamos todos. Ochenta años es la edad de un hombre robusto "dicen los proverbios", noventa, cien... todo se resume en el último instante. ¿Seguimos, se acaba, cómo seguimos?
Ese enigma, el mayor enigma de la vida del hombre (GS 18) está ahí, a la vuelta de la esquina. "Nuestras vidas son como ríos que van a parar a la mar, que es el morir" (Jorge Manrique) y esa fluir no lo para nadie.
Podemos decir, como algún relativista... "fabrícate un dios y una religión que te resuelva el problema, es de gran utilidad creer en un más allá, donde lo injusto del mundo se acabe, donde goces el estado de eterna felicidad"... o bien ser como más conciliador y "fabricarnos un dios medio tonto al que le de igual lo que hacemos porque ya estamos salvados". Un buen engaño, pero no resistirá un segundo más allá de la muerte porque la realidad será la que sea.
La esperanza tiene que tener una base real, no una base incierta. Esa realidad puede ser más o menos fuerte y cuanto más fuerte, más argumentos de peso la apoyen... su certeza puede llevar a cambiarla en seguridad.
Los mismos judíos no tenían ese asunto demasiado claro. Su seol fue poco a poco aclarándose. Pero los saduceos no surgen del aire. Un movimiento importante y pragmático pensaba que no había resurrección de los muertos en contraposición con los fariseos. San Pablo aprovechó esa grieta ante el Sanedrín para encontrar apoyo en los fariseos cuando le presentaron para que se defendiese de sus acusaciones. ¿Y si le ha hablado un Ángel? decían los fariseos.
Hay argumentos de razón para afirmar que el alma es inmortal, que hay algo después de la muerte, que habrá un destino distinto para el justo que para el impío. Pero visto cómo en el mismo pueblo judío esa cuestión suscitó tanta controversia y debate, y eran los depositarios de la revelación, habría que afirmar que es un asunto nada sencillo, importante, vital... y que nos viene muy bien que Dios haya hablado y nos halla revelado algunas verdades del más allá.
Nos abre una puerta para la esperanza saber por fe que "el alma es inmortal", que "seremos juzgados después de la muerte", que hay juicio, purgatorio, infierno y gloria... suerte diversa, que "Dios quiere que todos los hombres se salven", que hay medios para ello, que hay infierno también, que juegan un papel la libertad humana, la justicia divina y la misericordia, que resucitaremos con nuestros propios cuerpos, que la resurrección será para no morir, que el destino final será eterno e inmutable, que habrá "unos cielos nuevos y una tierra nueva".
Por una parte la inteligencia apunta las razones de la inmortalidad y del premio y castigo final basados en la actividad intelectual del hombre y en el sentido de justicia; el corazón nos acerca a los aspectos de justicia y misericordia... a un Dios con capacidad de perdón; y la fe nos asegura que Dios nos ha creado para la Morada eterna, respeta nuestra libertad, ha enviado a su Hijo al mundo para rescatarnos del pecado y abrirnos las puertas del cielo y que hay muerte, juicio, purgatorio, infierno y gloria, con resurrección de la carne.
Ese enigma, el mayor enigma de la vida del hombre (GS 18) está ahí, a la vuelta de la esquina. "Nuestras vidas son como ríos que van a parar a la mar, que es el morir" (Jorge Manrique) y esa fluir no lo para nadie.
Podemos decir, como algún relativista... "fabrícate un dios y una religión que te resuelva el problema, es de gran utilidad creer en un más allá, donde lo injusto del mundo se acabe, donde goces el estado de eterna felicidad"... o bien ser como más conciliador y "fabricarnos un dios medio tonto al que le de igual lo que hacemos porque ya estamos salvados". Un buen engaño, pero no resistirá un segundo más allá de la muerte porque la realidad será la que sea.
La esperanza tiene que tener una base real, no una base incierta. Esa realidad puede ser más o menos fuerte y cuanto más fuerte, más argumentos de peso la apoyen... su certeza puede llevar a cambiarla en seguridad.
Los mismos judíos no tenían ese asunto demasiado claro. Su seol fue poco a poco aclarándose. Pero los saduceos no surgen del aire. Un movimiento importante y pragmático pensaba que no había resurrección de los muertos en contraposición con los fariseos. San Pablo aprovechó esa grieta ante el Sanedrín para encontrar apoyo en los fariseos cuando le presentaron para que se defendiese de sus acusaciones. ¿Y si le ha hablado un Ángel? decían los fariseos.
Hay argumentos de razón para afirmar que el alma es inmortal, que hay algo después de la muerte, que habrá un destino distinto para el justo que para el impío. Pero visto cómo en el mismo pueblo judío esa cuestión suscitó tanta controversia y debate, y eran los depositarios de la revelación, habría que afirmar que es un asunto nada sencillo, importante, vital... y que nos viene muy bien que Dios haya hablado y nos halla revelado algunas verdades del más allá.
Nos abre una puerta para la esperanza saber por fe que "el alma es inmortal", que "seremos juzgados después de la muerte", que hay juicio, purgatorio, infierno y gloria... suerte diversa, que "Dios quiere que todos los hombres se salven", que hay medios para ello, que hay infierno también, que juegan un papel la libertad humana, la justicia divina y la misericordia, que resucitaremos con nuestros propios cuerpos, que la resurrección será para no morir, que el destino final será eterno e inmutable, que habrá "unos cielos nuevos y una tierra nueva".
Por una parte la inteligencia apunta las razones de la inmortalidad y del premio y castigo final basados en la actividad intelectual del hombre y en el sentido de justicia; el corazón nos acerca a los aspectos de justicia y misericordia... a un Dios con capacidad de perdón; y la fe nos asegura que Dios nos ha creado para la Morada eterna, respeta nuestra libertad, ha enviado a su Hijo al mundo para rescatarnos del pecado y abrirnos las puertas del cielo y que hay muerte, juicio, purgatorio, infierno y gloria, con resurrección de la carne.
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