lunes, septiembre 25, 2006

Fe, razón y voluntad. Paradojas del Pensamiento débil (III)

Fe, razón y voluntad. Paradojas del Pensamiento débil (III)

Paradoja moderna: al negar la verdad objetiva, han convertido la fe en un acto irracional sin fundamento; han condenado de la inteligencia su afán de conocimiento racional y la han reducido a la técnica; han encadenado la voluntad al sentir de la apetencia; y al mismo tiempo la han esclavizado con la apetencia de la mayoría. Y en vez de regirse por la razón se rigen por el instinto. Pasan de ser animales racionales a ser unos simples animales irracionales y salvajes.

Detrás de esta opción están los ecos de la filosofía nietzchiana: la voluntad de poder. Una voluntad sin freno que lleva o al imperio individual de los fuertes en el caso del individualismo subjetivista; o a la tiranía de la mayoría, plasmada normalmente a través de una clase dirigente: las castas de las que hablaba Nietzche, actualmente, en occidente, esa es la visión del partido socialista español dirigido por un nihilista nietzchiano y marxista como es Rodríguez Zapatero que sostiene en estado puro estas teorías: la falta de verdades, el relativismo del bien y la no existencia de las virtudes.

En contraste a ese pensamiento brilla el optimismo del cristianismo, como dice la conclusión de “Fides et ratio”: “la Iglesia está profundamente convencida de que fe y razón «se ayudan mutuamente», ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización”.

Y como dice Juan Pablo II, la Iglesia, desde siempre ha tenido confianza en la razón. Dijo Juan Pablo II a los teólogos en su carta dirigida a las dos academias teológicas pontificias en 1999: “la intuición del doctor Angélico radica en la certeza de que existe una armonía fundamental entre la fe y la razón : «Es necesario, por tanto, que la razón del creyente tenga un conocimiento natural, verdadero y coherente de las cosas creadas, del mundo y del hombre, que son también objeto de la revelación divina; más aún, debe ser capaz de articular dicho conocimiento de forma conceptual y argumentativa»”.

En definitiva: La Iglesia tiene confianza en el hombre y en sus potencialidades. El pensamiento débil, desde la desconfianza en el hombre, le hace un irracional incapaz de un pensamiento verdadero.

frid.

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