La herencia del comunismo y del nazismo en el socialismo español. Una involución política:
Si hay algo que les incomoda en extremo a los holandeses es que alguien compare su permisividad con la eutanasia con las leyes nazistas. Una cosa es llegar a la muerte por un cauce democrático y otra por una ideología totalitaria; si bien a esa ideología se llegó desde la democracia.
Y es que Europa está enferma desde que un día, como fruto del subjetivismo radical, fue negando la realidad del mundo ajeno a sí mismo y al creador del mundo. El europeo se quedó consigo mismo, y como debía dar contestación a los ecos que el mundo producía se contentó con identificar la realidad exterior consigo mismo; se confundió en la masa y eliminó al hombre creando la humanidad; eliminó los seres vivos para crear un todo material. Y a ese todo le dotó, en vez de inteligencia y voluntad de determinismo y de azar, como dos fuerzas contradictorias. Lo primero le hizo creer en el nuevo mandamiento: el del progreso necesario. Y lo segundo le dio el motor: el azar, no la libertad de nuestros actos.
Con eso, el hombre moderno estuvo preparado para abandonar su voluntad en el Duce o en el Partido, en un solo individuo más evolucionado (como podría ser Rodríguez Zapatero), o en el único intérprete válido de la realidad (la voz del partido).
Con esa premisa, el individuo quedó esclavizado, sacrificado por un progreso (paradójicamente necesario y arbitrario, incognoscible, dogmático e irracional). Desde ese dogma, cuando se adjetivó como progreso de la raza, surgieron los nacional-socialismos. Cuando el adjetivo fue el de pueblo, surgieron los socialismos comunistas. Ambos hijos de un pensamiento materialista. Y nadie se apercibió que debería decirse solamente mecanicismo, porque el pensamiento implicaría libertad, pluralidad, independencia.
Los primeros hijos del materialismo fracasaron en la construcción del mundo feliz, dejando detrás de sí una estela de muertos incontables. Sin embargo, algo debe de tener de obsesión esa idea que sigue dominando al pueblo más numeroso de la tierra, China, y sigue siendo alabada por los intelectuales de carné, admiradores de Fidel Castro, de Evo Morales, y de tantos “payasos” que gobiernan a sus pueblos con ideas trasnochadas y estériles. Ese mismo no delatarlos les hace cómplices de sus desmanes. Ese no exclamar ¡nunca más campos de exterminio!, ese no señalar a la China comunista o a la Cuba de Castro les señala a ellos como estériles mentales.
El experimento fracasado no les ha llevado a reflexionar que los cimientos están podridos, e intentan convencernos de que un mundo materialista es posible. Y nos venden otro paraíso en el que nos dan a cambio la satisfacción de todos nuestros más bajos instintos, incluso con los simios. La medicina para adormecernos es la de “hacer lo que nos apetezca” y legislar ahí el ámbito de las libertades.
Mientras tanto, en los aspectos donde se puede manifestar la libertad individual, las doctrinas filosóficas, las creencias o la visión del mundo, ese Estado es donde no permite ya sostener el anterior principio. “Por la convivencia” has de ser un ciudadano educado en la siguiente religión: Dios no es necesario para la vida de los hombres; todo se explica por el devenir de la materia (¿que de dónde ha surgido); la voluntad del Estado ha de ser la tuya; por ahora la mitad más uno impone la ley sobre la mitad menos uno; la familia ha progresado ahora fabrica niños el Estado; la vida humana puede ser renunciada y eliminada cuando no tiene suficiente calidad (menor calidad que estar muerto no hay, digo yo). Y así esos dogmas que llevan a un nuevo paraíso.
Ese paraíso es un paraíso sin familia, el hijo provisto por una concesión estatal, educado por el Estado, la mayoría más uno se impondrá a la minoría, se excluirán los derechos de esa minoría y se llegará a que sea el partido y, luego solo la cúpula hasta llegar a un individuo el que dictamine nuestro futuro.
No basta con que el socialismo reniegue de sus hijos: el nazismo y el comunismo; es preciso que vuelva a las raíces humanistas, a aquella decisión del congreso socialista en la que renunciaron al marxismo. Han de renunciar al materialismo dialéctico si quieren recuperar su humanismo.
Mientras sigan con esa visión reduccionista, no gobiernan hombres ni individuos sino humanidad, masa amorfa de la que una parte siempre se puede sacrificar por el bien del conjunto. Gobiernan hombres sin almas, reducidos a animales; les sirven a sus instintos pero les gobiernan como en granjas donde toda experimentación es posible. Y, cuando la economía no funciona, la solución es eliminar excedentes, también humanos: primero los más tarados, después serán los que menos rinden y luego los críticos.
Las utopías han sucumbido, mejor dicho, han sembrado el mundo de lágrimas y de dolor. Ahora sugen, de sus cenizas unos arrubacos para que, con la conciencia dormida, traguemos, sin alterarnos los peores logros de los anticuados materialismos.
frid
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