martes, septiembre 19, 2006

Educación para la ciudadanía o educación para la mentira.

En España, el partido socialista tiene un plan: ideologizar a nuestros hijos.
Educación para la ciudadanía o educación para la mentira.


Nuestros gobernantes en vez de preocuparse de los problemas reales de la juventud están preocupados por generar problemas a los jóvenes que no los tienen.

En vez de legislar para evitar los males que conlleva el botellón, el gamberrismo juvenil, el aumento de la delincuencia juvenil, el consumo de drogas de diseño, la corrupción de menores, parece que, desde el Partido Socialista, están empeñados en aumentar esa población de riesgo aumente.

Porque lo que se inculca en los jóvenes tiene rápidas consecuencias, es claro que las consignas de la nueva asignatura de la Educación para la ciudadanía formarán jóvenes que vivirán con esos nuevos valores.

Veamos alguno de esos valores:

Verdad: “No existe; es el fruto del acuerdo o el consenso. El que afirma que existe la verdad es un fundamentalista contrario a la libertad”.


Verdad científica ¿fruto del consenso? La verdad científica se comprueba con la “experiencia”, que muestra la inmutabilidad de unas leyes que están ahí, y se llaman leyes de la naturaleza. La ley de la gravedad ¿fruto del consenso? La existencia de las partículas elementales de la materia, su aplicación en la electricidad o para su uso en las energía nucleares, solares, o de otro tipo ¿fruto del consenso?

Luego la naturaleza tiene algo fijo e inmutable anterior al hombre, y eso no es fruto del consenso sino de la búsqueda de la verdad y de su encuentro. Y ¿un sistema que explique que eso que es “real” y por tanto “verdadero” en un Dios creador no es “al menos” un sistema pausible, razonable y digno de nuestro respeto?

Veamos su contrapunto. Si no hay verdad puedo llegar a consensuar con la mayoría cualquier cosa como apalear a mi propio padre, unirme a mi madre, matar a un pordiosero, tener esclavos, o cualquier cosa que logre con una mayoría estipulada. Y, si todos nos ponemos de acuerdo menos uno, ¿no tendremos derecho a cortarle en pedacitos? ¿Qué hay que impide que esa acción pueda ser legítima aunque hay consenso? ¿No será que hay acciones que son siempre intrínsecamente malas, aunque las consensuemos?

Va a resultar que la verdad y el bien están ahí, y hay que elegirlos. Y la mentira y el mal también están ahí y hay que evitarlos. Y ¿de qué instrumento disponemos? Pues de la libertad.

Luego la libertad no tiene como fin hacer “lo que me apetezca”, aunque pueda hacerlo, sino hacer “lo que me conviene”, es decir “lo que está bien”. Y ¿qué pasa con mi elección? Pues que si elijo el bien me hago virtuoso: justo, fuerte, prudente y moderado. Curiosamente me hago, incluso, tolerante, porque controlo mis instintos y no hago lo primero que me apetece.

Conclusión: será mejor ciudadano el peor alumno en esa parte de la asignatura.

frid

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