lunes, septiembre 25, 2006

Fe, razón y voluntad. La fe cristiana en el pensamiento débil (II)

Fe, razón y voluntad. La fe cristiana en el pensamiento débil (II)

Váttimo como máximo exponente del pensamiento débil va afirmado que él es cristiano pero que cree en un cristianismo que no se imponga, que renuncie a afirmar que es verdadero, que reduzca su fe a una opinión plausible y que entienda que todas las religiones son igualmente verdaderas y válidas.

Estas afirmaciones están en boca de muchas gentes que las repiten, sin darse cuenta del alcance de las frases, pensando que están en línea con la modernidad. Son pensadores según “la moda”, más que según “la verdad”. Para ellos el consenso es la clave del conocimiento. Y la verdad no es objetiva sino fruto del diálogo.

No niego que el diálogo sea muy importante para la búsqueda de la verdad, pero no podemos confundir un medio para aprender con la realidad de lo aprendido. América no es fruto del viaje de Colón. Colón inició la búsqueda con el diálogo de las carabelas, pero encontró la realidad de las Américas.

La fe no es una mera elección indiferente. Eso la convertiría en algo irracional y falso. Si elijo tener fe es porque antes he visto que es razonable creer, que las verdades que propone mi religión no se contraponen con las verdades que conozco en el orden de la naturaleza. Pero para poder afirmar que creo porque es razonable, debo de saber que mi inteligencia es también razonable, que está capacitada para conocer la verdad, que no es un instrumento de falsedad sino de conocimiento verdadero.

Por eso, si la fe es razonable, admite el diálogo con la razón y con las demás religiones, sin miedos y sin complejos. Y está dispuesta a mostrar que es más razonable creer que no creer, porque es más razonable la deducción de la existencia de Dios que su negación, y que Él pueda hablar al hombre a que no pueda hacerlo. También está dispuesta nuestra fe a dialogar con las demás religiones y mostrar que le asisten más razones para ser auténtica que las otras.

Y eso no es violencia, salvo que se defina como violencia la luz del sol cuando ilumina la tierra. El uso de la razón, en un diálogo para convencer, es mucho más humano que su contrario. Confiamos en la capacidad de entender de nuestro contertulio. Y esa es una manera de ver lo que es el “proselitismo”, como el mostrar nuestras razones, sopesarlas con las del otro y dejar que uno y otro vean a qué lado se inclina la balanza.

El pensamiento débil ve en eso violencia, pero violenta al hombre al considerarlo débil y manipulable. Se erige en su protector, pero qué protege ¿si la verdad es fruto del consenso, no es más fuerte su imposición que si la verdad fuese fruto de la búsqueda personal y objetiva?

El pensamiento débil destruye la fe del creyente al convertirla en un acto de voluntad irracional, pero también destruye las potencias intelectuales del hombre al negarles su capacidad de conocer la verdad.

El pensamiento débil nos quiere proteger de las decisiones permanentes de la voluntad, pero nos esclaviza en un relativismo incierto. Nos niega el camino de creer en Dios y en la Iglesia; pero sólo nos deja creer en una verdad: “que no hay camino”, en la verdad de la indiferencia.

frid

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