miércoles, noviembre 19, 2008

Conquistando el corazón


Algunos pensaban que el Mesías vendría vestido de cota de mallas y que con estilo guerrero se impondría a los hombres, sería Rey al estilo de David y subyugaría, por la fuerza, voluntades. Veían en Él un Emperador Justo, pero con toda la autoridad del Imperio en esta tierra: amable para el justo, terrible para el enemigo... ¿pero quién sería justo ante Dios?


Sin embargo el Mesías vino vestido de humildad. Y su guerra era de paz, cautivando corazones desde la sencillez, desde el anonadamiento, mostrando un rostro y un ser amable y "necesitado" de nuestro afecto y de nuestros bienes. El Dueño del Universo vino al mundo en la indigencia.


Su lenguaje fue del del amor, no el de la violencia... y su última "locura" la vemos todos los días en los Sagrarios de nuestros Templos.


El Todopoderoso inerte, en continua espera... en una "cárcel de amor" (Ver escritos de San Josemaría Escrivá). Ahí está el lugar de encuentro entre la Divinidad y la criatura, sin prisas, sin antesalas, con un susurro que sólo se oye cuando se vacía el corazón de vanidades, de orgullo y se comienza, gota a gota, a llenar de afecto infinito e incondicional, del Amor divino.


Mi Dios mira y habla en el silencio del Sagrario... y golpea con fortaleza y suavidad el alma. Desnuda intimidades vistiéndolas del lienzo blanco de la pureza inmaculada. Él sí que puede mudar lo más sucio en blanco de batán.


El mundo pasa a ser el dominio de los que nada tienen y todo lo dan. El Sagrario enciende en el alma una llama divina que le hace ver con los ojos divinos, a ser en gran medida la presencia silenciosa y amorosa de Dios... y los ojos se vuelven poderosos, ojos que irradian preguntas y llamadas a la entrega.


Sagrarios vivientes después de un rato de estancia ante el Sagrario real. Cárceles de amor que golpean con fortaleza y suavidad las conciencias de los que conviven con ellos y reclaman el total entregamiento.


Curioso... el ejército de Dios, el que Él ha querido... no lo forman legiones poderosas, "marines americanos"... lo forman los sencillos, los humildes, las Teresas, los Franciscos... que irradian "energía atómica", radiación de Dios que sana corazones y aquieta ansiedades pero que reclama un vivir de lo más exigente... "cárceles de amor" para cautivar a todo un mundo desarreglado que claman con San Pablo "Ya no soy quien vive, sino que Cristo vive en mí".


Y esos Cristos tienen el listón bien alto: "la cárcel de amor" que es el Sagrario.

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