Algunos juegan frívolamente con el lenguaje cambiando el sentido de las palabras y trasladando la "poesía" al "rigor científico. Con eso se producen tremendos malentendidos, confusiones y... lo que es más preocupante, manipulaciones.
El lenguaje es el envoltorio de la verdad, pero también lo es el envoltorio de la mentira. La verdad a veces pierde con el envoltorio porque es cruda, sufriente... y hace pensar. La mentira gana porque oculta en su blancura verdaderas podredumbes interiores.
En el pensamiento el lenguaje es aún más delicado, nos jugamos más. Y pasar de la "imaginación", del "sentimiento" a la verdad comprobada, experimentada o intuida debe hacerse con la máxima precaución.
El lenguaje es el "puente de la sabiduría"... y si echamos abajo el puente... no llegaremos a la orilla de la Verdad.
En lo sobrenatural: el lenguaje es el soporte al lenguaje espiritual y místico. Y la mística si "decae en sentimentalismos" podría también derivar en irracionalidad. No toda voz se válida para expresar lo inefable... si es de Dios será conforme a la naturaleza y será coherente con la sobrenaturaleza. De ahí que "Iglesia carismática e Iglesia jerárquica" sean la misma realidad: Iglesia de Jesucristo.
Por eso no es valadí que el Papa Benedicto XVI incorpore "lenguaje" con "patrimonio religioso" y "patrimonio cultural"... sin ese lenguaje se van al traste las tradiciones de Occidente.
Y, por ejemplo, redefinir "laicidad" como "exclusión de Dios de la vida de los hombres, y, por tanto de la vida pública" es perder la riqueza que encierra una vida humana en la que "con naturalidad", y sin imposiciones, lo religioso, como parte del ser humano, está presente en la sociedad civil y en los actos públicos.
Hoy la guerra del príncipe de las tinieblas es la batalla por "confundir la verdad" para "imponer la mentira"... y cada "palabra" ha de ser protegida en su significado como un tesoro.
Dice Benedicto XVI:
Un alfabeto espiritual que ha hecho posible la historia es un patrimonio: “El “alfabeto” espiritual que ha hecho posible a nuestros pueblos escribir a lo largo de los siglos nobles páginas de historia civil y religiosa, representa un precioso patrimonio que no se puede desbaratar, un patrimonio que hay que incrementar con la aportación de los descubrimientos modernos de la ciencia, de la técnica y de la comunicación, puestos al servicio del verdadero bien del ser humano”. “Separar totalmente la vida pública del valor de las tradiciones, significaría acabar en un callejón ciego y sin salida. Por eso es necesario volver a definir el sentido de una laicidad que subraye la verdadera diferencia y autonomía entre los diferentes miembros de la sociedad, pero que conserve también las competencias específicas en un contexto de responsabilidad común”. “La “sana” laicidad del Estado conlleva que todas las realidades temporales se rijan según unas normas propias, que sin embargo no deben descuidar las instancias éticas fundamentales, cuyo fundamento descansa en la misma naturaleza del ser humano, y que precisamente por eso, llevan en último término al Creador”. (Discurso al nuevo embajador de la república de San Marino, jueves 13).
No hay comentarios:
Publicar un comentario