lunes, agosto 21, 2006

El sentido del mal un misterio, del que una clave es la eternidad.

El sentido del mal un misterio, del que una clave es la eternidad.
Este post no intenta dar solución a un problema de ese calibre; sólo mostrar la ventana que algunos abrieron para comprender por qué Dios permite el mal; y, al tiempo, tomaron una parte activa para impedirlo. Dieron la vida por defender a los inocentes. Ese es un motivo para intentar ver por su misma ventana.

El sentido del mal es un misterio, que lleva a algunos hombres a negar a Dios. Si Dios es Infinitamente bueno, ¿por qué permite el mal?, y sobre todo ¿por qué permite el sufrimiento del inocente?

Para otros ese mismo mal les lleva a sentir la compasión, la conversión personal y el deseo de remediarlo. Han encontrado ahí una causa de bien. Así lo entendieron el grupo de intelectuales que fundó la Rosa Blanca en la Universidad de Munich como reacción ante los crímenes y el gobierno del mal por parte de Hitler y el nacional-socialismo.

Sin embargo, el deseo de remediar el mal es incompleto. Puedo solucionar el problema de algunos y no de todos. Seguirán existiendo personas tiranizadas, inocentes asesinados o utilizados como objeto, niños que no nacerán matados incluso por sus propios padres. El vientre de la madre se ha convertido hoy en el lugar menos seguro de un niño, y no hay nada más inocente que un niño antes de nacer.

Pero, incluso aquel al que ayudas morirá. Se encontrará con el final de su vida terrenal. ¿Ha sido útil todo este esfuerzo por aliviar el dolor? Ahí sólo hay una respuesta válida: si hay un más allá, si hay una vida de justicia después de la muerte sí ha valido la pena.

Y el sufrimiento del inocente ¿a quién aprovecha? Ciertamente le prueba en esta vida, le hace virtuoso y misericordioso; o le hace miserable y rencoroso. El modo de vivir es lo que hace buena o mala a la gente. Y, si hay premio después de la muerte, si hay justicia, si existe Dios, pues vendrá el descanso en el camino.

Por otra parte sabemos los creyentes que Jesús, Dios, se ha hecho nuestro compañero en el camino del sufrimiento y de la muerte, ya no estamos solos. Y nos ha hecho partícipes de su camino, nos ha dado un sentido al dolor: cruz redentora, también la de los inocentes que como los niños de Belén fueron acogidos en el Cielo.

Por eso, para entender el sentido del dolor, el hombre debe descubrir a Dios justo y la inmortalidad del alma. Es la vida eterna la de la justicia. La vida terrena es la del juego de la libertad. Pero para llevarlo con su auténtico sentido, hay que descubrir a Cristo y su cruz, y ser colaborador suyo.

Wilm Hosenfeld, pensador católico e inspirador del movimiento de resistencia al nazismo de La Rosa Blanca, escribe a su hijo Helmut el 18 de agosto de 1942, en pleno dominio del nazismo alemán:

"Creo firmemente que Dios gobierna el mundo y el destino de los pueblos, conforme a su Providencia. Los hombres y los pueblos están en su mano. Él los conserva o los deja caer según su plan, cuyo sentido no alcanzamos a conocer en esta vida. Por ejemplo, ¡lo que se está haciendo ahora con los judíos! Se está queriendo aniquilarlos. ¡Qué sufrimiento humano por un lado y qué maldad y animalidad por el otro! ¿Cuantos inocentes tienen que morir, quién pregunta por el derecho y la justicia? ¿Tiene que suceder todo esto? ¿Por qué no, por qué Dios no va a dejar que los hombres obren siguiendo sus bajos instintos? Mataos, perseguíos y maltrataos; tenéis la razón y el don para el odio y para el amor. Así pensaría yo si los hombres fuesen mis criaturas y los viera comportarse como bestias; lo que Dios tiene previsto con esto, ¿quién lo puede saber?"

Al final se concluye que la libertad es el don de Dios más preciado en el orden natural, con ella el hombre puede elegir los caminos del amor, pero también los del odio; la paz o la guerra; este ser así creado sólo lo entiende bien su creador. Y, la criatura, ¿tendrá la humildad de comprender que los designios de Dios son insondables? Si bien Dios ha revelado que "todo coopera para el bien de los que Dios ama". Lo que no ha revelado es lo que les tiene preparado, si bien señala que "ni ojo oyó, ni oído oyó" esas maravillas. Lo que está claro es que ese paraíso no está en la tierra.

El hombre tiene su tiempo, Dios su eternidad. Lo decía Juan Pablo II. Dios concedió al mal del nazismo unos diez años y fue aniquilado; al comunismo ruso muchos más, pero también pasó. ¿Al de la sociedad abortista, cuantos le tiene permitido?

Frid.

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