Si el Islam es tolerante y ha renunciado a la “guerra santa”, ¿de qué protesta?
Benedicto XVI nos advierte del peligro de la imposición de la fe por la fuerza, de la guerra por motivos religiosos. La fe no se impone, se propone. Pero saltan como aludidos imanes de varias partes del mundo. ¿Piden al Papa que retire su condena a la guerra santa? ¿no deberían pedir a los suyos que no den motivo para que se les acuse de incitar la violencia?
El Papa se adentra en la historia de los asedios de Constantinopla por un Islam violento. Espero que ese modo de entender haya pasado a la historia, ¿pero ha pasado? ¿No es real el 11-S; el 11-M; el 7-J? ¿No son reales las inmolaciones terroristas en nombre de Alá? Algo hay que cambiar...
Corren aires de guerra, Constantinopla está cercada por las tropas del Sultán. Un año antes, el emperador Manuel II Paleólogo ha tenido una conversación con un persa culto en la actual Ankara. Hay tiempo para la anotación de los recuerdos.
Quizá el Emperador se pregunta el futuro de su pueblo amenazado por el Islam que rodea sus murallas. Una horda de fanáticos religiosos que han hecho su religión la yihad, la guerra santa. Y, para ello se amparan en las palabras del Profeta, de Mahoma.
El diálogo sigue siendo actual en Occidente que ve amenazante un islamismo más y más virulento, en el que de modo manifiesto se enseña en las escuelas que Occidente y Estados Unidos son “el infiel” con el que no hay misericordia, y contra el que todo está permitido.
Ese mismo Occidente, en vez de enfrentarse con sus miedos y peligros, en vez de preguntar al mundo islámico la sinceridad de sus propuestas, la verdad de sus amenazas, mira hacia otro lado. Y, desde un cínico laicismo militante, achacan esa violencia real a quien predica sólo la paz, la concordia y el amor: a la Iglesia Católica.
El Papa Benedicto XVI se ve forzado a hablar, para proteger a los cristianos de la calumnia y para alertar a Occidente donde están sus peligros.
El Papa advierte citando al emperador bizantino (entre 1394 y 1402 decía): “Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios. La fe es fruto del alma, no del cuerpo. Por lo tanto, quien quiere llevar a otra persona a la fe necesita la capacidad de hablar bien y de razonar correctamente, y no recurrir a la violencia ni a las amenazas... Para convencer a un alma razonable no hay que recurrir a los músculos ni a instrumentos para golpear ni de ningún otro medio con el que se pueda amenazar a una persona de muerte...”
Ahí se plantea una diferencia fundamental entre el Dios cristiano y la visión de Dios que presenta el islamismo. Un Dios creador de la razón y que no se opone a ella en sus mandatos; y un Dios voluntad absoluta que podría mandar cualquier cosa (como el dios de Ockam).
Si se quiere construir la paz entre los pueblos hay que profundizar en lo que la fomenta. Ahí tenemos a una Religión, la Católica, que propugna un Dios razonable, amigo del hombre (“mis delicias son estar con los hijos de los hombres”); enemigo del dolor y de la muerte (“no creáis que me alegro con la muerte del justo”); pero que nos ha creado con libertad (“eh aquí que te presento el camino del bien y el camino del mal para que elijas). Esa religión es una religión de paz.
Otras religiones deberían profundizar sobre el camino de la paz y de la tolerancia. Más bien, deberían ahondar en cómo es Dios y corregir sus relaciones con Él.
¿Y Occidente? Hay un occidente derivado del humanismo cristiano que debe sentirse orgulloso de su pasado y esperanzado en su futuro.
Pero también hay un Occidente “de nuevo diseño”, donde se quiere avanzar hacia la paz y la libertad impidiendo que elijamos lo que consideran “políticamente incorrecto”, como tener convicciones fuertes sobre algún tema; por ejemplo: tener fe en Dios. Y esos “diseñadores de la paz”, para llegar a su meta, la imponen con la violencia mediática, de la imposición de un programa educativo sectario, la exclusión del hecho religioso, la imposición de la “religión del progreso de la ciencia”; un progreso que ya mata antes de nacer y en la vejez.
Por eso hace muy bien el Padre común de los católicos en hablar. Está enseñando cual es el verdadero peligro de la humanidad: la sinrazón, la intransigencia, la guerra santa, la imposición de las “sociedades de diseño”. Y también nos dice donde está la esperanza: en la razón, en la verdad, en el amor, en la vida.
Tenemos de nuevo dos caminos para elegir: el bien, que lleva a la vida; el mal, que lleva a la muerte. Y en medio: el tesoro de la libertad.
frid
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1 comentario:
¡Enhorabuena! No podría estar más de acuerdo.
Un saludo.
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