CIUDAD DEL VATICANO, 20 FEB 2008 (VIS).-Benedicto XVI retomó en la audiencia general de los miércoles la catequesis sobre San Agustín. El Papa saludó a los peregrinos en la basílica de San Pedro y después se desplazó al Aula Pablo VI, donde se hallaba el resto de los asistentes a la audiencia.
San Agustín, dijo el Santo Padre, fue "un gran testigo de Cristo, muy querido por mis predecesores y al que yo mismo he estudiado y meditado mucho. Es el Padre de la Iglesia que ha escrito más obras" y "algunas de ellas son de importancia capital para la historia del cristianismo".
Benedicto XVI citó en primer lugar las "Confesiones", donde "podemos seguir paso a paso el camino interior de este hombre extraordinario y apasionado de Dios". También las "Retractationes", en las que ya anciano "revisa toda su obra escrita, dejando así un documento literario singular y precioso y también una enseñanza de sinceridad y humildad intelectual".
Una "obra decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia" es "De civitate Dei", escrita entre el 413 y el 416 para responder a las acusaciones de los paganos que veían en el cristianismo la causa de la caída de Roma en el año 410 porque el Dios cristiano y los apóstoles no podían proteger la ciudad, mientras con las divinidades paganas Roma era "caput mundi" y ninguno podía pensar que cayese en manos de los enemigos.
Muchos pensaban, explicó el Papa, que Roma "ya no estaba segura con el Dios de los cristianos" y que "el Dios de los cristianos no protegía, por eso no se podía confiar en Él". A esa objeción, "que tocaba profundamente también el corazón de los cristianos, Agustín responde con la grandiosa "De civitate Dei", aclarando qué podemos y qué no podemos esperar de Dios, cuál es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe de la Iglesia". "Todavía hoy -prosiguió- este libro es una fuente para definir la verdadera laicidad y lo que compete a la Iglesia, la esperanza grande y verdadera que nos da la fe".
En el texto, Agustín "presenta la historia de la humanidad gobernada por la divina Providencia, pero dividida entre dos amores contrapuestos que dan origen a dos ciudades: la terrena, originada por el amor propio hasta la indiferencia ante Dios y la celestial, nacida del amor de Dios hasta la indiferencia hacia sí mismo".
"De Trinitate", prosiguió el Papa, "trata del núcleo principal de la fe cristiana", mientras "De doctrina Christiana" es una verdadera y propia introducción a la interpretación de la Biblia y por ende al cristianismo, que tuvo una importancia decisiva en la formación de la cultura occidental".
El santo, "fue consciente de su estatura intelectual, (...) pero antepuso siempre a las obras doctas de teología, la difusión del mensaje cristiano a las personas sencillas". Esta preocupación se nota en el "De catechizandis rudibus", dedicado a los problemas de la instrucción de los cristianos analfabetos y en el "Psalmus contra partem Donati".
Benedicto XVI explicó que los donatistas, a quienes estaba dirigido el libro, sostenían que la verdadera Iglesia era la africana, y recordó que San Agustín luchó durante toda su vida contra ese cisma, sosteniendo que solamente en la unidad era también posible la africanidad. Así, el Psalmus contra partem Donati", si bien sea un texto de argumento doctrinal, tiene un lenguaje asequible para que todos entendiesen que "sólo en la unidad de la Iglesia se realiza nuestra relación con Dios y crece la paz en el mundo".
En "Enarrationes in Psalmos" -agregó el Santo Padre, -se hallan muchas homilías "recogidas por taquígrafos durante las predicaciones del santo, (...) cuya fama hizo que se divulgasen ampliamente y sirvieran de modelo, adaptadas siempre a contextos nuevos".
"Hoy también -concluyó el pontífice-, San Agustín vive a través de sus obras y está presente en nosotros. Vemos así la permanente vitalidad de la fe a la que dedicó su vida entera".
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