jueves, enero 17, 2008

Escatología (II). Paraísos.

Sin esperanza no hay paraísos que valgan. Sin embargo la capacidad del hombre para fabricarse falsas esperanzas y no comprobar lo "ilógico" de sus construcciones raya lo patológico.

Sólo hay una esperanza que se sostenga, la de la Vida Eterna, además esa vida eterna para que realmente colme nuestra esperanza tiene que ser algo muy distinto a "nuestra vida... pero eterna". El recto obrar de las cosas de la tierra, una vida en justicia y paz es lo que más se acerca al paraíso. Una familia unida, unos padres que te quieren, unos hijos que te obedecen, sanos, fuertes, listos y guapos... todo eso colma ciertas aspiraciones de felicidad. Un trabajo bien hecho, que la gente estima, que se nos da bien, nos llena de satisfacción. Un paseo en un día magnífico de primavera con unas vistas magníficas, nos produce euforia... "pero son tránsitos" de vida.

El ser humano no está continuamente delante del dilema de la muerte. En la tierra está por algo y el verse capaz de sus pequeñas metas le colma de esperanza, su logro de felicidad, pero esa felicidad es efímera (Spe Salvi 30)

Además de esos momentos de felicidad, la edad y la enfermedad irrumpen como polilla en la armonía familiar, por no decir la discordia, la envidia, y el pecado. Los hijos se hacen rebeldes a los padres, los padres cargantes a los hijos, el trabajo agota, las relaciones profesionales sufren los embates de la discordia. La misma naturaleza sufre cataclismos. El invierno y el frío, lo desapacible se codea con lo idílico. Lo bueno del mundo está mezclado con la cizaña y con el "fruto" del pecado.

Y Jesucristo dio el consejo de dejar crecer la cizaña junto con el trigo hasta la última recolecta. Incluso los paraísos puritanos han sido tiranías de la ortodoxia. Calvino en Ginebra, regímenes fundamentalistas religiosos en países islámicos... son sumisión y esclavitud. Y la felicidad está unida a la libertad, a la elección libre y responsable. No hace feliz el "ser obligado a ser bueno".

Esos paraísos son los que derivan de un deseo natural de felicidad, de la legítima aspiración del corazón humano: de amar, ser amado, gozar de salud, ser útil a los demás, estar en paz con uno mismo y con el mundo que le rodea... y, sin embargo, revolotea sobre ellos la insatisfacción.

Otros paraísos sólo tienen de paraíso el nombre, son las construcciones humanas que defienden un sistema para alcanzar la felicidad en la tierra.

El marxismo buscó esos paraísos en la lucha de clases. Llegaría al final el mundo sin clases, gobernado por los trabajadores. Para lograrlo sacrificaron a otros seres humanos, utilizaron la violencia y el terror... y se encontraron con "seres humanos" tan terribles como los anteriores. Las pasiones y los vicios corroen al hombre desde dentro y no les libera nada externo. O se hacen buenos o no harán un mundo bueno (Spe Salvi)

Cambiaron el paraíso de clases por el paraíso del progreso. La "dinámica determinista" que es captada por unos hombres especiales, "los del partido", que son la savia del mundo... lleva al hombre nuevo. Clave: la ruptura con todo lo anterior, con la familia, la tradición y, sobre todo, con su conciencia. Borrado el concepto de bien y mal ya no habrá infelicidad. Y la realidad es que hemos quedado abandonados a los sentimientos, las depresiones, los suicidios, las amarguras de la conciencia ensangrentada y dolorida negándonos a acceder a ella.

Otros paraísos han abundado en los bienes de la tierra. Recuerdo al rico del Gran Teatro del Mundo, "él era el único que no quería acabar su función"... "se encontraba tan bien en la tierra". Pero esos bienes secundarios son a la vez motivo de cansancio, de apatía, de zozobra. El rico es feliz a ratos y acaba desgraciado. Lo que se goza se gasta. El helado se acaba o se derrite. La salud se pierde... y todos los bienes se dejan.

Es claro que el paraíso no es terrenal. También es claro que los pequeños goces de la vida son más goces si están dentro de lo que la naturaleza humana necesita. La familia, la fama, un mínimo bienestar material, la salud... son "esperanzas" y "felicidades" auténticas pero pasajeras y limitadas y llaman a otros bienes mejores, a un lugar que "ni ojo vio, ni oído oyó, ni le cupo al hombre en imaginación alguna". Es otra forma de ser feliz que no se agota, que no cansa, que llena. Y sabemos que "sólo Dios basta" (Santa Teresa)

frid

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