lunes, septiembre 25, 2006

Acto de fe y la aceptación de la voluntad:

Acto de fe y la aceptación de la voluntad:

Todo acto humano implica una interrelación entre la inteligencia y la voluntad.

Para realizar el acto de fe, por muy razonable que sea el creer, si no quiero no creo.

La fe es, además de un acto sobrenatural, un acto humano: Catecismo de la Iglesia Católica nº 154: Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad "presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela" (Cc. Vaticano I: DS 3008) y entrar así en comunión íntima con El.

El creer no anula la voluntad sino que la mueve hacia una aceptación de la Verdad que le dice el Sumo Bien, que Dios mismo le muestra como razonable. No creemos a ciegas ni afirmando la voluntad contra toda evidencia. Es razonable adherirse a lo que Dios diga ya que es la Suma Sabiduría, y es razonable querer adherirse a lo que Dios nos muestra ya que es la Suma Bondad.

Si nos preguntamos ¿por qué queremos creer?, tendremos que responder que la voluntad no es movida por la evidencia del objeto, sino por una serie de motivos “razonables” que muestran el bien de la adhesión al acto de fe; unos motivos que no determinan ni condicionan la libertad. Para creer Dios ha querido que Él y el hombre quieran.

En el acto de fe hay un querer amar, una relación de afecto y amor a Jesucristo, como transmisor de la Buena Nueva. Pero es que el objeto de la fe es un Dios amable, un Dios redentor, un Dios encarnado que ha querido compartir nuestra vida terrenal, un Dios cercano. El conocimiento de fe no es puramente teórico, es afectivo y enamorado.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la libertad de la fe: nº 160 "El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe estar obligado contra su voluntad a abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza" (DH 10; cf. CIC, can.748,2). "Ciertamente, Dios llama a los hombres a servirle en espíritu y en verdad. Por ello, quedan vinculados por su conciencia, pero no coaccionados...Esto se hizo patente, sobre todo, en Cristo Jesús" (DH 11). En efecto, Cristo invitó a la fe y a la conversión, él no forzó jamás a nadie jamás. "Dio testimonio de la verdad, pero no quiso imponerla por la fuerza a los que le contradecían. Pues su reino...crece por el amor con que Cristo, exaltado en la cruz, atrae a los hombres hacia Él" (DH 11).

Habría que resaltar una y otra vez que la fe cristiana no se impone por la fuerza. La aceptación de la voluntad no es la aceptación de la apariencia, es aceptar unas verdades como ciertas y plasmarlas tanto en la vida exterior como en la interior. La fe riega el obrar, los afectos y el pensamiento.

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