Creación y progreso. El Dios de los cristianos y el dios del progreso (I)
Seamos sinceros. El hombre moderno también cree, porque para él es mucho más necesario creer que para los cristianos.
A ver si me explico, nosotros estamos convencidos de que Dios ha creado el mundo y ha creado nuestra inteligencia. Y ha obrado bien. “Y vio que el mundo era bueno”. Por eso confiamos que con nuestra cabeza, don de Dios, podemos desentrañar, algunas veces con facilidad y otras con creciente complicación, algunas de las claves del mundo creado. Y esas verdades logradas con el esfuerzo de los hombres de generación tras generación son nuestro bagaje cultural y científico. Somos ricos de saber por el esfuerzo de nuestros antecesores.
Tenemos el tesoro de la tradición de nuestros antepasados, de un mundo que ha creado un Dios Inteligente, el don de la inteligencia. Además, por ser cristianos, somos depositarios de una serie de revelaciones divinas de orden natural y sobrenatural que nos ponen en una situación ante el mundo infinitamente superior al mero conocimiento humano. Tenemos la ciencia sobrenatural y el don de la sabiduría; si bien ahí ejercemos el don de la fe. Creemos sólo lo necesario, aquello que sólo creyendo conocemos. De las demás realidades somos más críticos que nadie, porque sólo las aceptamos con una explicación razonable y convincente.
Sin embargo, los que se empeñan en justificar el mundo sin Dios tienen que creer en productos de su propia imaginación. Creen en presupuestos humanos fabricados por ellos mismos, con la ilusión de que sea cierta su ocurrencia.
Para eso han deificado al progreso, que definen como una fuerza ciega, un azar que, curiosamente, hace que el universo material se eleve en un orden cada vez superior, del que el último exponente “por ahora” es el hombre. Pero su “mito” del progreso continuo les lleva a creer algo horrible: que después del hombre, mero estadio temporal, surgirá un superhombre, otro tipo de seres que se empeñan en construir manipulando la genética. Curiosos fabricantes del Leviatán, de alguien que una vez fabricado nos mirará como “simios”, nos enjaulará para sus zoos y experimentará con nosotros como seres inferiores.
Paradoja: mi cabeza crea una explicación del mundo que luego impongo como verdad. Es sencillamente un ídolo intelectual, una criatura de la imaginación puesta en el templo de la divinidad.
frid
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