lunes, septiembre 25, 2006

El mal del hombre y la paciencia de Dios.

El mal del hombre y la paciencia de Dios.

Los ateos suelen decir que no creen en Dios porque si Dios fuese infinitamente bueno, ¿permitiría el mal en el mundo? Y se quedan tan tranquilos sin mover un dedo por erradicar el mal, mientras que emplean toneladas de verborrea para eliminar a Dios de la faz de la tierra.

No les vale que entre los cristianos haya personas que hayan, durante todos los siglos, desarrollado maravillosas iniciativas para combatir la ignorancia, la enfermedad, el sufrimiento y la soledad. Para ellos la suerte está echada. Hay mal, luego arrojemos a Dios del mundo por permitirlo.

Son los mismos que eliminan a la mitad de la humanidad para salvar a la otra mitad, que toleran como progreso la figura infernal del aborto, que se callan (cómplices) ante los campos de concentración chinos, ante los asesinatos de católicos en el mundo musulmán, ante la falta de libertad en el paraíso comunista residual de Cuba.

Frente a ellos se levanta un gran misterio: Cristo en la cruz; un Dios que se ha encarnado y ha muerto por ganarnos el cielo... y que ha resucitado. Pero aún sin fe es algo desconcertante: alguien que ha dado la vida por los pecadores.

Y razonan: qué cruel es Dios que permite que maten a su Hijos. Y no razonan: qué grave es el pecado del hombre que para repararlo Dios ha mandado a su Hijo que muriese por nosotros. Y no quieren ver que después de la muerte vino la Resurrección, ni tampoco que la vida del hombre en la tierra es temporal; estamos de paso.

Y, sin querer desentrañar el misterio, quiero apuntar una consideración que nos abrirá los ojos. La naturaleza humana, en cuanto corporal, es mortal. Y si sabemos que el hombre fue creado inmortal lo sabemos porque está así expresado en la Revelación. Nacemos para morir. Y mantenemos la esperanza porque estamos seguros de la inmortalidad del alma. Eso es lo importante: la trascendencia del alma, su felicidad última. Ese incierto destino del alma después de la muerte, del que sabemos muy poco con la luz de la razón y todo lo que necesitamos con la luz de la fe.

Si pensamos lo pocos que son los años aquí en la tierra para todos, para buenos y malos; tendremos que analizar donde está el verdadero mal; y qué saca Dios del mal del hombre sobre la tierra.

Otra luz: Dios nos ama como nos ha creado, con libertad de elegir; y esa libertad es la que nos abre el camino del bien o de la vida; y el del mal o de la condenación eterna. Ahí es donde debemos preguntarnos ¿por qué Dios permite el mal moral; todo mal físico encontrará una explicación y un alivio? Una explicación: la libertad humana; un doble alivio: su temporalidad y su valor redentor desde que Cristo nos asoció a Él en la cruz.

Del mal moral del que no nos arrepentimos deriva la condenación eterna. Pero ahí topamos con la libertad y la gracia divina. Dios ofrece a todo hombre los medios para que vaya al cielo, pero no violenta su libertad. Libre lo creo y libre lo salvará. Pero también, libre, el hombre puede rechazarlo.

frid

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