Me niego a ser un hombre simplificado.
Uno de los problemas de los pensadores de los sistemas políticos es simplificar al ser humano para que quepa en los esquemas sociales que han inventado, de tal modo que intentan estructurar toda la riqueza de la organización de los hombres en un sistema racional ideal. Y en esa racionalización la que suele ser dañada total o parcialmente es la libertad.
Normalmente en cada época se ha intentado ajustar la organización social a las ideas filosóficas del momento. Con lo que, cuando esas ideas se alejan más a la realidad de lo que es el hombre, el ser humano acaba perjudicado. Un ejemplo paradigmático es la construcción social de comunismo soviético, basado en el determinismo evolutivo aplicado al ser social del hombre.
Para hacer un traje lo más adecuado al hombre y a su ser social, hay que partir de un principio de complejidad. El ser humano es capaz de múltiples relaciones compatibles entre sí, algunas de ellas afectando a esferas diferentes de su actividad, otras subordinadas entre sí y todas ellas encontrando su unidad en la búsqueda personal de la felicidad.
Esas relaciones afectan a distintos ámbitos de su ser: en la intimidad es donde se encuentra el hombre, su origen y su destino. Es el lugar de su relación con Dios o con sus creencias. Ahí encuentra el sentido último de su vida. Y la respuesta que de a ese enigma afectará muy y mucho a las otras esferas de su ser.
La primera relación de entrega del hombre a otro ser humano es la que deriva de la complementariedad de hombre y mujer, lo que origina el ámbito familiar. Único ámbito de plena entrega incluyendo la corporeidad y ordenada al bien de los esposos, de los hijos y del todo social que se beneficiará grandemente si esta esfera funciona óptimamente. La importancia de esta esfera familiar justifica la intervención del Estado para protegerla. Paradójicamente la legislación que equipare la familia con otro tipo de uniones es una ingerencia ideológica que va contra la organización natural de las relaciones humanas, es un acto de violencia.
Posteriormente algunos pasan a relacionar al hombre directamente con la estructura del Estado, entregándole la ordenación absoluta del todo social. Y eso supone un reduccionismo de las esferas de relación humana. Eso se entiende en sociedades sencillas como las tribales, más que las complejas de la modernidad, y aún en esas sociedades si se las examina con atención se puede comprobar que las relaciones de amistad o parentesco se interfieren con la relación de autoridad del jefe. Y eso muestra que hay otras relaciones que establecen los hombres que tienen carácter autónomo.
Algunas de esas relaciones tienen un fin lúdico como puede ser una asociación micológica, pero otras son vitales para el bien común como son las originadas por el comercio, las relaciones de trabajo, las entidades asistenciales y educativas.
Esa sociedad intermedia es la mimada del planteamiento liberal, que entiende la subsidiariedad del poder público en la intervención necesaria para que se logre el bien común general. Y eso se puede hacer corrigiendo situaciones monopolísticas en el comercio como fomentando centros públicos educativos ante la incapacidad de la iniciativa ciudadana de cubrir esa labor.
Está entre las labores del Estado el fomentar esas sociedades intermedias y el ir pasando a un segundo plano cuando la sociedad, ya madura, se ha estructurado adecuadamente para cubrir de ese modo sus necesidades.
Paradoja: en España los centros públicos de enseñanza se ubicaban estratégicamente junto a centros privados para, posteriormente, racanearles el régimen de concierto y reducir su capacidad competitiva. La razón de esa paradoja: la concepción de un Estado omnipotente, en el que el servicio público debería ejercerlo un ente público, y más en aspectos tan delicados como la educación de los nuevos ciudadanos.
El error de fondo es un error filosófico, es la reducción de la persona a un trinomio de relaciones: consigo mismo, con la familia y con el Estado; cuando en realidad el trinomio debería abrirse en árbol y sustituir Estado por sociedad.
Y es que los estatalistas no entienden que haya esferas de lo social que no estén controladas por el Estado. Y hay que decir que el Estado no es mas que la denominación del último ámbito de relación social al que los otros se subordinan sólo en el ámbito de búsqueda del bien común general y no en otra cosa.
Por eso la relación social, más que estatal, es la que se enriquece con la creación de sociedades intermedias tanto para el ejercicio de la profesión como para la educación, la atención de la salud, y demás servicios públicos que la sociedad demande.
frid
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