viernes, octubre 06, 2006

Para el curso que comienza. San Bruno teólogo del silencio y la contemplación.


Traigo a colación, como comienzo de este nuevo curso, la reseña del VIS con las palabras que Benedicto XVI ha dirigido a la Comisión Teológica Internacional sobre la misión del teólogo.

En el fondo, para profundizar sobre el conocimiento de Dios hay que escucharle a Él. No se trata de pensar nosotros lo que nos parece que es Dios sino, más bien, en meditar lo que Dios nos ha comunicado sobre Él. Y eso con humildad: dispuestos a aprender y a rectificar.

La seguridad del teólogo está en esa humildad que le permite estar firmemente amarrado a la barca de Pedro. Si alguien errase, ese sería yo. Y así estoy tranquilo y voy con una gran libertad y seguridad investigando, viviendo y dando gracias al Dios de la Gloria, de la Sabiduría y de la Obediencia.



MISION DEL TEOLOGO PASA POR EL SILENCIO Y LA CONTEMPLACION


CIUDAD DEL VATICANO, 6 OCT 2006 (VIS).-Esta mañana en la Capilla Redemptoris Mater el Santo Padre concelebró misa con los miembros de la Comisión Teológica Internacional.


El Papa, en su homilía, aludió a la figura de San Bruno, cuya festividad se celebra hoy y cuya misión se caracterizó por "el silencio y la contemplación (...) que sirven para encontrar en la dispersión de cada día la unión profunda y continua con Dios".



La misión del teólogo, observó Benedicto XVI, es la "hacer presentes las palabras esenciales en la locuacidad de este tiempo y de otros tiempos (...) mediante la purificación de nuestras parolas y por lo tanto, por la purificación de las palabras del mundo, necesitamos ese silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y llegar al punto donde nace la Palabra, la Palabra redentora".


"Nuestro hablar y pensar -prosiguió. debería servir para que pueda escucharse y encontrar espacio en el mundo el hablar de Dios, de la palabra de Dios. Así, de nuevo, nos encontramos invitados a este camino de la renuncia a nuestras palabras, a este camino de purificación para que nuestras palabras sean solo instrumento mediante el cual Dios pueda hablar y de esa forma Dios sea realmente no el objeto sino el sujeto de la teología".


Después citando la Primera Carta de San Pedro, recordó que "hablar para encontrar aplausos, hablar orientándose a cuanto los hombres quieren escuchar, hablar obedeciendo a la dictadura de las opiniones comunes, se considera como una especie de prostitución de la palabra y del alma", pero "no hay que someterse a esta tipología" sino "buscar la obediencia a la verdad. Pienso que esta sea la virtud fundamental del teólogo, esta disciplina dura de la obediencia a la verdad, que nos hace colaboradores" y "bocas de la verdad"

BXVI-HOMILIA/TEOLOGIA/... VIS 061006 (320)

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