lunes, agosto 14, 2006

Diálogo en busca de Dios y del sentido de la religión.

Puntos de encuentro con un agnóstico tolerante:

He recibido un comentario de mucho nivel al post anterior, en el que me preguntaba las razones de la esperanza que puede tener un ateo. Pero me he encontrado con algo que considero totalmente diferente, un planteamiento agnóstico. Y es razonable que no se identifique con lo que digo en mi artículo. La razón es obvia, son esencialmente dos planteamientos vitales diferentes.

El ateo es alguien que ha llegado a su camino; en mi opinión de modo simplificado, y afirma que Dios no existe ¿lo ha demostrado?, probablemente lo afirma desde su propia creencia.

El agnóstico es una persona que va de camino hacia la verdad, está en la duda. En ese aspecto coincide conmigo si bien yo soy creyente y, para mí el mundo me habla de su creador. Pero también me estoy preguntando continuamente el por qué de las cosas y su para qué; y muy en especial, me pregunto sobre el misterio del mal y del dolor, más aún ¿qué sentido tiene el dolor del inocente? Pero para esas preguntas intentaré, en otro momento, dar un poco de luz.

Pero aclaremos algunas de las preguntas y dudas. ¿Es peligroso el radicalismo religioso, más peligroso que el radicalismo ateo? Aquí yo sostengo dos tipos de radicalismo, el de la imposición a los demás y el de la vida siguiendo de un modo radical las enseñanzas religiosas.

El radicalismo de la imposición es nefasto, y ahí están los muertos de las guerras de religiones, la más sangrienta sin duda es la defensa de Occidente ante la extensión del Islam, que no se hizo por la fuerza de la palabra sino por la fuerza de las cimitarras. Y, en otro orden de cosas las recientes imposiciones de los paraísos marxistas que acaban invariablemente en los campos de exterminio o de reeducación. Hoy en día los grandes radicales son una versión del Islam que lleva al terrorismo feroz, los residuos del marxismo guerrillero o terrorista, y los intentos de imponer el laicismo como creencia desde las filas de partidos de índole socialista.

El radicalismo de la vida religiosa será excelso si la religión es excelsa. Un radical en la vida cristiana fue San Francisco de Asís, otra de nuestra época Teresa de Calcuta. A su manera, desde su talla intelectual, lo fue Juan Pablo II, y lo son todos los santos a los que la Iglesia ha puesto como modelo. Unos defendieron heroicamente su fe prefriendo morir a renunciar a su libertad, y dando un testimonio válido para la defensa de la libertad de todos los hombres. Otros se entregaron al servicio desinteresado del pobre, del enfermo, del ignorante; en definitiva, se entregaron hasta dar su vida en servicio de los demás hombres.

Para ese segundo radicalismo es preciso vivir una gran fortaleza, y por esa razón entiendo que Nietzche caricaturiza la religión cuando la ataca y la llama religión de los vencidos o de los corderos. Entiende por sumisión lo que es generosidad, entiende por culpabilidad lo que es el reconocimiento del hombre de la responsabilidad de sus actos y la capacidad que tiene de rectificar pidiendo perdón a aquel al que ha ofendido. Probablemente o ignoraba lo que era la religión católica o seguía en ese tema a sus vísceras más que a su cabeza.

Cuando se habla de Iglesia institucionalizada como algo que coarta la libertad es no entender la libertad que gozan los cristianos. Y en eso Nietzche y otros muchos no permiten que en religión se exija lo mínimo que se exige, por ejemplo, para formar parte de una institución como el ejército, la función pública, un colectivo profesional o un club deportivo.

Salvo las verdades de la religión, ese cristiano es tan libre como los demás en el ejercicio de sus deberes o derechos ciudadanos, de militar en un partido, de hacer unos estudios, de asociarse con otros ciudadanos. Me dirán ¿pero en el tema del aborto piensa que es un crimen, y todos los cristianos lo piensan? Yo le diría, y también otros muchos que no son cristianos, y casi todos los médicos sap en que el embrión es ya un individuo de la especie humana. ¿Y, en el tema de la educación, no es garantía de libertades que los católicos exijan el derecho de escoger centro educativo para todos?

De todos modos, alguien me dirá ¿y los diez mandamientos, no son una imposición? Pues mira por donde, estoy convencido que cualquier persona de bien llegaría a los mismos sin ser católico, de hecho son de la tradición judáica e incluso más antiguos, de los pueblos de la mesopotania primitiva. Si bien el gran avance judío es recopilarlos en las tablas de la ley y no dejarlos dispersos más difíciles de reconocer. Porque quien piensa que es bueno matar, desear y arrebatar la mujer al prójimo, mentir, deshonrar a sus padres, etcétera. Y, si existe Dios, ¿no es razonable honrarle?

Con respecto a que la religión es influida por la ciencia o viceversa, lo único que diré es lo mismo que Santo Tomás. No puede haber contradicción entre fe y razón porque es el mismo Dios creador el que se revela a los hombres. La actitud evolucionista, presupuesto más razonable según la ciencia, muestra el camino que sigue el Universo hasta nuestros días, pero no da razón de su origen. La creación divina es algo meta-científico, si bien coherente con el pensamiento científico. Y, en contraposición a algunos laicistas, que la Iglesia defienda que la ciencia no puede hacerlo todo es, sencillamente, lo mismo que la humanidad dijo a los nazis: no podéis utilizar a los judíos como cobayas. Los hombres tienen una dignidad por sí mismo que exige prohibir su manipulación.

Y si alguien me dice que no cree en Dios porque existe el mal, yo le comentará que eso no soluciona el problema del mal. Con Dios existe y puede tener un sentido; sin Dios ese mal ¿qué sentido tiene? Siendo Dios infinitamente bueno, ¿por qué permite el mal? Lo único que apunto, por ahora, es que el hombre libre (capaz de obrar bien o mal) es más perfecto que el hombre esclavo; y Dios lo quiere libre. Para reparar ese mal, según mi fe, Dios se encarnó y padeció en Jesucristo, el inocente entre los inocentes; y reparó por todos los males de los hombres. Ahora nos toca acogernos a ese perdón libremente. Y, en caso contrario, en la muerte se acaba el tiempo de la misericordia y comienza el de la justicia, una justicia que en la tierra no se da nunca.

frid

8 comentarios:

VICTRIX dijo...

Muchas gracias Frid, es muy amable por su parte que haya escrito un artículo sólo para responder a mis dudas o argumentos religiosos. No le quepa duda de que responderé a su artículo una vez encuentre algo de tiempo. Por supuesto a mi también me gustaría debatir con usted todos éstos temas y cualquier otro que le llame la atención, ya que me resulta interesante cualquier discusión que se base en el respeto y en un intercambio racional de puntos de vista debidamente argumentados. Un saludo.

frid dijo...

Por favor... no me hagas más viejo con el "usted", al fin y al cabo de "espíritu" ambos somos jóvenes y dispuestos a aprender.

VICTRIX dijo...

Gracias Frid, por considerar mis comentarios brillantes y de mucho nivel, pero yo diría más bien que son simples ideas de un joven que tiene ideas y principios que no pocas veces le resultan contradictorios a la gente, quizás por la tendencia que tienen los españoles a encajar a las personas en un estereotipo. En cuanto al “usted”, he de reconocer que antes empleaba el “tu” con mayor frecuencia pero últimamente me he acostumbrado a tratar de una manera tan educada a las personas que no conozco, que considero inteligentes y que merecen mi respeto. Quizás lo haga para diferenciarme de una sociedad que considero en su inmensa mayoría grosera y maleducada. Pero no le trato así por considerarle viejo, ya que no se la edad que tiene y ya que también le doy este trato a gente de mi edad que tiene otros blogs. Pero no se sienta obligado a tratarme a mí de modo tan formal.

Respecto al ateo y al creyente yo diría que ninguno dispone de argumentos ni para demostrar la existencia de Dios ni para negarla, de manera que considero el agnosticismo la postura más racional en éste aspecto. De hecho yo diría que todos tenemos un agnóstico dentro a juzgar por esa imposibilidad que tenemos de demostrar la existencia o no existencia de Dios. La diferencia entre uno y otro es que el ateo suele ser esclavo de una ideología política que le obliga a negar a Dios sin haberse planteado previamente el asunto, mientras que el creyente es libre, al menos en la cultura occidental liberal, que no impone una visión religiosa a nadie. Además el ateo suele odiar a la religión mientras que la posición del creyente frente al ateísmo es de mera desaprobación, no de odio. Todos somos agnósticos, sólo que el ateo se ve obligado a no creer y el creyente tiene miedo (o como se le quiera llamar) a no creer.

A pesar de ser un gran amante del orden y de practicar habitualmente una estructuración de las ideas en ocasiones extrema, perdóneme si por una vez no soy fiel al esquema que marqué a la hora de argumentar mis ideas y que usted ha respetado a la perfección en su réplica. El radicalismo siempre es desechable salvo cuando se trate de ser radical a la hora de rechazar los radicalismos. Además creo conveniente diferenciar entre radicalismo y obsesión ya que, mientras que el radical pretende imponer una visión a los demás a cualquier precio, el otro simplemente se siente obsesionado con un punto de vista y no suele molestar a nadie salvo en la medida en que pueda molestarse a sí mismo. El problema surge cuando la obsesión se convierte en radicalismo, algo que en ocasiones no suele ser muy complicado. Así que yo tampoco la defiendo. Creo que nuestros principios y valores deben orientar nuestra vida, pero no deben convertirse en nuestra razón de ser porque entonces renunciamos a vivir.

En cuanto a la institucionalización de la iglesia yo si creo que la Iglesia, como todos, se ha visto tentada por el poder a lo largo de la historia y en ocasiones ha estado más preocupada de luchar por sus propios intereses que por los de lo débiles. Pero eso es inevitable porque la política combinada con el poder todo lo corrompe. No obstante creo que, dentro de la Iglesia institucionalizada si que ha habido un sector que se ha mantenido fiel a lo predicado por Jesucristo que son, como le comentaba ayer, quienes dedican su vida al prójimo y al débiles; esto es, quienes han dedicado su vida a viajar por el mundo cuidando de débiles y enfermos en una postura que me parece de lo más respetable y admirable aunque he de reconocer que yo nunca me dedicaría a ello. No sería honesto si dijese lo contrario. Además dentro de la Iglesia también ha habido religiosos que han hecho mucho bien en lo que se refiere a labor educativa y formativa, y que también se han alejado de esa tendencia a confraternizar con el poderoso.

Y por supuesto que los creyentes son libres de asociarse. Faltaría más. Simplemente que yo soy poco partidario de asociaciones y siempre me he caracterizado por ser excesivamente independiente e individualista en éste aspecto. No me gusta pertenecer a nada, ni pensar por nadie, ni que nadie piense por mí, sino que me gusta pensar por mi mismo y pertenecer a la gente que quiero, aunque a día de hoy no quiera a nadie en el sentido más pleno de la expresión, que para mí es el sentido del amor sentimental. Aunque sí quiero, por supuesto, a familia y a amigos, aunque no considero que yo pertenezca a ellos ni que ellos pertenezcan a mí tanto como puedo pertenecer a la persona que quiera (y que me quiera) sentimentalmente hablando. Siempre he sido partidario de la idea de que hombre y mujer han sido creados para juntarse, disfrutar placenteramente y procrear, pues biológicamente hemos sido creados para tal fin. Pero como le comentaba ayer no concibo, ni siquiera desde mis planteamientos tradicionalistas y decentes, el rechazo de los monoteísmos al placer y al disfrute. Le reitero mi opinión de que esto es antinatural.

En cuanto a los diez mandamientos estamos entrando ya en cuestiones de iusnaturalismo e iuspositivismo, adoptando usted claramente la primera de éstas posturas, es decir, aquélla que considera que hay unas ideas naturales que caracterizan a todo ser humano. En sentido contrario el iuspositivismo niega estas ideas y considera que las leyes son sólo creaciones humanas que no están basadas en ningún principio moral innato. En éste aspecto yo he de reconocer que también tengo mis dudas, y no he dedicado precisamente poco tiempo a pensar en ello. Es evidente que cualquier ser humano, en caso de vivir unas culturas complemente aisladas de las otras, consideraría injusto el hecho de que una persona mate a otra o la robe sin motivo que justifique ésta actuación independientemente de a qué cultura pertenezca. Además es evidente que los sentimientos, el honor y los conceptos abstractos están ahí, y es precisamente eso lo que nos diferencia de los animales.

Pero en ocasiones también me he planteado el hecho de que las cosas y los actos simplemente sean, sin más, y que seamos los seres humanos los que les colocamos detrás un adjetivo y que a base de asociar ese adjetivo a tal cosa hayamos terminado por creer que es inherente a la misma. En referencia a esto le recomiendo que lea la teoría de Nietzsche sobre el término “culpa”, aunque sólo sea por descubrir posturas diferentes. Nietzsche, que fue un gran filólogo, creía que la palabra “culpa” tenía en su origen primitivo el sentido de “deuda”, es decir, una concepción injusta de un hecho, pero no por considerarlo moralmente malo sino por concebir el hecho como injusto debido a no consumarse una contraprestación. Es decir, quien estafaba a alguien no se sentía mal por el hecho de haber cometido un acto moralmente malo, sino por no haber dado nada a cambio al otro por haberle cogido una cosa. Y ese se cree que puede ser el origen histórico de la figura jurídica de la “consideration”, esa venta simbólica por un dólar que tantas veces hemos visto en las películas.

En cuanto a la existencia de Dios y la maldad yo creo que la existencia de un Dios que todo lo puede y que es bueno es incompatible con la maldad y la injusticia en el mundo. Las religiones que defienden esto deberían revisar sus teorías. Siempre se podrá recurrir al argumento de que Dios permite al ser humano ser libre para elegir. Pero si puede elegir entre el bien y el mal, es que éste último existe y por lo tanto un Dios que crea el mal no debe ser bueno del todo. Yo siempre voy a defender, de todas las religiones que hay, al cristianismo, por ser la base de la cultura occidental. Pero en ese sentido hablo desde un punto de vista socio-cultural más que metafísico. Pero en caso de creer en algo mantengo mis reservas a creer en los Dioses actuales, al considerarlos demasiado poderosos y poco cercanos al ser humano, aunque quizás esta sea una visión incorrecta que he elaborado yo a raíz de mi visión de la realidad o a tenor de miedos más profundos que residen en mi subconsciente, mundo al que sólo podemos acceder a través de los sueños.

A las grandes religiones monoteístas las veo poco modestas, y el resto de religiones no las puedo defender por haber sido la base de cultura indígenas de un escaso desarrollo. Qué ni la rueda habrían inventado algunas culturas a éstas alturas. En caso de creer prefiero creer simplemente en las ideas, en el honor, en los sentimientos, en el amor y en cosas por el estilo, aunque mi concepción pueda parecer hippie y primitivista. Pero para nada. Defiendo el progreso, el liberalismo y el capitalismo de la cultura occidental, el carácter competitivo y la competencia. No debemos mezclar nunca tendencias políticas, ideas económicas y creencias religiosas, ya que nada tienen que ver éstas últimas con la política y la economía. Creo que mis pensamientos, mis ideas y mis convicciones hacen de mí una persona un tanto extraña, algo que tampoco me disgusta a juzgar por lo corrompida (no en sentido político) que está la sociedad. Ya se habrá dado usted cuenta de que soy un joven que tiene las ideas muy definidas pero a la vez muy desordenadas y muy contradictorias. Pero, como muchas veces digo, prefiero tener las ideas desordenadas a no tenerlas. Jeje. Y eso que nunca le he comentado sobre aspectos de mi personalidad, pues eso daría mucho más de sí.

Un placer volverle a exponer mi particular visión de las cosas. Que no tiene porque ser la más acertada, pero es la mía y por eso me gusta. Eso no hace que rechace la suya en ningún momento, pues la respeto profundamente y la comparto en muchos aspectos. Y no tengo problema en reconocer que envidio sanamente la fe que usted tiene, que ya me gustaría a mí. Si usted tiene a bien continuar con éste debate estaré encantado de interesantes asuntos.

Un saludo.

frid dijo...

Antes de entrar en ese debate hay que comenzar por los cimientos. Los cimientos son los clásicos y el poso que uno vaya teniendo de ellos. Clásicos: Aristóteles y Platón (si bien los he leído en sus traducciones); San Agustín y Santo Tomás (que algo he leído en latín), pero además vendrán otros autores desde Ockam en adelante en los que se quiebra el puente del conocimiento. Cuando más se avanza en esa quiebra más nos acercamos al subjetivismo individualista o colectivista: ahí tendremos exponentes de los que tengo alguna laguna porque he cultivado en especial el realismo filosófico, pero amigos suplirán.
En mis debates universitarios intentaba establecer un puente común: para algunos era sólo que la realidad "es en sí", no en nosotros, si bien nuestro conocer la realidad es un modo de ser en nosotros que la enriquece (la relación es importante, el dar valor a alguien o a algo también; pero sin nosotros ahí estaría aquel o aquello). Ese puente es el primero. A partir de ahí se puede llegar a un entendimiento.
Por tanto. Esta es mi primera pregunta: ¿hasta qué punto reconoces que lo que conoces tiene una existencia "objetiva", distinta de tu propio ser?

Imperator dijo...

Visite:

www.elconcilioiberico.blogspot.com

gracias y disculpe la intromisión

Ululatus sapiens dijo...

Atendiendo la invitación, con inmerecidos cumplidos, por parte de Frid, a esta discusión, he de comentar algunos aspectos de lo que ha dicho, en excelente tono y con gran maestría, Victrix aquí y en el post anterior.

Primero y antes de entrar en materia, quisiera decir que no concuerdo con lo siguiente: ‘La amoralidad del nazismo o del comunismo no se deben al rechazo del cristianismo sino a que se obsesionaron con sus propias ideas y las convirtieron en unos dogmas que pretendían imponer a todos los ciudadanos’. En efecto, no se debieron al rechazo del cristianismo en sí, sino al rechazo de Dios y de toda forma de trascendencia. Las únicas leyes que abrazaron el comunismo soviético y el nazismo fueron las que les dictaba la ‘Ciencia’, lo supuestamente palpable, tangible e irrevocable: el cientifismo materialista y el darwinismo social. Todo esto sigue un aberrante camino desde el ‘Cogito, ergo sum’, como afirma Juan Pablo II en su libro Memoria e Identidad: ‘A partir de Descartes, la filosofía se convierte en la ciencia del puro pensamiento: todo lo que es esse —tanto el mundo creado como el Creador— permanece en el campo del cogito, como contenido de la conciencia humana. La filosofía se ocupa de los seres en la medida en que son contenidos de la conciencia y no en cuanto existentes fuera de ella’. Así, una vez que ‘Dios murió’, la única medida para determinar el bien y el mal fue el hombre mismo, sujeto a dogmas inflexibles de ciencia retorcida y a su ciega ambición, por lo que puede decidir que un grupo determinado de personas sea aniquilado sin más… Hitler, por ejemplo, se quiso endiosar como señor de la vida y la muerte, hacer de su voluntad y su visión un Absoluto incuestionable. Muchos lo han dicho antes: Allí donde se desdiviniza al Cielo se acaba por deshumanizar al hombre; y por eso creo que el comunismo y el nazismo no se pueden reducir a meras ideologías que se quisieron imponer por la fuerza.

Aunque creo que en esta discusión no hay ningún punto encontrado por el papel ‘institucional’ de la Iglesia, considero prudente hacer varias especificaciones para enriquecer la discusión (sin el menor ánimo de parecer pedante o condenar nada). La Iglesia no es una institución. La Iglesia es una comunidad de personas humanas creyentes (todas cuantas ha habido en sus 20 siglos de existencia) y un Cuerpo Místico con instituciones: el Papado, el Colegio de Cardenales, el Estado Vaticano, las Conferencias Episcopales, órdenes religiosas, etcétera, etcétera. Tomando en cuenta lo anterior, podemos entonces ver cómo una comunidad de humanos pecadores, falibles y de instituciones humanas fallan y pecan, tal como los primeros 12 miembros de la Iglesia: un presumido bravucón que después renegó de su fe, un ambicioso, un traidor y diez cobardes… Sin embargo, ¿cómo semejante comunidad, con su Inquisición y sus Cruzadas, ha podido permanecer en el mundo durante tantos siglos si no la soportara un Cuerpo Místico de naturaleza de divina? Además, a mí me cuesta mucho trabajo reducir incluso a las instituciones y a los miembros de la Iglesia a sólo el Index, indulgencias, Torquemadas y Papas guerreros… Dejamos atrás, entonces, a los monasterios de San Benito que rescataron y transformaron la herencia cultural de Occidente, a los artistas de fe (músicos, escultores, pintores, arquitectos, escritores, músicos…) que crearon tesoros invaluables y a los millones de piadosos cristianos anónimos que se han entregado a los demás de mil y un formas…

Otra cosa, y en la que tampoco veo una posición irreconciliable entre nuestro ilustre agnóstico y los cristianos, es que la Iglesia (como guardiana del cristianismo) no es enemiga del placer humano. En el Génesis, es muy claro Dios al exclamar, al ver lo que había creado, que era bueno. Así, Dios le ha concedido al hombre el maravilloso regalo del placer, en la forma de una comida exquisita, de un perfume, una buena vista, sonidos agradables, ¡cuerpos que pueden tocar, oler, ver, oír, probar! Es más, el acto de mayor intimidad y de amor entre seres humanos es sumamente placentero, ¿no? Pero Dios también proveyó al hombre de la inteligencia suficiente como para estar consciente del concepto mismo del placer y no sólo sentirlo y, por tanto, de la capacidad de disfrutarlo conscientemente sin banalizarlo. No hace falta decir que un apego desordenado a los placeres (los pecados capitales) lleva al hombre a la esclavitud del instinto. No es que la Iglesia condene las relaciones sexuales, por mencionar el caso más polémico, ¡al contrario, es muy difícil encontrar alguien que las ensalze más! No obstante, la Iglesia, siguiendo esa misma línea, piensa que éstas, para ser maravillosas y humanas, requieren de sentimientos y relaciones humanas puras (amor, compromiso y responsabilidad totales). Depende de qué pensamos que sea lo antinatural, si lo que niega nuestros instintos o lo que niega nuestra capacidad de dominar y disfrutar nuestros instintos, ¿no?

Pero vayamos ahora a un punto de feliz coincidencia: ¡la duda!

Primero, yo sugeriría que se leyese el siguiente pequeño texto de Martin Buber en mi blog ( http://ululatus-sapiens.blogspot.com/2006/04/existe-dios.html ), en el que se trata el tema del ateísmo y la duda excelsamente.

Luego, puedo citar un texto de Introducción al cristianismo, del entonces profesor Joseph Ratzinger: ‘Tanto el creyente como el no-creyente participan, cada uno a su modo, en la duda y en la fe […] Para uno la fe estará presente a pesar de la duda, para el otro mediante la duda o en forma de duda. Es ley fundamental del destino humano encontrar lo decisivo de su existencia en la perpetua rivalidad entre la duda y la fe, entre la impugnación y la certidumbre. Quizá justamente por eso, la duda, que impide que ambos se cierren herméticamente en lo suyo, pueda convertirse ella misma en un lugar de comunicación. Impide a ambos que se recluyan en sí mismos…’

Quedan aún pendientes ciertos temas, como la del ‘Dios bueno que tolera el mal’ o que la ‘duda’ del creyente es distinta a la del agnóstico, pero fomentaré el suspenso y un ritmo lento que me permita mejor saborear esta amena charla.

¡Un saludo!

frid dijo...

Me ha encantado la distinción entre Iglesia e Institución, entre ser y su vestido. El traje es divino, pero es el traje. Además hay otros adetamentos coyunturales. Y está eso de que la Iglesia, en la tierra, está constituida por personas que cometen los mismos fallos que los demás.
Las acciones conflictivas han de atribuirse al modo de ser de los hombres, falible. Más que no creer en la Iglesia ante el mal que algunos ven, deberían no creer en la humanidad que es la que realiza el mal.
La Iglesia lo que propone a sus hijos y a todos los hombres es una pieza fundamental para luchar contra el mal: el arrepentimiento, la rectificación y la reparación.
De hecho esas tres acciones las realizan los cristianos cada vez que acudimos al sacramento de la Penitencia.
Los cristianos no estamos inmunizados contra el mal, pero tenemos la farmacopea para sanar.
Eso es algo grande, un valor impresionante, un tesoro de la Iglesia.
¿Qué grupo humano admite el perdón, la rectificación, el recomenzar como clave para la reparación del orden social?
Sabes Vitrix que sólo los cristianos perdonan institucionalmente. Los demás o piden la estricta justicia o se vengan.
¿Y hay alguien que soporte sin condena toda una vida?
Lo decía Jesucristo: "El que esté sin pecado, tire la primera piedra".
Por eso el sentimiento de culpa no es un complejo de inferioridad como dice Nietzche, es, sencillamente algo objetivo; los psiquiatras incluso lo ven necesario para la sanación: asumir la responsabilidad de los propios actos.
Desde la asunción de esas responsabilidades, el cristianismo da una solución genial que ronpe las rigideces de la estricta justicia: se puede perdonar por parte del ofendido; se puede rectificar por parte del ofensor.

Gracias.

Alejandro dijo...

Frid: he pensado que tenemos mucho que aportar a este respecto. Por mi parte, debo aún 11 artículos de la "Apología de Dios". Creo que estos te podrán ser de utilidad. Para afrontar este tipo de cuestiones tan profundas y personales, es necesario detenerse y preguntarse: ¿por qué creo lo que creo?, ¿por qué según yo Dios existe, o no existe? Es normal que todos estemos llenos de prejuicios. Hay que hacer un esfuerzo para mirar la realidad sin ellos.

Por mi parte pienso que la razón es un momento anterior a la fe (Anterior en el sentido temporal; en sentido fundamental, es decir, el que sostiene al otro como fundamento creo que la fe). Llega un momento en que la razón, cuando reconoce sus límites, quiere superarse. Es un periodo de incertidumbre. Se ve por una parte que hay más verdad de la que se pueden entender; por otra, que esas verdades están fuera de alcance. El hombre entra en un dilema: se ve que hay más, y se desea, pero no se alcanza. En este momento aparece la fe como un recurso del hombre para apoderarse de verdades que no son irracionales, pero tampoco abarcables por la razón.

Te recomiendo que leas este artículo: LO ANTERIOR A LO PRIMERO (http://verdadocastigo.blogspot.com/2006/01/lo-anterior-lo-primero.html)

La encíclica Fides et Ratio es un texto fundamental para enfrentar este tema. Hay que ver que la fe y la razón no sólo no se excluyen, sino que se piden mutuamente. La razón, que mira la verdad sin comprenderla, pide a la fe que preste sus recursos; la fe, pide a la razón verosimilitud y razonabilidad en lo que se cree.